Alimentación España , Valladolid, Lunes, 28 de marzo de 2005 a las 15:17

El Centro de Investigación de la Baja Atmósfera registra el incremento en los niveles de ozono y dióxido de carbono

La profesora María Luisa Sánchez alerta sobre la incidencia para la salud humana del aumento de la contaminación

Beatriz G. Amandi/DICYT El Grupo de Contaminación Atmosférica del Departamento de Física Aplicada de la Universidad de Valladolid, dirigido por María Luisa Sánchez, lleva años trabajando en el seguimiento de los niveles de ozono en la atmósfera, en colaboración con el Centro de Investigación de la Baja Atmósfera (CIBA), a través de un aparato conocido como perfilador de ozono que se encuentra situado en las cercanías de la localidad vallisoletana de La Mudarra. Este seguimiento continuado le permite ya establecer series de análisis que muestran cómo los niveles de dicho gas se están haciendo peligrosos para la salud. 

La instalación de La Mudarra se ocupa de medir el ozono denominado troposférico, que es el que se encuentra a nivel de superficie. Las mediciones se realizan a través de perfiles verticales que van atravesando las diferentes capas de la atmósfera hasta detectar el ozono. La altura aproximada a la que trabaja este perfilador es de un kilómetro y medio.

El sistema que utiliza, según ha explicado a DICYT María Luisa Sánchez, es a través de un láser punzante que emite luz a la atmósfera y tiene la cualidad de ser retrodispersado; es decir, que vuelve al punto de partida, en el aparato, una vez que ha hecho el recorrido programado. Así, el programa informático de que dispone el equipo puede calcular, en función del tiempo que tarda en ir y volver, el número de partículas que hay en cada capa de la atmósfera. Los cálculos simplificados se basan en que, en función de las partículas que encuentra el láser en las estratificaciones, el tiempo que tarda en ir y volver varía.

La investigadora explica que la experiencia del grupo les permite ya emitir algunas conclusiones de sus mediciones. Este es el caso de los niveles de ozono registrados el verano pasado, que según señala “fueron tan atípicos que fastidiaron la media anual”, puesto que hubo grandes concentraciones a nivel de superficie como consecuencia del cambio climático. Además, augura que habrá más olas de calor y con ello más sequías y más ozono troposférico.

La experta alerta de la necesidad de trabajar para luchar contra el cambio climático, y apunta que el problema del ozono “tiene solución a base de reducir el tráfico rodado”, pero hay otros problemas como la radiación ultravioleta, que se incrementa porque cada vez es más fina la capa de la atmósfera, lo que ya ha puesto en sobreaviso a colectivos como los oftalmólogos, que han detectado la aparición de cataratas en personas más jóvenes.

La directora de este grupo de investigación, pionero en estudios de ámbito local y núcleos urbanos relacionados con el ozono, los aerosoles y el cambio climático, señala igualmente que el tráfico rodado provoca un 27% de la contaminación, y el consumo de energía un 36 %, por lo que implementar energías renovables “es una de las vías previstas por toda la Unión Europea” para luchar contra la contaminación. Según apunta en el caso de Castilla y León, se está haciendo especial hincapié en la energía eólica.

El episodio de calima del verano pasado

La calima que cubrió los cielos de Valladolid el año pasado fue registrada por el perfilador de ozono de La Mudarra, de modo que lo que se detectó fue una invasión de partículas procedentes del desierto, cuyo espesor era de más de 300 metros, lo que provocó un apantallamiento la radiación solar. La investigadora recuerda que “se parecía al efecto de un eclipse”, sin embargo tuvo una parte positiva, puesto que sirvió para apantallar la radiación y reducir los niveles de ozono, que con temperaturas especialmente altas se hubieran disparado.


 

El incremento de CO2
El grupo de investigación trabaja también con mediciones de CO2 y dispone de series temporales de cinco años, que demuestran que la tasa registrada es creciente en los últimos años, llegando a registrarse mediciones superiores a las dos partes por millón (el modo en que se expresa la contaminación es mediante partes de contaminante por millón de litros de aire), lo que supone índices muy altos, según María Luisa Sánchez.

La concentración de CO2 ha ido creciendo y, según muestran estas series, las mayores concentraciones registradas se han dado por las noches. La explicación es sencilla, ya que las mediciones se realizan en una zona rural donde la radiación solar permite que durante el día los niveles de este gas se mantengan más controlados gracias a la función de fotosíntesis de las plantas. De noche, esto no es igual, ya que las plantas, además de dejar de hacer la fotosíntesis, también respiran contribuyendo a incrementar el nivel de dióxido. 

La directora del Grupo de Contaminación Atmosférica recuerda que la situación es preocupante, no sólo en el caso del CO2, sino también en el del ozono, ya que sus mediciones indican que los niveles crecen, incluso en zonas de campo, donde la contaminación y la acción humana no afectan tan directamente.