Ciencia España , Salamanca, Martes, 07 de septiembre de 2004 a las 19:18

"Los científicos japoneses investigamos junto a las empresas para garantizar la rentabilidad de los resultados"

Entrevista a Yoshinobu Baba, premio Heinrich Emanuel Merck 2004

AVPR/DICYT A sus 46 años el profesor del Departamento de Química Médica de la Universidad de Tokushima en Japón, Yoshinobu Baba, sube con total tranquilidad a la tarima del auditorio de la Hospedería del Colegio Fonseca para recibir su primer reconocimiento internacional: el galardón Heinrich Emanuel Merck. Un importante premio que se suma a lo que podría definirse como un curriculum altamente rentable, ya que muy pocos investigadores que hayan dedicado tantos años de estudio y esfuerzo a la investigación básica pueden presumir de ser titulares de 35 patentes. Con ese mismo temple con el que recibió su premio responde a nuestras felicitaciones.

Imaginamos lo importante que debe ser para usted recibir el premio Merck, pero nos gustaría conocer cuál es la valoración que usted hace de este reconocimiento.

Se trata del primer galardón internacional que puedo incluir en mi curriculum. Hasta el momento, sólo había recibido premios de diversas entidades e instituciones japonesas, así que tiene un significado muy especial para mí, pero sobre todo será un impulso importante para el futuro de mi carrera.

Si echamos un vistazo a su curriculum, nos daremos cuenta de que éste es el sexto premio que recibe, pero lo que realmente llama la atención es el número de patentes conseguido durante estos años de investigación. Nada menos que 35. ¿Es algo habitual entre los investigadores japoneses?

Bueno, hace unos diez años ningún investigador de ninguna universidad japonesa se hubiese planteado solicitar una patente. Contábamos con pequeñas subvenciones estatales que nos permitían trabajar. Ahora el sistema es mucho más exigente, y aunque se han incrementado las sumas dedicadas a la investigación, hay que garantizar los resultados. La mejor manera de justificar que el trabajo que realizamos en los laboratorios está dando sus frutos es adquiriendo una patente que asegure la explotación comercial de la inversión que se está realizando.

¿Es complicado, entonces, desarrollar investigación básica en su país?

Hace años, el Gobierno japonés decidió apoyar la investigación básica en las universidades. Una decisión importante. Pero, al igual que ocurre en otros ámbitos de la ciencia, quienes pretenden acceder a los planes nacionales de ayudas tienen que explicarle al cuerpo administrativo del Gobierno por qué debe financiarse su trabajo y para qué servirá. Desde mi punto de vista, ésta es una de las partes más duras del sistema, ya que nos obliga a realizar demasiados viajes a Tokio para resolver trámites administrativos. En definitiva, nos resta muchas horas de trabajo en los laboratorios.
Afortunadamente, en estos momentos cuento con una beca nacional de investigación que me permite contratar a alumnos de doctorado. Realizan un trabajo brillante en la mayor parte de los casos, aunque algunas veces también me enfado con ellos, generalmente por e-mail (risas).

El premio Merck que hoy ha recibido confirma la importancia que tienen actualmente las investigaciones en Genética y Biotecnología. El mérito que el jurado ha tenido en cuenta para concederle este premio es el artículo que usted publicó en marzo de este año, en el que se describe un método de descomposición de la cadena de ADN de una manera más rápida y eficaz que la utilizada hasta ahora. ¿Es la Genética el campo que centra el interés de sus investigaciones?

Aproximadamente. En estos momentos hay en Japón un interés por parte del Gobierno y de los sectores empresariales en potenciar la Biotecnología. Hay muy pocas empresas en Japón dedicadas a ello, menos incluso que en Europa. Así, una parte del sistema nacional de Investigación requiere que los científicos se adscriban a los programas que proponen las grandes compañías dedicadas a la Informática, la Electrónica o el sector audiovisual, algunas muy conocidas como Sony o Panasonic. Se trata garantizar la rentabilidad de nuestro trabajo, y ése es uno de los motivos por los que yo me encuentro desarrollando métodos de diagnóstico médico utilizando ingeniería genética. Estoy hablando de fabricar sistemas tecnológicos a partir de estos estudios, con una aplicación médica muy concreta. Por el momento, ya hemos diseñado una herramienta capaz de analizar, de forma precisa, la cantidad de glucosa y proteínas en sangre, aunque no estará en el mercado hasta dentro de tres o cinco años.

Las posibilidades que ofrecen las terapias genéticas son inmensas, y ello ha despertado los recelos de la opinión pública ¿Cuál es el criterio que, según usted, debe guiar a los investigadores?

Creo que en estos momentos los científicos estamos tomando conciencia, más que nunca, de la necesidad de aplicar criterios éticos en nuestro trabajo. Hay que seleccionar cuidadosamente las áreas de investigación y las de aplicación de nuestros descubrimientos. Pero se trata de decisiones muy complejas. Un buen ejemplo está relacionado con las investigaciones que estoy desarrollando en estos momentos. Diseñar métodos de diagnóstico para enfermedades implica decidir de antemano a qué enfermedades los queremos aplicar. Por lo general, las enfermedades que interesan a los investigadores no suelen coincidir con las de las que llaman la atención de las compañías que financian la investigación.