Alimentación España , Ávila, Viernes, 08 de marzo de 2013 a las 18:23

Investigan vegetales y hongos silvestres comestibles en la comarca de la Sierra de Ávila

Los estudios, que se basan en entrevistas y trabajo de campo, están siendo desarrollados por un grupo científico de la Universidad Católica de Ávila

Cristina G. Pedraz/DICYT Un grupo de investigadores de la Universidad Católica de Ávila (UCAV) trabaja en la identificación de los vegetales y hongos silvestres comestibles que se localizan en la cara norte de la Sierra de Ávila. La recolección de vegetales y hongos comestibles es una práctica tradicional en muchos pueblos de la comarca y de toda la provincia, y el objetivo de los investigadores es registrar todos los datos que se han transmitido durante generaciones de forma oral para que no se pierdan con el paso del tiempo y el abandono de los pueblos.

 

Según detalla a DiCYT el profesor Pedro Manuel Díaz Fernández, que trabaja en esta línea junto con la investigadora María del Monte, estos estudios etnobotánicos se iniciaron en 2008 en torno a la boruja (Montia fontana), una planta silvestre que crece en las fuentes y que suele consumirse en ensaladas. “Empezamos trabajando solo con esta especie, y hablando con la gente que la recogía nos dimos cuenta de que también se recolectaban otras como berros o cardillos. Nos picó la curiosidad y decidimos ampliar el estudio a todo tipo de alimentos silvestres, incluidos los hongos”, recuerda.

 

Tras realizar más de 100 entrevistas y trabajo de campo en la comarca del Valle de Amblés, cuyos resultados serán publicados próximamente por la Diputación de Ávila, los investigadores empezaron a analizar la Sierra de Ávila y La Moraña. Los primeros datos se presentaron en Madrid durante el pasado Congreso Nacional de Medio Ambiente (Conama), un trabajo que también se basa en entrevistas y estudio de las especies in situ.

 

En cuanto a las entrevistas, explica Pedro Manuel Díaz, se realizan tanto a la gente que vive en la zona de estudio como a aquellas vinculadas a la zona por cualquier otro motivo y que han estado en contacto con ella. “Preguntamos las plantas que han cogido en la comarca y luego hacemos una serie de preguntas sobre cada una, el nombre común, las épocas de recolección, las partes de la planta que se comen o las técnicas de recolección. La segunda parte de la entrevista se basa en cómo se consumen, normalmente en el campo y crudo, aunque siempre hay quien hace cosas más elaboradas como verdura para acompañar guisos, tortillas, licores o mermeladas”, detalla.

 

Con los resultados obtenidos hasta el momento, señala que la planta más popular es el fruto de la zarzamora. En cuanto a verdura, la boruja. “También hay algunas raras como las patas de perdiz, una hierba que se come en un pueblo del extremo oriental del Valle de Amblés que se llama Tornadizos. No la encontramos en los libros y cuando hicimos las comprobaciones en el campo vimos que se trata de la Armeria arenaria, una planta típica de zonas áridas que solo se consumía en un pueblo de Madrid, donde se denominaba patas de cigüeña”, relata.

 

El próximo objetivo, avanza Díaz, será completar la provincia de Ávila, “amplia y muy diversa”. “Ahora nos estamos centrando en la Sierra de Ávila y La Moraña, que tiene características geológicas y climáticas diferentes, y donde ya hemos visto cosas diferentes. Nos queda todo Gredos y el sur de Ávila que es riquísimo, con una población y una tradición en la recogida de plantas diferente”, asegura. No obstante, añade, “también estamos abriendo la investigación a otros puntos, tenemos un estudiante que está realizando este trabajo en Asturias y otro que está haciendo el doctorado en Colombia".

 

Otro reto sería analizar el contenido alimenticio de las plantas. “Por ejemplo, tenemos un estudiante que está investigando el fruto de la rosa salvaje, similar al de la rosa mosqueta utilizada en cosmética, y queremos saber si a partir de ella se puede obtener aceite”, avanza.

 

Importancia de los estudios

 

Según apunta el investigador, estos estudios tienen un valor “en sí mismos” que radica en conocer nuestras raíces culturales, costumbres e historia. “Estas especies merecen ser estudiadas igual que cualquier otra manifestación cultural del presente o del pasado, aunque pensamos que también puede tener una aplicación para el futuro", señala. “Si nos fijamos en la setas, hace 40 años la gente iba al campo y recogía y ahora se ha creado un negocio de turismo rural de gastronomía, búsqueda, incluso la regulación del aprovechamiento micológico, se ha generado actividad económica interesante en comarcas rurales de poca actividad”, agrega.

 

Con las verduras, “puede pasar lo mismo, al menos con algunas como los cardillos, los espárragos o las borujas, que podrían ser objeto de desarrollo en profundidad”. En la misma línea, añade, “también podría ser una manera de buscar nuevos cultivos, a partir de plantas silvestres que se cultiven y que sean una aportación a la agricultura local, lo que ya ha pasado en algunos países”. El profesor pone el ejemplo de la rúcula. “Hasta hace poco tiempo era una planta silvestre. En algunas zonas de Italia las cultivaban los campesinos en las economías locales y era un cultivo marginal hasta que alguien lo empezó a vender y ahora todo el mundo lo toma. Incluso lo llamamos rúcula que es el nombre italiano y hemos perdido roqueta, que es el nombre castellano”, concluye.