Alimentación España , Palencia, Miércoles, 01 de marzo de 2017 a las 10:50

Una herramienta predice la producción de los bosques de pino carrasco a partir de factores ambientales

Los datos generados permiten planificar las actuaciones selvícolas más apropiadas a llevar a cabo para optimizar su crecimiento y asegurar su gestión sostenible

Cristina G. Pedraz/DICYT Un grupo de investigadores del Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible (iuFOR), centro mixto del CIFOR-INIA y la Escuela de Ingenierías Agrarias de la Universidad de Valladolid, situado en el Campus de Palencia, ha desarrollado una herramienta que permite a los gestores predecir la producción de los bosques de pino carrasco a partir de variables relacionadas con el clima, los suelos y la forma del terreno.


Para construir la herramienta, un modelo que integra cuatro variables de carácter ambiental, los investigadores se han centrado en una especie concreta, el pino carrasco (Pinus halepensis Mill.) una especie mediterránea, muy resistente a la aridez y muy poco exigente en nutrientes, por lo que ha sido ampliamente utilizada en repoblaciones en suelos degradados en regiones áridas y semiáridas como Castilla y León, donde ocupa una superficie aproximada de unas 24.000 hectáreas.


Como detalla a DiCYT una de las autoras del trabajo, Teresa de los Bueis, es la especie que, junto con el pino piñonero, puebla mayoritariamente las laderas secas de los páramos de Valladolid y Palencia. Estos terrenos, originariamente poblados por especies como la encina o el quejigo, fueron pastoreados o roturados para establecer cultivos que finalmente fueron abandonados. Entonces surgieron importantes problemas de erosión, especialmente en aquellos terrenos con altas pendientes. El pino carrasco fue la especie elegida para proteger y mejorar estos suelos, y hoy en día encinas y quejigos están comenzando a crecer bajo la protección de estos pinares.


Para el desarrollo del modelo se estudiaron 33 plantaciones de pino carrasco en Castilla y León. En todas ellas se analizaron 57 variables relacionadas con el clima, los suelos y la forma del terreno y mediante un método estadístico de clasificación se buscó aquella combinación que mejor predecía la productividad de esta especie.


La disponibilidad hídrica, el principal limitante


El equipo comprobó que, en los ecosistemas mediterráneos, el principal limitante para el crecimiento vegetal es la disponibilidad hídrica. “Ésta no solamente viene determinada por el régimen de precipitaciones y temperaturas, sino por otros parámetros que guardan relación con la capacidad de los suelos de infiltrar y retener el agua haciéndolo disponible para las plantas”, apunta de los Bueis.


Por ello, el modelo finalmente seleccionado incluyó tres variables relacionadas con la disponibilidad hídrica (el índice hídrico anual -que integra información de temperaturas y precipitación-, la pendiente -responsable de que el terreno sea capaz de infiltrar el agua de las precipitaciones o que, por el contrario, se pierda ladera abajo- y la porosidad del suelo -responsable tanto de la infiltración del agua en el suelo como de su retención en la zona próxima a las raíces-) y una variable relacionada con la disponibilidad de nitrógeno, debido a que estos ecosistemas habitualmente sufren carencias en este nutriente. Con el modelo desarrollado se consiguieron un 63% de clasificaciones correctas.


“El conocimiento acerca de la productividad de los bosques de pino carrasco permite planificar las actuaciones selvícolas más apropiadas a llevar a cabo para optimizar su crecimiento y asegurar su gestión sostenible”, asegura la experta, quien avanza que el siguiente paso en relación a este trabajo se centraría en analizar la validez del modelo desarrollado fuera del área de estudio y determinar su aplicabilidad en otras zonas del área mediterránea.

 

 

 

Referencia bibliográfica
Bueis, T., Bravo, F., Pando, V., y Turrión, M. B. (2017). “Site factors as predictors for Pinus halepensis Mill. productivity in Spanish plantations”. Annals of Forest Science, 74(1), 6. doi:10.1007/s13595-016-0609-7