Alimentación España , Valladolid, Miércoles, 27 de octubre de 2004 a las 17:09

El Instituto Tecnológico Agrario selecciona las variedades de vides regionales más destacadas para mejorar la producción

Desde el año 1990 desarrolla un plan de selección clonal y sanitaria de algunas de las especies más representativas de Castilla y León

Beatriz G. Amandi/DICYT En las últimas tres décadas Castilla y León ha visto cómo la superficie dedicada al cultivo de la vid se ha dividido por dos, pasando de las 150.000 hectáreas de los años 70 a las poco más de 80.000 que se conservan hoy en día. Una de las razones de esta drástica reducción es que el mercado abandonó los vinos vulgares, elaborados con unos procesos tecnológicos casi nulos, y al tiempo fue aumentando la demanda de caldos de más calidad, lo que llevó a que muchos viticultores arrancaran sus viñedos.

Además, en esos momentos había un material vegetal de las variedades autóctonas que era poco homogéneo y estaba muy mezclado con los viñedos viejos por lo que, cuando se comenzó a trabajar con las denominaciones de origen y se comprobó la existencia de un mercado con grandes perspectivas, se hizo necesario mejorar las producciones, renovar las plantaciones y certificar sanitariamente las cepas empleadas. Con esta finalidad comienza en el año 1990 el Plan de Selección Clonal y Sanitaria de la Vid, que se realiza actualmente desde el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITA).

Hasta ahora se ha trabajado con diferentes variedades de albillo mayor, albillo real, garnacha, juan garcía, mencía, prieto picudo, tinta del país, tinta de toro y verdejo. En algunos casos, ya se ha llegado a certificar algunos de los clones que pasarán a viveros, desde donde son distribuidos para su plantación.
El proceso que se sigue es muy prolongado en el tiempo, según indica a DICYT el responsable del departamento de Viticultura del ITA, Jesús Yuste, quien explica que, primero, se realiza una preselección clonal y sanitaria y se plantan los ejemplares en una parcela de comparación. Cuando estos expertos hablan de clones se están refiriendo a las plantas o ejemplares que proceden de una misma cepa madre, que es la cabeza de clon, origen de todas las demás plantas o clones.

Este primer proceso ocupa entre tres y cinco años, después se procede a la selección principal clonal y sanitaria, a la que se llega después de realizar numerosos análisis de las diferentes plantas. Finalmente, los clones preseleccionados son analizados y postulados para ser certificados, labor que se realiza desde el Ministerio de Agricultura y que es el paso previo para su traslado a los viveros, desde los que se distribuyen a los viticultores interesados.

El proceso total puede llevar entre siete y diez años de media, y el ITA dispone ya de algunos clones certificados que se han distribuido, pero continua trabajando para mejorar otros ejemplares que aún están en proceso de estudio.

La caracterización de los clones

Para conocer bien las características de los clones y poder seleccionar los que mejores resultados puedan dar a los viticultores se realizan varios tipos de análisis, desde los agronómicos a los sanitarios, pasando por los enológicos y los organolépticos.

En el caso de la evaluación agronómica, se tienen en cuenta las características de las hojas en cada época del año; las características de la uva en cada momento de su maduración, de modo que se puede comprobar su acidez, su peso y el tipo de racimo; también se analiza el rendimiento y la fertilidad de la planta y, finalmente, el desarrollo vegetativo.

En cuanto a la evaluación sanitaria, los parámetros que se tienen en cuenta son el seguimiento de sensibilidad a enfermedades y plagas, así como los test biológicos oficiales que exige la legislación.

Para la evaluación enológica y organoléptica es necesario realizar un trabajo de elaboración de mostos y vinos, que son analizados en los laboratorios de ITA, según explica Yuste a DICYT. Estos análisis incorporan diferentes datos, en función de si se trata de vinos o de mostos. En el caso de los mostos, lo que se mide son los azucares, la densidad, el ph, la acidez, el potasio y la intensidad del colorante. En el caso de los vinos también se tiene en cuenta el grado de alcohol, los polifenoles, la acidez volátil y los glicéridos, entre otros componentes.

Finalmente, debe realizarse un análisis organoléptico, para lo que cuentan con la participación de un panel de catadores que analiza sus características y las presenta a los consejos reguladores y asociaciones de vinos de la tierra, con el fin de comprobar si los vinos de los clones seleccionados están en la línea del tipo de vino que se quiere conseguir en las diferentes zonas, cumpliendo con la tipicidad y personalidad que se les supone en cada caso.


 

Más de 30 clones certificados
Hasta este momento, desde el ITA se han certificado ya 36 clones distintos de variedades como el albillo, verdejo, tinta del país, tinta de toro, garnacha, mencía, juan garcía y prieto picudo. Sin embargo, los trabajos de selección de clones continúan.

Para ello, en el ITA se dispone de un espacio de casi tres hectáreas en los que se cultivan los diferentes clones y se someten a los diferentes análisis. Cada clon está debidamente identificado y controlado, y para mejorar los resultados del análisis, los técnicos del instituto plantan dos parcelas de control exactamente iguales, una situada con una orientación Este y otra con una orientación Oeste, de modo que también se comprueba cuál es la posición que más favorece el desarrollo de la planta.