Alimentación España , Valladolid, Martes, 09 de febrero de 2010 a las 16:39

“La intensidad de un terremoto puede ser dos o tres grados mayor dependiendo de la geología del terreno”

El profesor de Geomorfología y Geofísica de la Universidad de Salamanca Pablo Silva imparte hoy una conferencia en el Museo de la Ciencia de Valladolid

CGP/DICYT Un terremoto tiene un único valor de magnitud, que es el tamaño físico de la energía liberada, pero su intensidad (cómo es sentido) puede variar dependiendo de diversos factores, como la geología del terreno en que se produce. Éste será uno de los aspectos que abordará Pablo Silva Barroso, profesor de Geomorfología y Geofísica de la Universidad de Salamanca, quien imparte hoy a partir de las 19 horas en el Museo de la Ciencia de Valladolid la conferencia Terremotos: el pulso de la Tierra y su impacto en la sociedad.

 

Tal y como ha avanzado el experto en declaraciones a DiCYT, aprovechando lo sucedido en Haití se tratarán los desencadenantes naturales que originan un terremoto, como es la propia sismicidad, así como los no naturales basados “en la mala calidad de las edificaciones o en el efecto de amplificación del terremoto”, razón por la cuál la intensidad puede incrementarse en varios grados. En este sentido, ha precisado que en Haití “se conjugaron una serie de efectos naturales que no se pueden evitar y otros no naturales que, si se hubieran previsto, la catástrofe no hubiera sido de tal tamaño”.

 

El profesor detallará durante la conferencia cuáles son las escalas de magnitud e intensidades que se utilizan para medir los tamaños de los terremotos y los efectos que condicionan su intensidad, que es “cómo lo sienten las personas, lo que sucede con las edificaciones y los efectos sobre el terreno” en relación “de lo cerca que esté el epicentro o del tipo de materiales geológicos sobre los que estén edificadas las poblaciones”.

 

Efecto amplificador

 

La geología del terreno es clave para que se produzca el denominado “efecto amplificador” del terremoto. “No es lo mismo tener una casa construida sobre roca firme que sobre un relleno artificial”, explica Silva, quien pone el ejemplo de México. “Los españoles rellenamos las lagunas que allí había para edificar la ciudad y en el terremoto de 1985 todos los edificios que estaban dentro de esa zona sufrieron grandes daños, mientras que a escasos 30 o 40 metros a los construidos sobre roca no les pasó nada”.

 

Del mismo modo, un relleno natural de una bahía o un delta cuentan con materiales sin cimentar y mucha agua, por lo que “la falta de compactación del terreno amplifica el terremoto”. Algo similar sucede en zonas litorales y en vegas fluviales, donde “las ondas sísmicas se amplifican al entrar en esos materiales, y el resultado es que la intensidad es mayor”.

 

El profesor se centrará también en los niveles de sismicidad actuales de la península Ibérica y en los últimos terremotos importantes ocurridos en la Región de Murcia, como son los de Mula (2000), Bullas (2002) y La Paca (2005). También recordará otros terremotos históricos como el Zamora (949), Carmona (1504), Lisboa (1775), Torrevieja, (1829), o Arenas del Rey, (1884); a la vez que repasará las nuevas disciplinas, la Paleosismología y la Arqueosismología, que han ayudado a sacar a la luz terremotos antiguos hasta ahora desconocidos. Todos estos terremotos tuvieron una intensidad de 10 (del orden de la de Haití) y una magnitud estimada entre 6’5, 6’9 o 7 grados. También en España, los grandes daños que se sufrieron se relacionaron con efectos de amplificación del terreno.

 

Escasa compactación de materiales y deslizamientos

 

La escasa compactación de materiales aumentó la intensidad del de Torrevieja, zona “que era un mar interior y que se rellenó en el siglo XVIL”, mientras que en el de Arenas del Rey se vieron implicados otros factores como “los deslizamientos del terreno”. En ese lugar los deslizamientos son activos también en la actualidad y cualquier sacudida sísmica “lo que hace es alimentar esos deslizamientos y activarlos”. “El nivel de sismicidad puede ser pequeño pero si hay otros procesos naturales éstos pueden causar un daño mayor que la propia sacudida sísmica”, advierte.

 

En el caso de Salamanca, por ejemplo, “si la zona fuera sísmicamente activa toda la parte de la ciudad que está construida en el valle sufriría una sacudida sísmica dos o tres grados superior a toda la parte alta que está construida sobre las rocas silíceas”, asegura el experto.