Ciencia España , Salamanca, Viernes, 02 de julio de 2004 a las 19:25

El Museo Provincial trabaja en la recuperación de dos capiteles policromados del siglo XVI

Tras fijar la pintura a la piedra, los técnicos han extraido la humedad de las piezas para evitar su deterioro

Ana Victoria Pérez/DICYT Aparecieron a finales del verano pasado, durante los trabajos arqueológicos que se han realizado en un antiguo solar situado entre la Avenida de los Reyes de España y el Paseo del Rector Esperaba, antes de que máquinas e ingenieros tomasen la zona para comenzar la construcción de un nuevo edificio. Los dos capiteles labrados de comienzos del siglo XVI se habían conservado en unas condiciones de temperatura y humedad ideales durante casi 500 años. Por este motivo, cuando el arqueólogo y director de las excavaciones, Manuel Carlos Jiménez, pudo constatar que aún conservaban parte de su policromía avisó rápidamente a los técnicos del Museo Provincial de Salamanca para que este tesoro no se perdiese.

"Muchas de las piezas que en su día estuvieron policromadas aparecen ya sin restos de pigmentos o de las partículas de oro que las adornaban. Eso da una idea de lo importante que es intervenir rápidamente para conservar los colores cuando las piezas aparecen con algunos restos", explica a DICYT Rosario Pérez, directora del Museo Provincial de Salamanca.

En el caso de los capiteles la primera intervención se realizó in situ. Amalia Granell, restauradora del Museo, ha sido la encargada de velar por la buena salud de las piezas, aplicándoles tratamientos de conservación y limpiándolas para hacerlas lucir como lo hicieron en sus mejores tiempos. Se trata de un trabajo muy técnico basado en unos sólidos conocimientos científicos: "Las condiciones de humedad, luminosidad y temperatura a las que se encontraban los capiteles han permitido que algunos restos de policromía se conservasen", explica la restauradora.

Cuando estas condiciones varían bruscamente, los pigmentos y partículas de oro, convertidos en polvo con el paso del tiempo, se desprenden de la superficie. La primera intervención consiste en aplicar una serie de productos que fijan la pintura a la piedra para que los capiteles puedan ser transportados hasta los laboratorios de museo. Una vez allí, se realiza un análisis visual de las piezas, se fotografía, ya que tal y como explica Rosario Pérez, todo el proceso que sigue una pieza debe estar documentado y, por último, como haría el mejor especialista médico, la restauradora emite un diagnostico.

En este caso, comenta Amalia Granell, "era necesario secar la piedra. Estos capiteles están tallados en arenisca de Villamayor, que es un material muy poroso con gran capacidad para absorber agua, por lo que el proceso de secado lleva su tiempo". La piedra debe secarse al aire, de manera paulatina. La restauradora coloca cerca de las piezas unos recipientes con agua y recubre el conjunto con plásticos, dando lugar a una atmósfera semi-húmeda. Conforme la piedra va secándose, el agua de dichos recipientes se reduce y la restauradora abre, de vez en cuando, los plásticos para que las piezas puedan respirar.

Pero el trabajo no ha hecho más que empezar. Los capiteles deben limpiarse y utilizando una serie de productos consolidantes se evitará que la piedra y la pintura se desprendan. La conservación es una labor que no acaba nunca ya que, tal y como asegura Amalia Granell, una vez que la pieza está expuesta en una de las salas del museo o en sus almacenes, hay que revisar su estado cada cierto tiempo, midiendo las condiciones de iluminación, temperatura y humedad.

Reconstruir el puzzle de la historia

Para decidir si la pieza encontrada ocupará un lugar entre los fondos que el público del museo puede ver, o si habrá que relegarla al almacén, hay que tener en cuenta muchos más parámetros además de su estado de conservación. Rosario Pérez aclara "la pieza es el vehículo para reconstruir la historia. A través de ellas podemos conocer cómo vivía e interactuaba una sociedad, por eso a la hora de ubicarla es importante conocer qué nos cuenta dicha pieza".

Los capiteles, como todos los elementos que aparecen en una excavación, permanecen seis meses a disposición del arqueólogo para que pueda realizar los estudios pertinentes. Hay que datar la pieza, estudiar los materiales, la forma en la que está realizada y, en este caso concreto, realizar una investigación iconográfica para concretar el significado de los escudos que aparecen en cada uno de los capiteles. Este trabajo se ha dejado en manos de especialistas en heráldica. Se trata de buscar pistas, simulando la labor de un médico forense que intenta determinar las causas que provocaron la muerte al cadáver que tiene sobre la mesa.

Los investigadores ya han lanzado las primeras hipótesis sobre los capiteles salmantinos: se piensa que pudieron formar parte del antiguo hospital de Santa María la Blanca, situado a orillas del Tormes, a la salida de la ciudad, pero por el momento es sólo una suposición que habrá que documentar escudriñando entre los pocos restos que dejó la Historia.


Arqueología de urgencia

Los capiteles de arenisca han aparecido como lo hacen muchas de las piezas que ocupan los museos en la actualidad. "Hoy en día, estamos habituados a practicar una arqueología de urgencia o gestión. Son las intervenciones que se realizan cuando se producen movimientos de tierras, generalmente por obras, y aparecen algunos restos que requieren del análisis del arqueólogo", explica Rosario Pérez.


Es el contrapunto a las excavaciones sistemáticas, aquellas en las que los investigadores programan porque sospechan que en ese punto concreto pueden aparecer restos esclarecedores y que, en el caso del Museo Provincial han propiciado el hallazgo de piezas tan relevantes como el Torques de Oro de La Veguilla.


Se trata de un aro, a modo de gargantilla, encontrado durante unas excavaciones en el dolmen de La Veguilla, cercano a la localidad de Alba de Tormes. Este aro de oro data del 1.800 antes de Cristo y formaba parte de un ajuar funerario. Su valor histórico trasciende el puramente material, ya que en la época en la que fue descubierto sólo existían otros tres similares en España.