Alimentación España , León, Jueves, 18 de marzo de 2010 a las 15:46

El túnel del AVE de Pajares descubre materiales geológicos que reescriben la historia de la Península

El CSIC halla paleovalles al norte y sur del puerto que demuestran que Iberia emergía del mar hace 444 millones de años y una glaciación le alcanzó

Antonio Martín/DICYT Cuando el primer tren de alta velocidad atraviese Pajares por el túnel que se ha excavado en el puerto, los viajeros recorrerán valles glaciares de edades remotas desconocidos hasta ahora. Las aguas de inmensos glaciares (de hasta un kilómetro de altura) presionaron y erosionaron las rocas configurando estas formaciones geológicas hace 444 millones de años. La Ciencia había considerado que la actual Península Ibérica estaba sumergida en el mar en aquella época, pero una investigación del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) ha reescrito la historia. Rocas glaciares identificadas en Telledo (Asturias), Pontedo, Casares de Arbás y Viadango de Arbás (provincia de León) han permitido demostrar que esa parte estaba en superficie por aquel entonces y que fue afectada por una glaciación que desencadenó una extinción masiva de especies, mayor que la de los dinosaurios.
 

El hallazgo de este material comenzó por la inquietud del geólogo de la constructora del túnel de Pajares. Enrique Bernárdez encontró unas rocas extrañas y contactó con el también geólogo del CSIC Juan Carlos Gutiérrez-Marco. Las obras habían sacado a la luz depósitos glaciomarinos desconocidos en la Cordillera Cantábrica. "En 2006, publicamos en la Geogaceta de la Sociedad Geológica Española lo que encontramos en los sondeos realizados en Telledo y en Pontedo, pero no teníamos resuelta una pregunta que dejaba abierta la datación que realizaba la Geología oficial de la historia de la Península Ibérica, ¿por qué no existían lagunas en la sedimentación de material en esta zona", recuerda a DiCYT González-Marco.

 

Una investigación que acaba de ser publicado en Geology, la revista número uno de este sector del conocimiento, "el Nature de la Geología", recompone el lugar de la Península Ibérica en el Ordovícico Superior, como si se tratara de una nueva pieza de un puzle sobre la posición de las masas terrestres en la época en la que la vida en el planeta empezaba a colonizar la tierra desde el mar. "En la Cordillera Cantábrica existen materiales sedimentados de hasta 470 millones de años, pero no había testimonio de la etapa entre 443 hasta 470 millones de años, esto es, existían lo que denominamos como lagunas estratigráficas". Esos materiales de 470 millones de años se encuentran en la formación de Los Barrios de Luna (León) y la ausencia de testimonios del Ordovícico Medio y Superior, dos fases de uno de los periodos de la era Paleozoica, hicieron pensar a los investigadores que alguna circunstancia impidió la sedimentación de estos materiales.

 

El macrocontinente Gondwana y la Península Ibérica

 

En esos momentos, un macrocontinente denominada Gondwana (que albergaba los territorios de las actuales Sudamérica, África, Península Arábiga, India, parte de China y Australia), estaba situado en el Hemisferio Sur, entre el ecuador y el polo. Su posición era oblicua respecto a la actual, esto es, Australia estaba en zonas ecuatoriales y África y Arabia al sur. La Península Ibérica ocupaba zonas paleoartárticas, entre los 60 y 80 grados de latitud sur. Una glaciación originada al final del periodo geológico extendió los hielos a África y la Península Arábiga. El túnel del AVE ha puesto al descubierto que también alcanzó a la Península Ibérica, lo que desmonta la teoría que la situaba bajo el mar en ese tiempo. "Las glaciaciones se producen exclusivamente si existe tierra, como, por ejemplo y en la actualidad, en Groenlandia o la Antártida. Esto quiere decir que si existen sedimentos glaciomarinos en la Cordillera Cantábrica es que estaba sobre el nivel del mar", explica González-Marco.

 

Los paleovalles excavados por los glaciares que encontraron los investigadores están en superficie, en Viadangos de Arbás y, especialmente, en Casares de Arbás, "el más espectacular", según lo define el científico del CSIC. Piedras rasgadas por el hielo y listadas con marcas blancas, que confirman la compresión del peso del hielo y el arrastre de arcilla sobre estos carriles, demuestran la existencia de glaciares en la zona. Los científicos estiman que una capa de centenares de metros, hasta casi un kilómetro, se extendía en esa época sobre el actual norte de la provincia de León y el sur de la comunidad autónoma de Asturias. Hay que tener en cuenta que la Cordillera Cantábrica se formó mucho tiempo después, hace 300 millones de años, por un plegamiento varisco. "Además, es el primer hallazgo en Europa de la existencia de esta glaciación", apunta González-Marco.

 

Fósiles, otro testimonio

 

Los valles encontrados son formados por la acción del casquete glaciar y provocados por el drenaje interno y son muy diferentes a los creados por corrientes de agua en las zonas de montaña. Estos paleovalles se establecen por la acción del agua subglaciar. Junto con estos materiales inorgánicos, para confirmar la existencia de la glaciación en esta zona de Iberia, los investigadores aportaron otras pruebas: fósiles de esa edad. En la localidad de Valdeteja se encontraron restos de braquiópodos, animales marinos con dos valvas que han llegado hasta nuestros días. Estos seres estaban habituados a aguas frías y, cuando se produjo la glaciación y la posterior extinción masiva, colonizaron los espacios que habían dejado las especies extintas. Estos fósiles sólo se habían descrito antes en España en Almadén (Ciudad Real). "Con la descripción de estos organismos se pudo confirmar la existencia de estos paleovalles", explica González-Marcos. El trabajo de identificación de los fósiles se llevó a cabo con Enrique Villas, prestigioso paleontólogo de la Universidad de Zaragoza.

 

Esta investigación ha permitido también confirmar la tesis de la ubicación de las tierras emergidas de Iberia en el macrocontinente Gondwana. Estudios previos de González-Marco y autores británicos postulaban que su posición se encontraba frente a Libia y Egipto, en vez de la costa atlántica actual marroquí. Los fósiles ordovícicos ibéricos son muy similares a los encontrados en Libia, Argelia y la Península Arábiga. Además, como se sabe ahora que ocurrió en la Cordillera Cantábrica, todo el norte de África se cubrió de hielos en ese periodo geológico, en este caso con casquetes de entre uno y tres kilómetros.

 

Búsqueda de las morrenas

 

La investigación continúa ahora con la búsqueda de las morrenas de los glaciares que dejaron su huella en el territorio cantábrico, denominadas técnicamente tillitas. Esta búsqueda se realiza actualmente en la provincia de León y se prevén grandes resultados científicos. Según avanza González-Marco, "lo bueno está por llegar".

 

La gran extinción 
 
El periodo Ordovícico es considerado como "el momento en el que la vida empieza a colonizar la tierra", expone González-Marco. La conquista de las masas terrestres era aún incipiente, puesto que se estima que vida marina suponía el 99% del total. Surgen las primera plantas terrestres, musgos fundamentalmente y aparecen algunos artrópodos anfibios. Paralelamente, se produce otro fenómeno: "la gran biodiversificación animal. Los animales empiezan a utilizar diferentes estrategias para colonizar ambientes hasta ahora inexplorados, como el subsuelo marino". La vida es más compleja que en toda la historia de la Tierra previa. La temperatura del planeta es muy alta respecto a la actual, quizá por el efecto invernadero que ocasiona el CO2 (los niveles eran 15 veces superiores al momento presente). Y esta circunstancia desencadena una gran extinción, mayor incluso que la que se llevó a los dinosaurios hace 65 millones de años. "Se produce una corta pero intensa glaciación y desaparecen el 95% de los animales y las planta", rememora el experto del CSIC.