Salud México , México, Miércoles, 18 de marzo de 2009 a las 20:22

Juntos, pero no revueltos: dos vectores de Chagas conviven sin aparearse desde hace millones de años

El descubrimiento en México y Guatemala de dos subespecies del insecto que transmite la enfermedad parasitaria podría traducirse en mejores medidas de control del vector

Eva Aguilar/DICYT La especie Triatoma dimidiata, uno de los principales responsables de la transmisión de la enfermedad de Chagas en Mesoamérica, podría no ser sólo un grupo de insectos, sino un complejo de subespecies diferenciadas genéticamente con algunas de ellas viviendo en armonía sin aparearse, según se desprende de un estudio publicado recientemente. La investigación revela que dos potenciales subespecies del vector encontradas en México y Guatemala evolucionaron por caminos separados por lo menos hace dos millones de años, lo que obligaría a revisar las medidas de control de Triatoma dimidiata en América Latina, una región en la que aproximadamente 10 millones de personas padecen la enfermedad parasitaria. 

 

Los resultados de la investigación, llevada a cabo por investigadores de Estados Unidos, México y Guatemala, fue publicada el pasado 9 de marzo en la revista electrónica PLoS Neglected Tropical Diseases. Los autores utilizaron material genético obtenido del núcleo y las mitocondrias de las células de los insectos, para diferenciar poblaciones de Triatoma dimidiata que taxonómicamente lucen iguales.

 

“En base a los datos genéticos que obtuvimos, consideramos que los dos grupos taxonómicos están separados desde hace 2 a 5 millones de años”, explicó a DiCYT Eric Dumonteil, de la Universidad Autónoma de Yucatán (México) y uno de los autores del estudio. “El análisis de las secuencias de DNA nos proporciona el número promedio de mutaciones que distinguen a las dos 'especies', y tomando en cuenta las estimaciones de las tasas de mutaciones, se puede estimar el tiempo de divergencia o de separación”.

 

El Triatoma dimidiata adquiere el parásito que produce la enfermedad de Chagas de animales y personas infectadas. El insecto no inyecta el parásito directamente con su picadura, sino que lo hace a través de las heces que deposita sobre la herida abierta en la piel. Una vez el parásito (Trypanosoma cruzi) entra en el torrente sanguíneo, son múltiples los efectos que causa en la persona: desde trastornos cutáneos hasta anorexia. En su fase crónica, la enfermedad afecta el sistema nervioso, el sistema digestivo y el corazón, causando trastornos neurológicos, la dilatación del tracto digestivo y la pérdida de peso, así como severos daños al músculo cardíaco. Esto último es lo que termina por matar a la persona si no recibe atención médica.

 

Nuevas subespecies, distintos comportamientos

 

La enfermedad de Chagas está considerada como una “enfermedad olvidada” porque afecta principalmente a las poblaciones rurales más pobres del mundo en vías de desarrollo; sólo en América unas 200 mil personas la adquieren cada año. Actualmente no existen tratamientos efectivos ni vacunas contra la enfermedad, si bien en algunos países de América del Sur su expansión se ha contenido gracias al uso de insecticidas en las casas y entornos rurales.

 

De acuerdo con los investigadores del nuevo estudio, especies o subespecies de Triatoma dimidiata que hasta el momento se consideraban una sola, pueden diferir en la forma y en la eficiencia con la que transmiten el parásito que produce la enfermedad.

 

T. dimidiata presenta una extensa diversidad de comportamientos, lo que influye en su capacidad vectorial. Posiblemente esta diversidad se deba, al menos en parte, a las características genéticas de los insectos, aunque todavía esta relación no queda clara. El diseño de las estrategias de control tiene que adaptarse a cada uno de estos comportamientos por lo que identificar los diferentes grupos genéticos (o especies) representa el primer paso para poder evaluar la capacidad vectorial de cada uno y sus posibles diferencias”, señala Dumonteil.

 

Aunque la investigación parece sugerir claramente que hay dos subespecies de T. dimidiata –los autores proponen incluso los nombres de estas nuevas subespecies– conviviendo juntas en México y Guatemala, los investigadores señalan en el artículo que el estudio de una mayor cantidad de secuencias genéticas será necesario para comprobar dicha diferenciación.

 

“Un punto clave del estudio es que demostramos que la separación de los insectos en diferentes grupos (o subespecies) depende de manera muy importante de un gen (ITS2 o CytB) utilizado en el análisis”, explica Eric Dumonteil. “Por lo tanto, una clasificación definitiva en (sub) especies debe basarse en el conjunto de la información de varios genes, así como de datos fenotípicos, y sería erróneo proponer una nueva clasificación antes de analizar de manera integral toda esta información”.