Ciencia España , Burgos, Jueves, 02 de diciembre de 2010 a las 13:59

Ciencia y Justicia: condenadas a entenderse

El profesor de la UBU Julio Pérez Gil publica un trabajo de investigación sobre las relaciones entre los dos ámbitos

Elena Rodríguez Montes/DICYT Todos hemos escuchado alguna vez, en la realidad o en la ficción, que el análisis de ADN permitió llegar al final de una investigación o que resultó determinante para el juez a la hora de decidir si un acusado era culpable o inocente. Más allá de lo que estamos acostumbrados a ver en series o películas de ficción, las pruebas científicas constituyen un instrumento más que importante del que disponen los jueces para fundamentar sus decisiones. El profesor de Derecho Procesal de la Universidad de Burgos, Julio Pérez Gil, ha coordinado un trabajo de investigación sobre la relación entre Ciencia y Justicia que ha recogido en el libro El conocimiento científico en el proceso civil. Ciencia y tecnología en tela de juicio.

 

Pregunta: Por qué decide emprender una investigación de estas características.
Respuesta: Un grupo de investigadores nos planteamos indagar qué ocurre cuando los jueces tienen que valorar algo que por definición se escapa de sus manos y que implica la utilización de conocimiento científico muy especializado. Los jueces saben de Derecho, pero no saben ni de Física, ni de Química, ni de análisis balísticos ni de ninguna otra materia técnica; no saben o no tienen por qué saberlo. Y entonces se da una paradoja: el que valora lo que dicen los expertos, no es experto y queríamos ver qué es lo que ocurre cuando se confrontan esos dos ámbitos: la Justicia y la Ciencia.

 

P: ¿Cómo diría que es la relación entre ambas?
R: Una relación necesaria en la que tiene que haber puentes de entendimiento. Hay quien dice que los científicos y los jueces tienen tareas similares, por ejemplo, ambos buscan lo que se considera verdadero en un determinado momento. Yo no comparto esta opinión, simplemente pienso que son ámbitos que se tienen que entender, que tienen que entrar en diálogo porque el juez a la hora de resolver necesita que el científico le aporte una visión concreta de los hechos sobre los que debe decidir. Pero siempre con la premisa de que la decisión final no le corresponde al científico sino al juez.

 

P: ¿Las pruebas científicas cada vez tienen más peso en los procesos judiciales?
R: Efectivamente, lo constatamos día a día. No es más que un reflejo de lo que ocurre en la sociedad en general. La ciencia y la tecnología cada vez asumen un papel más relevante y al fin y al cabo lo que se resuelve en los órganos jurisdiccionales son los problemas que se derivan de nuestra convivencia social. La cuestión es precisamente resolver. Alguien tiene que decidir si esto es blanco o negro y en ese contexto, cuando se aporta el conocimiento especializado, la resolución viene predeterminada por cómo se ha aportado ese conocimiento.

 

P: Entonces, la información que nos dejan las pruebas científicas puede resultar determinante a la hora de resolver un caso, algo que quizá hace años era impensable.
R: Sí, y esto nos lo intentan mostrar las películas o las series de televisión basadas en las formas de investigación criminal; no es una cuestión que nos ocupe a sólo los expertos. Existe un conocimiento general de que ciertos elementos nos llevan a acreditar determinados hechos como por ejemplo el ADN, que permite la identificación inequívoca de una persona dentro de un conjunto muy grande de población. Y esto forma parte ya del conocimiento general de la gente, lo sabemos, quizá no sepamos muy bien cómo funciona exactamente, pero sabemos que es un prueba útil ¿Cuál es el problema que se está dando? Pues que en ocasiones también pensamos que eso nos va a dar la respuesta definitiva sobre un caso y que el ADN va a contestar a todos nuestros interrogantes. En la ficción todo es muy fácil de averiguar y en el trascurso de un episodio de 50 minutos se resuelven un sinfín de casos. Eso no es tan sencillo en la realidad y se tiene que construir sobre indicios que debidamente encadenados conduzcan al convencimiento del juez.

 

P: Esas series y películas que nos hablan de pruebas científicas y de decisiones judiciales, ¿reflejan bien la realidad?
R: No, la respuesta como ves es inmediata. No por dos motivos. El primero porque el sistema de administración de justicia norteamericano sobre el que se basan es muy diferente al nuestro. Pero es que además a los propios norteamericanos, de donde proceden series del estilo CSI o Bones, también les parecen un poco peliculeras. De hecho los fiscales norteamericanos hablan del ‘efecto CSI’: los jurados están esperando unas demostraciones como las que sus miembros están acostumbrados a ver en televisión y eso no existe, con lo cual no pueden fundamentar un veredicto de culpabilidad porque claro, como no les exponen las pruebas tan claras como salen en la tele…

 

P: Nos hablaba antes del ADN, que puede identificar de manera inequívoca a una persona, ¿las pruebas científicas son irrefutables?
R: Este es uno de los temas que abordo en el libro como parte de este proyecto de investigación. No, no son irrefutables, pero hay que tener en cuenta varias cuestiones. La primera es que la credibilidad de una prueba científica está basada en un método científico y en un resultado arrojado por parámetros matemáticos y sobre esa base no se puede discutir. Al igual que no podemos discutir la ley de la gravedad, no podemos discutir la fiabilidad del ADN porque es un parámetro estadístico: verificar o contrastar el número de veces que sería posible una identificación entre el resultado que se ha obtenido con la población en general y nos da unas cifras siempre del 99,9997. Obviamente esto es imposible de refutar. Pero no es lo único sobre lo que podemos discutir en el proceso y podemos poner en duda si la cadena de custodia de la muestra de ADN sobre la cual se ha hecho el análisis ha sido respetada o sobre si ha podido haber algún otro elemento de error, si el laboratorio que ha hecho los análisis tenía la debida acreditación y estaba actualizado o si ha podido haber algún tipo de contaminación. En definitiva, el resultado estadístico es difícil que lo podamos refutar, pero sí el método por el que hemos llegado a ese resultado, o la persona o la fuente de la cual procede ese resultado.

 

P: Qué ejemplos podría ponernos de casos en los que una prueba científica haya resultado determinante en su resolución.
R: Hoy por hoy son muy comunes las pruebas de ADN, es la prueba ‘reina’ en los casos en los que se requiere identificación. Sobre todo desde el año 2007 en el que se promulgó una ley que dio cobertura legal a una base de datos de identificadores obtenidos del ADN y que está en manos de la Policía. El contraste con los identificadores que constan en esa base de datos da unos resultados fiables y cuando hay un caso en el que se refuta por algo, nos llama la atención y sale en los medios de comunicación.

 

P: Además del ADN, qué otras pruebas resultan igual de determinantes.
R: Pruebas científicas es un concepto que podemos aplicar no sólo a aquellas que requieren medios muy especializados sino también son pruebas científicas, y por cambiar de ámbito, aquellas basadas en el análisis psicológico o psiquiátrico de una persona. Dejando a un lado los delitos, en el Derecho de familia la determinación de dónde está el interés del menor a la hora de resolver la guarda y custodia es una tarea que se encomienda a un equipo técnico que trabaja incardinado en el propio juzgado y que está compuesto por psicólogos, pedagogos y trabajadores sociales y a ellos se les encarga esa tarea tan importante. Al final es el juez el que decide, pero su decisión está bastante condicionada por cómo venga ese informe y eso también lo podemos considerar una prueba científica.

 

P: Más complicado aún porque estamos hablando de psicología, no de algo tangible que se obtenga de un laboratorio.
R: Y el problema es, lo abordo también en el libro, utilizar o trasvasar las mismas metodologías y los mismos criterios valorativos entre ciencias que tienen formas de trabajo absolutamente diferentes. En el debate celebrado en torno a este libro en la UBU, un físico, un científico puro, nos decía que él vivía en la permanente incertidumbre. El científico duda permanentemente, pero también nos advierte que no es lo mismo lo que hace él en la Física que lo que hace el psicólogo y por tanto, debemos tratar sendas ciencias de forma diferente y valorarlas de forma diferente.