Alimentación Brasil , Brasil, Lunes, 09 de junio de 2014 a las 10:13

Científicos se aventuran en ambientes extremos en busca de nuevas bacterias

Muestras recolectadas en lugares que van desde la fosa de las Marianas, en el Océano Pacífico, hasta el desierto de Atacama, en Chile, revelan la existencia de microorganismos con propiedades anticancerígenas y antibióticas

Noêmia Lopes/Agência FAPESP /DICYT La estrategia de campo que han implementado científicos de la Escuela de Biociencias de la University of Kent, en el Reino Unido, consiste en recolectar bacterias en un abismo marino, a más de 10 mil metros de profundidad, o en desiertos extremadamente áridos a una altura de hasta 5 mil metros, con el objetivo de descubrir nuevas especies de microorganismos.

 

“Creemos que en sitios como ésos es posible hallar nuevos organismos, con nuevas propiedades químicas y biológicas que, a su vez, puedan dar origen a medicamentos antibióticos, anticancerígenos y antioxidantes, entre otros. Hasta ahora, nuestros resultados confirman dicha hipótesis”, declaró a Agência FAPESP el investigador Alan Bull, integrante del equipo, con 20 años de experiencia en el área.

 

Bull fue uno de los participantes del Simposio Internacional Biota Microorganismos, realizado en la FAPESP entre los días 28 y 30 de abril. En su disertación se refirió al trabajo de búsqueda, recolección, aislamiento y análisis fenotípico y genotípico de bacterias pertenecientes al filo Actinobacteria.

 

“Desde el surgimiento de los primeros antibióticos con aplicación clínica –la penicilina y la estreptomicina, elaborados a partir de un hongo y de una actinobacteria, respectivamente–, a finales de la década de 1940, se han llevado a cabo investigaciones tendientes a descubrir nuevas especies de estos grupos. Cuanto más buscamos, más organismos y más propiedades químicas interesantes encontramos”, afirmó.

 

Las actinobacterias, tradicionalmente consideradas como bacterias del suelo y de aguas frescas, también se hallaron en los ambientes extremos que Bull y sus colegas visitaron. Y demostraron que cuentan con un potencial excepcional para la elaboración compuestos con una amplia gama de bioactividades.

 

La especie Verrucosispora maris, salida de las profundidades del mar de Japón, se mostró bastante prometedora. Su compuesto atrop-Abyssomicin C desempeña acciones antituberculósicas y antibacterianas, incluso anti-MRSA (sigla en inglés de la bacteria Sarm o Staphylococcus aureus, resistente a la meticilina).

 

La especie Verrucosispora fiedleri, extraída de las aguas profundas del fiordo de Raune, en Noruega, demostró poseer compuestos con actividades antitumorales.

 

En tanto, de la fosa de las Marianas, en el Océano Pacífico, a 10.894 metros bajo el nivel del mar, surgió la actinobacteria Dermacoccus abyssi. Los análisis de sus compuestos arrojaron como resultado la comprobación de acciones anticancerígenas, antitripanosomiásicas y de eliminación de radicales.

 

Los científicos recolectaron muestras en zonas secas y extremadamente secas, tales como el desierto de Atacama, en el norte de Chile. “En ciertas áreas de desiertos como ésa no existe vegetación, y hay muy pocos animales: casi no hay pájaros. ¿Y hay bacterias? La respuesta es sí. En pequeñas cantidades, pero con una diversidad significativa”, dijo Bull.

 

La Streptomyces leeuwenhoekii, una actinobacteria hallada en suelos del salar de Atacama, es uno de los ejemplos de esa diversidad. Su compuesto Chaxamycins también posee acción antibacteriana y anticancerígena.

 

Se hicieron también recolecciones en Australia (en el Cañón del Rey), en el continente africano (en el desierto de Namibia), en el Océano Atlántico, en el Océano Índico, en otros puntos del Océano Pacífico (bahía de Sagami, bahía de Suruga, fosa de Ryukyu, fosa de Izu-Ogasawara) e incluso en la Antártida.

 

Los científicos de la University of Kent contaron con la colaboración de equipos de distintos países, tales como Japón, Chile, Alemania y Holanda, y de instituciones como las británicas The Royal Society y The Leverhulme Trust.

 

“Nos encontramos con grandes novedades, con muchas especies desconocidas y algunas con nuevas propiedades químicas que, esperamos, puedan derivar en el desarrollo de nuevas drogas. El desafío radica en esta última etapa, que requiere millones de dólares en inversiones durante largos períodos. Pero los compuestos son sumamente prometedores. Somos optimistas: estimamos que algún día podrán convertirse en drogas terapéuticas, y que a su vez den origen a otras investigaciones en el área”, dijo Bull.