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A bordo del Joides

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A bordo del Joides 18 diciembre, 2011

Almacenando información

Todas las noches nos acompañan cientos de gaviotas que reposan tranquilamente en el agua al lado del barco, probablemente esperando la carga de pescado que nunca llega. El otro día comentábamos que deben estar un poco frustradas por lo poco que pescamos y la baja eficiencia de nuestro barco en el arte de la pesca. Hace dos noches, sin embargo, el espectáculo fue espléndido, un grupo de delfines con el vientre blanco estuvieron saltando y nadando durante más de media hora en el lado de estribor, fue un momento de relax en la vorágine del sondeo.


Los últimos tres días han sido intensos, se han analizado cientos de metros de sedimento, se han medido, centímetro a centímetro, diferentes propiedades del mismo, y a estas alturas toda la información debe estar ya almacenada de forma segura en las bases de datos de ‘College Station’ en Texas. Finalmente llegamos a nuestro objetivo, 860 metros de profundidad por debajo del fondo marino. Los últimos 200 metros fueron apasionantes, aunque todavía resulta demasiado pronto para hacer interpretaciones, en nuestras cabezas se cuecen ya ideas e hipótesis que ahora hay que probar de forma sólida, analizando en detalle los registros que acabamos de sacar, y probablemente nos llevara tiempo construir una teoría sólida que explique lo que pasó en el estrecho de Gibraltar hace 5’3 millones de años. Por ahora estamos bastante seguros de haber cruzado ese nivel en nuestro sondeo y que un cambio importante en la sedimentación tuvo lugar en esa región del Golfo de Cádiz.

Ayer por la tarde en la torre de perforación se comenzó a inyectar lodo para estabilizar las paredes del pozo y esta madrugada han sacado los tubos del pozo abierto en el fondo para introducir en él los instrumentos de ‘donwhole logging’, diagrafías de pozo. Estos instrumentos van midiendo ‘in situ’, al ir descendiendo lentamente por las paredes del pozo, las propiedades de las capas de sedimento que se van atravesando. Es como un viaje en el tiempo que nos permite leer los archivos que han quedado grabados en los sedimentos del fondo, al ir descendiendo lentamente. Nos dicen cuándo hay una capa de grava o de arcilla o cuándo hay un sedimento pelágico. Toda la información va siendo registrada en un ordenador a bordo, y desde aquí se envía directamente, vía satélite, a Texas. Se mide la velocidad del sonido, la radiación gamma que emiten las paredes del pozo y otras muchas propiedades. Es una información que luego se compara con lo que observamos en los sedimentos extraídos del pozo. La última prueba consiste en medir la velocidad de las ondas p, para ello se utilizan unos pequeños cañones de aire comprimido que se sumergen en el agua y emiten pequeñas explosiones . Se mide el tiempo que tarda la onda en llegar a cada una de las capas por debajo del fondo a medida que un sensor va descendiendo por el interior del pozo.

 

Francisco Javier Sierro. Universidad de Salamanca.

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