Ciencias Sociales Argentina , Argentina, Martes, 18 de octubre de 2016 a las 16:13

Un sonido de 70 millones de años

Investigadores del CONICET descubrieron el registro más antiguo conocido hasta ahora del aparato fonador de las aves. Este hallazgo fue publicado en la revista 'Nature'

CONICET/DICYT Los registros fósiles muestran que las aves que se conocen hoy en día descienden de los dinosaurios. A pesar de la lejanía temporal estas especies tienen esqueletos muy similares, e incluso comparten ciertos comportamientos reproductivos, entre otros aspectos. Sin embargo, poco se sabía de los sonidos que emitían los animales prehistóricos hasta el reciente hallazgo del primer aparato fonador – llamado siringe – de 70 millones de años que llegó hasta estos días.

 

Por primera vez, en la Isla Vega en la Antártida Argentina, se encontraron fósiles de la especie Vegavis iaai, un animal similar al actual pato, que muestran que la compleja vocalización de las aves ya se había desarrollado a fines de la era de los dinosaurios. Este descubrimiento fue recientemente publicado en la prestigiosa revista Nature y tiene entre sus autores a varios investigadores y profesionales del CONICET.

 

“Es muy difícil que se conserve un fósil de un ave porque tienen huesos huecos y frágiles, una característica relacionada al vuelo. Encontrar un ave fósil es infrecuente, más aún recuperar gran parte del esqueleto y en este caso es todavía más inusual porque descubrimos parte de su anatomía blanda. Lo fascinante es que este nuevo hallazgo, aparte de los huesos, brinda información sobre la estructura y función de la siringe, la región de la tráquea que producía sonidos. Esto nos informa sobre el comportamiento de estas aves, ya que da cuenta de que hace 70 millones de años ya se comunicaban entre sí de manera compleja”, explica Fernando Novas, investigador principal del CONICET en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN, CONICET) y uno de los autores del trabajo.

 

Vegavis iaai era una especie de ave anseriformes que vivió en Antártida durante el Período Cretácico Superior, entre unos 65 y 70 millones de años atrás. Era de tamaño pequeño –50 cm de largo- y pesaba cerca de 1.5 Kg. Sus restos fueron descubiertos en 1992 en el Cabo Lamb de la Isla Vega y descriptos como una nueva especie en 2005 por un equipo liderado por Julia Clarke, de la Universidad de Texas, Estados Unidos. Por sus características anatómicas presenta un parecido con los somormujos, una especie de pato moderno que habita en Europa, Asia y África.

 

“El esqueleto se encontró en una exploración del Instituto Antártico Argentino (IAA). Luego Marcelo Isasi, profesional adjunto del CONICET, hizo un trabajo excepcional preparando el fósil, es decir, eliminando la roca para descubrir los huesos y luego viajó a la Universidad de Texas, EE. UU., donde el equipo de Julia Clarke escaneó los fósiles en un tomógrafo de alta resolución y lograron reconocer claramente los anillos que forman parte de la siringe. Ahí se abrió la posibilidad de estudiar algo que no imaginábamos que estaba preservado”, agrega Federico Agnolin, investigador en el MACN y otro de los autores.

 

Algunas especies, como los humanos y los vertebrados terrestres tienen una traquea que cuando llega a los pulmones se divide en los bronquios. En el caso de las aves en la bifurcación, en la base de la traquea, se desarrollan anillos mineralizados característicos con una musculatura especializada y con membranas que conectan esos anillos. Esa estructura, en conjunto, se denomina siringe. Ese acortamiento, alargamiento, modificación de las paredes, contracción y relajación de músculos forma el aparato sonoro que le permite a las aves emitir sonidos complejos.

 

Por el parecido de la siringe encontrada del Vegavis iaai con la de los patos actuales, los investigadores sostienen que emitía graznidos que podrían haber sido parecidos a los ‘cuak cuak’ de sus parientes vivientes. Este órgano les permitía emitir sonidos complejos para hacerse oír, defender el territorio o conseguir pareja y lo utilizaban de la misma manera que las aves actuales.

 

Novas explica que en los hallazgos que se hicieron de dinosaurios y otras aves primitivas no quedó preservada la siringe. Al no tener un registro de la tráquea asociada con los esqueletos de los dinosaurios, es muy probable que estos animales no hayan tenido una siringe, ya que la misma es estructura mineralizada capaz de fosilizarse. Los investigadores presumen que los dinosaurios emitían sonidos pero lo hacían a la altura de la laringe como los humanos, en la parte alta cerca de la boca, y que la siringe es una especialización que se desarrolló tardíamente en la evolución de las aves.

 

Agnolin aclara que otro de los aspectos por los que este espécimen es un hallazgo de gran importancia biológica es porque trae luz sobre los orígenes de las aves modernas. Demuestra que hay varios grupos de aves, entre ellos los patos, que ya estaban presentes hace 70 millones de años y por lo tanto convivieron con los dinosaurios. Cuando estudiaron el Vegavis iaai vieron que el esqueleto tenía características de un animal buceador y que podía tolerar gran tiempo bajo el agua, lo cual indica que ya estaba adaptado para vivir en este medio.

 

“En el Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN desde hace varios años estamos investigando la evolución de los dinosaurios desde sus orígenes hasta la aparición de los dinosaurios voladores: las aves.

 

Hemos contribuido con hallazgos de varios “eslabones perdidos” entre dinosaurios y aves, y hemos aportado interpretaciones novedosas acerca de la adquisición del vuelo. Este trabajo viene a coronar los esfuerzos que estuvimos realizando en cooperación con personal del IAA en búsqueda de las evidencias de la evolución de los dinosaurios en la Antártida”, concluye Novas.