Ciencias Sociales España , Burgos, Martes, 20 de julio de 2010 a las 19:21

“Nuestro cerebro no es tan matemático como parece, se trata de un órgano muy emocional”

Manuel Martín- Loeches cierra el ciclo de conferencias de divulgación científica de la Cátedra TPS- CENIEH

Elena Rodríguez Montes/DICYT Manuel Martín- Loeches, profesor de Psicobiología de la Universidad Complutense de Madrid, será el encargado de clausurar mañana el ciclo de conferencias de la Cátedra Tomás Pascual Sanz- CENIEH. La conferencia de este neurocientífico, que también es responsable de la sección de neurociencia cognitiva del Centro Mixto UCM- ISCIII de evolución y comportamiento humanos, abordará la función social de nuestro cerebro, esto es, cómo reacciona este órgano ante los estímulos que le llegan de aquellas personas que nos rodean y con las que interactuamos. La conferencia tendrá lugar a las 19:00 horas en la Sala Polisón del Teatro Principal de Burgos. 

 

Pregunta: ¿Por qué es el cerebro un órgano social?
Respuesta: Porque, y aunque no esté confirmado y se trate de una hipótesis, una de las fuerzas más importantes que ha llevado al ser humano a ser distinto de otros animales es, seguramente, la fuerza de lo social. Nuestro cerebro ha ido evolucionando y se ha convertido en un órgano especializado en entender la mente de los otros y en trabajar para que los demás nos entiendan. Ahí está la clave que nos diferencia de otras especies animales.

 

P: ¿Siempre somos conscientes de esa función social que cumple nuestro cerebro?
R: La verdad es que continuamente estamos conectando con las mentes de otras personas, yo diría que las 24 horas del día, salvo cuando estamos durmiendo. Por ejemplo, cuando nos levantamos y nos arreglamos por las mañanas estamos pensando en cómo nos van a ver los demás. No solamente lo hacemos para nosotros mismos, porque ya sabemos cómo somos. Nos preocupamos por la imagen que reflejamos en los demás y por lo que puedan pensar sobre nosotros. Prácticamente en todos los momentos cotidianos existe una implicación social muy evidente o en un segundo plano, pero también muy importante.

 

P: ¿Qué aspectos clave abordará en su conferencia?
R: El tema es muy amplio, por lo que me he centrado en una serie de datos para mostrar lo mucho que nos afecta la mente de los demás. Nuestro cerebro está especializado en leer la mente de aquéllos que nos rodean y al ejecutar ese análisis resulta afectado. Esta afirmación queda demostrada con resonancias funcionales en las que apreciamos las reacciones de nuestro cerebro ante las expresiones que nos brindan los demás, ante lo que pueden estar pensando o ante sus intenciones. De esta forma observamos cómo distintas zonas del cerebro se van activando en función de lo que creemos que el otro está pensando, y ya le digo, hablo de evidencias experimentales muy fuertes.

 

P: ¿De qué otras formas nos influyen los demás?
R: Nos afectan muchas otras cosas al margen de lo social: los colores, el tamaño de los objetos, etc. Nuestro cerebro se ha convertido en un sensor tan sensible, valga la redundancia, ante todo lo que lo rodea, que se confirma como un órgano muy vulnerable ante los estímulos que recibe del exterior.

 

P: Se rompe así la imagen de órgano racional y al margen de sentimientos con la que se asocia al cerebro...
R: Eso está ya desmitificado, bueno no totalmente porque nunca se podrán eliminar ciertas evidencias, pero sí es así en parte: esa mente tan racional y ese cerebro tan matemático que tenemos, a la hora de la verdad queda demostrado que no es tal y que en realidad es muy vulnerable, muy sensible, muy emocional y muy afectable como comprobamos constantemente en nuestra vida cotidiana aunque no siempre seamos conscientes de ello.

 

P: ¿A qué reacciona nuestro cerebro mientras nosotros no nos damos cuenta?
R: Un ejemplo muy claro lo encontramos en la propaganda que vemos por la televisión. Esos mensajes están dirigidos a unas mentes que para nada razonan, que se dejan influenciar por lo que les dicen, la forma en la que les cuentan una historia y las imágenes que la acompañan. En definitiva, una mente muy susceptible, por lo que racionales al final no lo somos tanto o no únicamente. Racionales, sí, pero a la par muy emocionales.

 

P: ¿Qué datos científicos avalan esta vulnerabilidad del cerebro?
R: Hay muchísimos estímulos sutiles de los que no somos conscientes, como por ejemplo la parte blanca de los ojos de otra persona, la manera en la que está dispuesta y la expresión que nos muestra en cada momento. Nos afectan muchos detalles que vemos en las caras y en los cuerpos de los demás de los que no somos conscientes. En nuestros estudios, le hemos preguntado a la gente con la que hemos trabajado si ha sido consciente de haberse fijado en el tamaño de la pupila de otra persona, o en la forma en la que estaba dispuesto el blanco ocular y el iris y nos han respondido que no. Sin embargo, su cerebro ha estado reaccionando y esas reacciones no son reacciones vacías, sino que influyen en el estado emocional de la persona que lo está viendo aunque sea inconsciente de ello.

 

P: ¿Me está diciendo que reaccionamos ante el blanco ocular de otra persona?
R: Sí, totalmente, es sorprendente, pero es cierto. Hay evidencias experimentales que lo demuestran de forma clara. En la vida cotidiana, cuando estamos hablando con cualquier persona, movimientos de los ojos, disposiciones del blanco de los ojos o expresiones de la cara, muy breves, de muy pocos segundos que no somos conscientes de percibir, nuestro cerebro las detecta. Entonces, se activan los circuitos cerebrales emocionales generando sensaciones que al final cambian nuestra forma de pensar, de ver las cosas y de razonar en definitiva.

 

P: Vamos, que con una mirada pueden estar marcando nuestro comportamiento posterior.
R: Hay miradas que matan, pero hay muchas miradas que sin llegar a matar lo que hacen es influir, eso es cierto.

 

P: Las investigaciones actuales en este sentido, por qué camino van y a qué tipo de conclusiones están llegando.
R: Yo he trabajado mucho con las expresiones de ánimo. Los gritos de aliento que se emplean, por ejemplo, en el deporte como ¡ánimo!, ¡adelante!, e incluso también las expresiones de desánimo, hemos comprobado que sí que afectan al cerebro. Estas conclusiones las publicamos el año pasado en un estudio en el explicábamos que influyen en este órgano de una manera clara y fuerte y que ocasionan reacciones emocionales de las no siempre nos percatamos. E incluso pueden llegar a afectar a nuestro sistema visual: cuando el sujeto está haciendo una tarea visual como atender a la forma, el color o la posición de los objetos, algunas de estas percepciones se ven mejoradas con expresiones de ánimo que consiguen acelerar ciertos procesos.

 

P: En resumen, que animar a tu equipo favorito resulta realmente efectivo.
R: Demostrado científicamente. La pregunta surge así, ¿cómo es posible que un ser humano, tan racional, recorra cientos o miles de km para animar a su equipo? ¿realmente esto sirve para algo o es que somos una especie un poco tonta? Pues sí, hay causa- efecto y lo comprobamos. Hay muchos experimentos de este estilo que demuestran lo vulnerable que es nuestra mente, para bien o para mal.

 

P: O sea, que los españoles que se han ido hasta Sudáfrica, que sepan que han hecho una buena obra con resultados, ¿no?
R: (Ríe) Sí, han cumplido con su deber.