Salud España , Zamora, Viernes, 30 de enero de 2009 a las 11:33

Un programa de terapia no farmacológica ayuda a mejorar la calidad de vida de los enfermos de Alzheimer

El director y la psicóloga de la Asociación de Familiares de Alzheimer de Zamora han ideado el proyecto, basado en el famoso concurso televisivo ‘Un, dos, tres’

BBG/DICYT Un, dos, tres…a recordar esta vez es el proyecto puesto en marcha por Manuel Figueruelo, director de la Asociación de Familiares Alzheimer en Zamora, y su compañera, María Rodríguez, psicóloga del Centro de Día Ciudad Jardín de la capital. Tras un arduo trabajo conjunto de cuatro años, ambos han conseguido elaborar un completo juego que simula el mítico concurso televisivo de Chicho Ibáñez Serrador, adaptado a las personas con la enfermedad de Alzheimer.

 

“La idea surgió motivados por nuestro interés en mejorar los efectos que podemos producir sobre el deterioro de los enfermos. Centros como en el que trabajamos pretenden tener una orientación terapéutica, además de su utilidad en el sentido de respiro para el familiar”, explica el director de la asociación. “Pensamos que es vital que los enfermos conserven las capacidades tanto cognitivas como funcionales y nos encontramos con la dificultad de romper la monotonía y mantener la motivación de las terapias no farmacológicas con las que se suele trabajar”, añade.

 

Es así como se dieron los primeros pasos de ‘Un, dos, tres… a recordar esta vez’. Realizada la estructura, con las partes del concurso, las reglas para los participantes, las tandas de preguntas y pruebas según los niveles de deterioro de los concursantes y los roles de cada persona implicada en el juego, desde azafatas hasta público, se llevó a cabo el concurso en el propio centro de Zamora. “En la primera parte se trabajan las áreas cognitivas, que tienen que ver con la atención, la memoria, el lenguaje o el cálculo”, explica la psicóloga del centro. Los concursantes son tres parejas que tienen que responder a una serie de preguntas, según el grado degenerativo en el que se encuentren.

 

La segunda parte, conocida en el concurso televisivo como la subasta, “se enfoca más a actividades, donde se trabaja todo lo que tienen que ver con la movilidad, la funcionalidad o la psicomotricidad”, enumera Rodríguez. Aquí los participantes tienen que simular situaciones como tender la ropa, hacer la compra o superar un circuito con obstáculos hasta alcanzar una meta.

 

“Observamos que realmente respondían fenomenal, pasaban un rato agradable y su rendimiento era bueno. Incluso había personas que en otro tipo de talleres costaba que se implicaran, pero que en esta actividad daban una buena respuesta”, recuerda Figueruelo. “Todo esto nos animó a darle más forma, revisarlo, mejorarlo y buscar el modo de confirmar que los resultados no eran simples apreciaciones subjetivas nuestras”, explica.

 

Ese fue el empujón definitivo para que diseñaran una investigación que avalara esta percepción. Durante cuarenta y cinco sesiones trabajaron con tres grupos de seis personas, cada uno de los cuales recibía un tipo de estimulación distinta. Mientras que unos participaban activamente en el nuevo concurso, otros lo hacían en terapias tradicionales y los últimos no recibían tratamiento alguno en ese periodo. Cuatro meses después, llegaron los resultados.

 

“Partíamos de una escala diseñada por nosotros mismos para evaluar aspectos más cualitativos, como la atención o la motivación. Tras la investigación, vimos que el primer grupo no sólo había mantenido sus capacidades, como ocurre con otras terapias no farmacológicas tradicionales, sino que existía una cierta mejoría, algo muy sutil, pero ahí estaba”, comenta María Rodríguez. Estos pacientes tuvieron una mejora significativa tanto en el rendimiento cognitivo como en el aspecto conductual.

 

La mejoría en el estado anímico con respecto a los otros dos grupos también fue palpable. “Lo que también permite esta actividad es que el enfermo se sienta útil, exitoso, contento y competente. Es decir, recupera sentimientos que a todas las personas nos hacen sentirnos bien e influyen en nuestra autoestima. La actividad en sí misma permite que todos estos sentimientos afloren y contribuyen a la predisposición del enfermo. Se trata de sensaciones que están perdidas dentro de lo que es la demencia y eso es importante, porque significa también una mejora en la calidad de vida”, apunta Figueruelo.

 

Una novedad interesante en este programa de estimulación, que cuenta con el beneplácito del propio Ibáñez Serrador, es la capacidad para trabajar con varias áreas al mismo tiempo. “Las actividades que están dentro de la terapia no farmacológica suelen centrarse en un área de trabajo. Pero este programa permite trabajar todas las capacidades en una misma sesión, lo cual es un beneficio, porque requiere por parte del enfermo una concentración mayor y es más exigente a nivel cognitivo”, relata el director del centro. “La innovación y la frescura que introducimos está en el abordar múltiples áreas, es algo totalmente nuevo. Además, está el aspecto lúdico y el ambiente significativo, aparte de la interacción social que se crea”, añade.

 

Este ambiente social que se crea durante el concurso “ayuda a que los enfermos se alimenten y retroalimenten al trabajar en grupo. Estamos hablando de personas con una demencia que vienen a un centro terapéutico a recibir estimulación, pero no tienen conciencia de su enfermedad, así que menos van a tener conciencia de recibir un tratamiento”, completa María Rodríguez.

 

Los creadores de ‘Un, dos, tres… a recordar esta vez’, vistos los resultados y el interés de otros profesionales, están inmersos ahora en buscar un patrocinador y dar las últimas pinceladas para conseguir un formato definitivo a esta terapia, con más preguntas, actividades, manuales de uso y material de estimulación, para darlo a conocer a otros centros que atienden a enfermos de Alzheimer. “Queremos que sea un material asequible y que todo el mundo que quiera trabajar con él pueda ponerlo en marcha”, confiesa Figueruelo.