Alimentación España , Ávila, Martes, 08 de marzo de 2005 a las 15:35

Un profesor de la Católica de Ávila investiga la mejora genética de los olmos para resistir la grafiosis

Juan Carlos López Almansa descubre un subgrupo de estos árboles importados hace 2.000 años desde Italia con caracerísticas propias

Eduardo Cantalapiedra/DICYT Juan Carlos López Almansa, profesor de la Universidad Católica de Ávila, ha recibido el premio extraordinario de doctorado de la Escuela Superior de Ingenieros de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid por su tesis Biología de la reproducción en Ulmus minor Mill y sus híbridos en España. Un trabajo, financiado por el Ministerio de Medio Ambiente, que ha sido realizado en el marco del programa español de conservación y mejora genética del olmo frente a la grafiosis, enfermedad que afecta a los olmos y que ha mermado su población en Europa.

 

Esta patología es producida por un hongo que penetra en el árbol y se transmite por un pequeño escarabajo, que afecta al sistema bascular del olmo, es decir, a los vasos que llevan la savia. Para luchar contra ella existe un programa de mejora genética cuyo objetivo es lograr que los olmos sean más resistentes a la misma. Para ello es necesario cruzar pólenes de diferentes ejemplares y obtener semillas. Luego se le inyecta el hongo y se comprueba si el individuo muere o no, o si se marchita su hoja o no. Y así generación tras generación se va mejorando la especie. 

La idea original de esta investigación era introducir en olmos españoles genes de ejemplares asiáticos, resistentes a la grafiosis, ya que es allí donde tuvo su origen para llegar ya en los años veinte a Europa. "Nuestra intención era introducir características de resistencia genética procedente de esos individuos asiáticos mediante su cruce, un programa, no obstante, que es muy lento y que tras 20 años de investigación está dando en la actualidad los primeros resultados", comenta a DICYT López Almansa, quien asegura que "se comprobó que había cruces que no se podían realizar y, sobre todo, que había ejemplares que no daban semilla sin ninguna razón aparente. De ahí que el catedrático Luis Gil me propusiera la idea de estudiar la biología reproductiva de estos olmos. Han sido cuatro años de duro trabajo". 

 

Así, el profesor de la Católica de Ávila descubrió que existen una serie de ejemplares de olmos que no producen semilla o en lo que se produce un aborto esta. Se hizo un estudio anatómico histológico, "y encontré que, por una serie de cuestiones embrionarias, un determinado grupo de árboles no producen semillas. Posteriormente se ha descubierto que esos olmos que no dan semilla son clones muy próximos y proceden de Italia". La hipótesis que se maneja, según Juan Carlos López Almansa, es que estos ejemplares fueron introducidos por los romanos para el soporte de vides.

 

Estos olmos han sido objeto de análisis genéticos de ADN, a raíz de los cuales se cree que fue el botánico gaditano Columella el que, en el siglo I, introdujo estos olmos en España procedentes del Lacio, donde vivió largas temporadas. Su extensión por el territorio español se produjo a partir de esos ejemplares.

 

Pero pese a que no producen semilla, estos individuos han subsistido hasta nuestros días gracias a que pueden reproducirse vegetativamente mediante rebrotes de raíces. Además, tienen un crecimiento más rápido y son árboles más grandes, con mayor número de pies por cada clon, lo que les facilita la producción de mucho más polen, lo que también les permite reproducirse por este sistema. "En definitiva, hemos descubierto que hay pies hermafroditas, que corresponden a los olmos españoles, que se reproducen tanto por semilla como por polen, y luego están los ejemplares italianos, que se reproducen vegetativamente, pero también mediante polen, y eso ha propiciado una serie de modificaciones en la estructura genética de las olmedas españolas, extendido al uso que de estos ejemplares ha hecho el hombre, que ha propiciado la extensión del genotipo italiano por gran parte de las olmedas de España", explica López Almansa. 

Por lo que respecta a las repercusiones prácticas de su estudio, el investigador abulense asegura que "el programa de mejora genética nos permite optimizar esfuerzos a la hora de realizar cruces controlados, puesto que sabemos que hay árboles que pueden usarse como progenitores femeninos y otros, que aunque tengan flor femenina, no pueden ser utilizados en la práctica. Cuando se consigan olmos resistentes a la grafiosis y se comercialicen para la repoblación de riberas y jardines habrá que tener en cuenta este hallazgo a la hora de restaurar la estructura genética natural de las poblaciones", subrraya. 

Desde el punto de vista científico, el estudio demuestra cómo el hombre ha modificado desde siempre las poblaciones vegetales, y que prácticamente no se puede hablar de bosques naturales. "Nos permite comprender cómo el hombre ha podido modificar incluso estructuras genéticas de los árboles", apunta López Almansa, que señala además que "las plantas generalmente son hermafroditas o, como mucho bioicas (con flores masculinas y femeninas). También puede haber pies hermafroditas y femeninos, pero lo contrario (pies masculinos y hermafroditas, es decir, androdioicos) era muy raro, de ahí que nuestro descubrimiento fuera bastante importante. Pero si ahora se demuestra que esta circunstancia se produce por un efecto no natural, concretamente por la intervención del hombre, pierde cierto interés científico prioritario". No obstante, este estudio demuestra cómo se pueden crear poblaciones funcionalmente androdioicas como resultado del uso antrópico de una especie de hace 2.000 años.

 

La enfermedad holandesa

La grafiosis viene producida por el hongo ceratocystis ulmi. Ya en 1919 produjo estragos entre la población de olmos holandesa por lo que a esta enfermedad del olmo se la conoce también como la enfermedad holandesa del olmo, y en los años 30 se había extendido por toda Europa, llegando a la península Ibérica. En décadas posteriores prácticamente desaparece y no cobra importancia hasta la década de los 60, donde reaparece con especial virulencia originando la muerte de millones de árboles. En la península penetra por los Pirineos en los años 80, extendiéndose rápidamente por toda  el territorio. En 1981 es detectada en Asturias, y desde entonces ha afectado a prácticamente la totalidad de los olmos maduros.

Los agentes propagadores de este hongo tan dañino son unos pequeños insectos, scolytus scolytus y scolytus multistriatus, que apenas miden 7 y 3'5 milímetros respectivamente. Estos insectos están asociados de siempre al olmo, donde viven y se reproducen. Después de pasar la etapa de pupas los insectos ya adultos vuelan en busca de otro olmo transportando esporas del hongo, que de esta manera va a infectar nuevos ejemplares.

El primer signo de la grafiosis aparece como un súbito marchitarse de las hojas en algunas ramas o en todo el árbol. Las hojas afectadas se rizan y amarillean primero, pasando a marrones y cayendo del árbol. El proceso puede durar desde pocas semanas a más de un año.