Ciencias Sociales Colombia , Colombia, Jueves, 05 de febrero de 2009 a las 19:41

“El registro fósil ha superado nuestras fantasías", dicen los 'padres' de la serpiente gigante de Cerrejón

Los investigadores que descubrieron la 'Titanoboa cerrejonensis' buscaban fósiles comunes, pero encontraron la criatura que jamás soñaron

Eva Aguilar/DICYT No todos los días ocurre que un descubrimiento científico es capaz de dejar en el ridículo más espantoso a la fantasía y a la ficción. Pero esta semana ha ocurrido: un grupo de investigadores ha descubierto que hace 60 millones de años una serpiente de proporciones monstruosas se arrastró por los suelos del bosque tropical. Con 13 metros de largo y un peso de 1.135 kilogramos, los científicos piensan que la ya desaparecida Titanoboa cerrejonensis es la boa más grande que ha habitado el planeta, según declaran en el artículo publicado en la edición del 5 de febrero de la revista Nature.

 

Para que uno se haga una idea del tamaño del que están hablando, los autores ponen ejemplos. David Polly, paleontólogo de la Universidad de Indiana (Estados Unidos), explica que el ancho del cuerpo de la serpiente llegaría a las caderas de una persona de tamaño normal que estuviera de pie.

 

Jason Head, de la Universidad de Toronto (Canadá) y autor principal del estudio, comenta que si el reptil avanzara por el pasillo que conduce a su oficina con la intención de devorarlo, tendría que contraerse completamente para entrar por la puerta.

 

Pero si todavía no le queda claro el tamaño de la criatura, Jonathan Bloch, paleontólogo del Museo de Historia Natural de la Universidad de Florida (Estados Unidos), pone un ejemplo que quizás le resulte más "visual": la serpiente que intenta comerse a Jennifer Lopez en la película Anaconda no es, ni mucho menos, tan grande como la que él y sus colegas acaban de describir.

 

"La Titanoboa es mucho más grande de lo que yo hubiera podido imaginar. Este es uno de esos casos en los que el registro fósil muestra que la realidad puede superar nuestras fantasías más descabelladas", dijo Bloch a DiCYT.

 

Bloch y el investigador colombiano Carlos Jaramillo, del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (Panamá), formaron parte de la expedición que entre 2005 y 2008 encontró los restos de 27 individuos de Titanoboa cerrejonensis, nombrada así por los autores en honor a la mina de carbón de Cerrejón (norte de Colombia) donde descansaban los restos del bosque fósil que preservó al enorme reptil.

 

"Nosotros íbamos en busca de fósiles de mamíferos, tortugas y cocodrilos. ¡La serpiente fue un bono extra!", declara Bloch. De hecho él y Jaramillo no se dieron cuenta de lo que estaban encontrando hasta el año 2007, cuando, una vez que los restos fueron llevados al Museo de Historia Natural de Florida, unos estudiantes reconocieron que estos pertenecían a algo que no habían visto antes.

 

Jason Head, quien es experto en fósiles de serpientes, y David Polly, fueron los encargados de desvelar el misterio. Utilizando como referencia el cuerpo de las serpientes no venenosas que existen hoy día, como la boa constrictor o la anaconda, los investigadores fueron capaces de ubicar la posición de una vértebra hallada en Cerrejón en el cuerpo del gran animal. Ayudado por un modelo de computadora diseñado por él mismo, Polly determinó que la vértebra perdida de la Titanoboa estaría localizada en el medio de su cuerpo, lo que le permitió calcular su tamaño.

 

Serpientes gigantes, termómetros de épocas remotas

 

No contentos con tener en sus manos información suficiente para alimentar las pesadillas y la imaginación del resto de la humanidad, los investigadores se lanzaron a analizar lo que el descubrimiento podía decirles de la vida en los trópicos apenas cinco millones de años después de la desaparición de los dinosaurios.

 

La primera conclusión es que hace 60 millones de años la temperatura del bosque tropical debía ser muy distinta –algunos grados más alta– a la de hoy, si éste era capaz de albergar a una criatura de las proporciones de la Titanoboa cerrejonensis. Los reptiles pertenecen al grupo de los poiquilotermos, organismos que dependen completamente de la temperatura ambiental para regular su metabolismo. Cuanto más calor, más capacidad tienen de moverse y desarrollarse, y un animal de 13 metros y más de 1.000 kilogramos debe haber necesitado, por lo menos, una temperatura ambiente de entre 30 y 34 grados centígrados para moverse a sus anchas.

 

"A pesar de tener esa temperatura tan alta, había un bosque tropical lluvioso que sostenía una comunidad diversa de plantas y de animales", dijo a DiCYT Carlos Jaramillo. "Hoy en día no hay bosques tropicales a temperaturas mayores a 28 grados Celsius".

 

Jaramillo considera que "probablemente" un descenso de cinco grados haya hecho desaparecer a la Titanoboa, si tomamos en cuenta que las criaturas de mayor tamaño siguen viviendo en los trópicos y el tamaño disminuye hacia norte y sur a medida que la temperatura disminuye. Pero hoy, señala el investigador, los trópicos son "demasiado fríos" para mantener vivos a monstruos de tamaños descomunales. De hecho, las boas y las anacondas actuales tienen un promedio de sólo cinco metros de largo.

 

Infinidad de preguntas

 

La segunda conclusión obtenida de este descubrimiento, entra en el terreno del impacto que el cambio climático actual pueda tener en la biodiversidad y el comportamiento del bosque tropical. "Siempre había sido un misterio si durante calentamientos globales pasados el trópico también se había calentado", continúa el científico colombiano. "Este estudio comprueba que así ha sido y abre infinidad de preguntas: ¿Cómo afecta la diversidad el calentamiento global? ¿Es importante la rapidez del calentamiento? Para contestarlas estamos estudiando una época en la que la temperatura subió cinco grados en 10.000 años. Muy rápido".

 

Por su parte, Jonathan Bloch alberga la ilusión de que nuevos fósiles traigan más sorpresas en futuras expediciones. "Esperamos regresar pronto a la mina de Cerrejón, probablemente en mayo. Y esperamos encontrar más restos de Titanoboa. Aunque cuando sales a la caza de fósiles, nunca sabes con qué te vas a encontrar", concluyó el investigador estadounidense.