Ciencias Sociales España Madrid, España, Miércoles, 31 de marzo de 2004 a las 15:21

La Feria de la Ciencia de Madrid cierra sus puertas tras cuatro días de actividades divulgativas

El encuentro concluye con una escasa presencia del resto de comunidades autónomas

Eva Quintanilla/DICYT El domingo fue el día álgido de afluencia de los miles de visitantes que han acudido, entre el sábado y ayer martes, al pabellón 3 de IFEMA, en el recinto ferial Juan Carlos I de Madrid. El ambiente de esta feria de divulgación ha sido el de una fiesta más que el de un aula o un laboratorio, lugares habituales de la Ciencia. Personas mayores, grupos de adolescentes, jóvenes parejas y sobre todo muchas familias con niños pequeños revoloteban por los stands intentando saciar su curiosidad. En ellos ha habido explicaciones para todas las edades: desde sencillos fenómenos curiosos explicados por niños de institutos madrileños hasta las últimas investigaciones realizadas en universidades y contadas por sus realizadores.

Nada más comenzar el paseo por la feria, una niña del Instituto de Enseñanza Secundaria Atenea se percata de que el visitante se ha fijado en dos peceras y se apresura a preguntar si quiere “la explicación”. Se trata de dos simulaciones de un río: en uno todo está bien y en el otro los peces están muertos; la diferencia es que a uno no han llegado fosfatos procedentes de detergentes y al otro sí. ¿Los fosfatos matan a los peces? "No exactamente", explica la científica, de unos doce años. "Lo que ocurre es que los fosfatos hacen que los peces se reproduzcan más y como hay muchos se quedan sin oxígeno y se mueren". ¿Pero los detergentes sin fosfatos limpian igual? "Pues eso no lo sé, supongo que sí porque hay que usar detergentes sin fosfatos", concluye.

 

Poca presencia de otras comunidades

El camino continúa. Los stands de institutos, consejerías de la Comunidad de Madrid, empresas, centros de investigación y demás se suceden. La junta andaluza está presente en un puesto del proyecto Andalucía Investiga, pero en general las instituciones de fuera de Madrid tienen poca representación. La mayoría de los puestos tienen experimentos o aparatos que el visitante puede tocar con sus propias manos. La cara de los niños es de absoluta felicidad cuando ven cómo delante de sus ojos se hace una Coca-Cola. La receta es sencilla, explica Pablo en el pabellón del British Council y el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología: agua, azúcar, caramelo, algo de nuez... y para el gas hay que mezclar ácido cítrico y bicarbonato sódico. Sobraban voluntarios para beber el refresco casero.

Entre tanta ciencia para tocar, e incluso saborear, dos esferas de vidrio conectadas a un termómetro no parecen nada especial. Fernando, un joven investigador de la Universidad Autónoma de Madrid se acerca a explicar al curioso: "Son para demostrar que el calentamiento de la tierra se debe al dióxido de carbono". Las esferas están llenas de aire normal, pero en una, además, se introduce CO2. Ambas están conectadas a un termómetro que muestra que hay una diferencia de temperatura entre las dos esferas de 0,4 grados. "El agujero en la capa de ozono es problemático, pero no es el causante del calentamiento terrestre. El calentamiento se produce por el CO2, que es lo que quiere controlar Kioto, como demuestra este experimento”, explica Fernando. En el mismo stand se muestra una posible solución al Dióxido de Carbono: un motor que utiliza el hidrógeno del agua como combustible. El problema, explica Fernando, es que en la actualidad hace falta más energía para romper la molécula de agua y obtener el hidrógeno de la que se genera luego: "hay que investigar en catalizadores" (materiales que con un impulso eléctrico rompen la molécula de agua o que, al mezclar hidrógeno y oxígeno forman agua y consiguen electricidad), dice.

Jóvenes científicos

En la feria hay muchos jóvenes científicos mostrando sus trabajos, algunos de ellos en pleno proceso. En el stand de la Universidad Politécnica de Madrid un ingeniero de montes explica cómo está tratando de restaurar el hábitat del pez pardilla, autóctono del río Perales de Madrid. Entre otras cosas, su intención es criarlos en cautividad para hacer "un tratamiento de choque". Justo durante la feria los ejemplares con los que pretendía criar artificialmente han llegado a la fase del ciclo de la puesta. "Estoy estresadísimo, de aquí a la facultad y de la facultad aquí", cuenta con tono de estar orgulloso de su trabajo.

En la Real Sociedad de Física, Antonio realiza experimentos cada vez que un corrillo se reúne a su alrededor. En uno de ellos, un potentísimo imán atrae levemente un billete de 100 euros. ¿Por qué? "Yo creo que es porque la tinta debe tener algo de hierro, pero… no sé. ¿Alguien opina otra cosa?", pregunta a su público, "porque la ciencia es así, todo es provisional hasta que encuentras una respuesta mejor", explica Antonio, que no sólo hace experimentos divulgativos, sino que también intenta inculcar en su público el espíritu científico.

 

Determinado genéticamente
Pedro Serena es investigador en Nanotecnología del CSIC. Durante cuatro días cambia su despacho en Cantoblanco (Madrid) por el pabellón tres de IFEMA. El domingo por la tarde dio una breve charla sobre su campo de investigación, la manipulación de elementos de menor tamaño que el átomo, la Nanociencia. Después se sometió a las preguntas de su variado público. La más esperada: “¿Llegaremos a los nanorobots?”, preguntó un joven. "No si es el submarino amarillo de los Beatles, pero seguramente sí si se trata de coger una máquina similar a un espermatozoide y modificarla para que en lugar de portar información genética lleve quimioterapia, y para que en lugar de oler y dirigirse al óvulo se dirija a células cancerígenas, por ejemplo", fue su respuesta. Acabada su conferencia, Dicyt le hizo una pregunta más: "¿Qué lleva a un científico investigador como usted a emplear su fin de semana en esta feria?", "Lo llevo en los genes", respondió él entre risas. La divulgación es fundamental para que la ciencia se comprenda y tenga un campo de cultivo, pero no todo el mundo vale para divulgar. "Yo tenía vocación de profesor de Secundaria, pero me quedé en la universidad", explica. Aunque hay grandes investigadores que no sirven para explicar, también gran parte del problema está en que "no se valora la divulgación", según Serena. "De unos 100 científicos que seremos en mi área, cuando llega la semana de la ciencia salimos como mucho 10 voluntarios, y si a final del año alguien tiene 50 publicaciones y otro 48, pero 10 charlas divulgativas, el que estará valorado será el de las 50 publicaciones".