Ciencias Sociales España , Salamanca, Martes, 16 de diciembre de 2003 a las 21:35

Ciencia global local

Artículo de divulgación de Miguel Ángel Quintanilla. Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Salamanca

Los investigadores científicos son los habitantes más conspicuos del mundo globalizado. Aparentemente no tienen patria. Por las mañanas descargan su correo electrónico y se conectan con colegas de todo el mundo. Consultan en Internet las novedades bibliográficas de su campo de especialización leyendo revistas cuyas páginas están grabadas en las memorias de ordenadores imposibles de ubicar. Se pasan la vida viajando, hablan entre ellos en un idioma propio, bastante próximo al inglés, y participan en congresos y reuniones donde nadie exhibe ni su nacionalidad ni su raza ni su credo; sólo sus credenciales científicas que normalmente son sus publicaciones y su currículum vitae, es decir un resumen de sus actividades globalizadas (papers, congresos, cursos y conferencias, etc.).


Y sin embargo por la tarde los científicos (ellos y ellas) también van a la tienda de la esquina, compran el pan, leen el periódico local, pagan su alquiler o su hipoteca en el banco de toda la vida, se reúnen con los amigos y vecinos el fin de semana para celebrar que se conocen y que son felices o desgraciados, votan en las elecciones y a veces firman manifiestos reivindicativos. Es una obviedad, pero hay que recordarlo: los científicos no solo viven en el mundo global, también son una parte importante de la comunidad local.


A veces no lo parece. Es como si los contenedores locales no estuvieran preparados para acoger esas piezas privilegiadas del mundo globalizado que son la ciencia y la tecnología. Podemos tener calles dedicadas a nuestros deportistas, a nuestros políticos o incluso a las celebridades de la ciencia universal, pero rara vez encontraremos una plaza dedicada a un científico que forme parte de nuestra comunidad local. Yo no creo que esto se deba ni al desprecio ni a la ignorancia, sino a algo mucho más elemental: al pudor. Estamos tan convencidos de que la ciencia universal está fuera del alcance de los simples mortales que no podemos aceptar la idea de que eso tan complicado es justamente a lo que se dedica el vecino del tercero.


Y sin embargo es así. En Salamanca, por ejemplo, hay unos treinta mil estudiantes y más de tres mil profesores universitarios, personas dedicadas en su mayoría a la investigación científica y tecnológica en sus diversas ramas. Así que podemos calcular que por cada 100 salmantinos que encontramos paseando por la Plaza, aproximadamente 20 son estudiantes, 2 son profesores universitarios y al menos 1 es un investigador dedicado a la ciencia y la tecnología. La densidad de científicos por habitante es mucho mayor que la de deportistas profesionales, cantantes de pop, famosos de la tele, líderes políticos o frailes de convento. Y sin embargo a los científicos se les ve mucho menos. A lo mejor porque sólo se dejan ver en la aldea global mientras que los que pasean por la plaza o leen los periódicos sólo viven en la aldea local. ¿Podremos cambiar esto algún día?