Ciencias Sociales España , Valladolid, Lunes, 16 de septiembre de 2013 a las 16:26

Constatan la existencia de vida sedentaria en el valle del Duero desde la Edad del Cobre

Una investigaci贸n becada por la Fundaci贸n del Patrimonio Hist贸rico profundiza en los fosos prehist贸ricos, un patrimonio arqueol贸gico poco conocido en Castilla y Le贸n

CGP/DICYT Una investigación llevada a cabo en la Universidad de Valladolid ha puesto de manifiesto que los fosos prehistóricos del inicio de la Edad del Cobre (entre el 3.400 y el 2.300 antes de Cristo) suponen la primera prueba de vida sedentaria y de la existencia de sociedades complejas en el valle del Duero. El trabajo, becado por la Fundación del Patrimonio Histórico (FPH), se ha llevado a cabo en los dos últimos años a cargo Marcos García García y bajo la dirección del catedrático de Prehistoria de la Universidad de Valladolid y arqueólogo Germán Delibes de Castro.

 

Los fosos prehistóricos son poblados delimitados por fosos, cuya monumentalidad constituye una de las primeras formas de reivindicar la propiedad sobre un territorio. Acotan un espacio de población estable con el que se identifica un grupo humano concreto y señalan la pertenencia de un ámbito más extenso explotado por sus pobladores. Los recintos de fosos son fenómenos de carácter paneuropeo. Se han estudiado en toda Europa, desde Ucrania a Inglaterra. En cambio, en Castilla y León apenas se conocían.

 

La investigación de Marcos García parte de imágenes de 18 de los 40 yacimientos de fosos prehistóricos del valle medio del río Duero conocidos, en las provincias de Palencia, Salamanca, Segovia, Valladolid y Zamora. Como explica a DiCYT, su descubrimiento se produjo de manera causal, a mediados de los 90, en el marco de una campaña de prospección aérea para el inventario arqueológico regional, cuando, al sobrevolar una villa romana, llamó la atención la aparición de extrañas huellas circulares, en algunos casos s concéntricas, en las tierras aledañas.

 

“Hasta que se han empezado a estudiar estos recintos no se hablaba de poblamiento estable en el valle del Duero hasta el 800 antes de Cristo, en la primera Edad del Hierro. Al encontrar recintos de fosos se sospechó que una obra tan grande tenía que implicar un sentido de intención de permanencia en el lugar”, apunta el investigador, quien añade que esto retrasa la existencia de población estable en esta zona “desde el 800 hasta aproximadamente el 2.500-3.000 antes de Cristo”, lo que supone un salto “muy importante”.

 

Por otro lado, agrega, estos recintos de fosos muestran la existencia “de una sociedad compleja, en la que un grupo es capaz de organizar una obra monumental de estas características, de la que tampoco existían pruebas anteriores”. El hecho de que estos individuos afrontaran la necesidad organizativa y la carga de trabajo para construir estas trincheras complejas, así como la abundancia de restos cotidianos o la presencia de cabañas, denotan su intención de permanecer en ese lugar.


Huellas de cabañas

 

De los 18 recintos analizados, en tres se han llevado a cabo excavaciones: en el yacimiento de Las Pozas (Casaseca de las Chanas, Zamora), en el de Santa Cruz III (Cabezón de Pisuerga, Valladolid) y en el Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Éste último, detalla el investigador, “es el único que se ha excavado conociendo ya que se trataba de un recinto de fosos”. En la pasada campaña de excavaciones en este yacimiento, desarrollada en los meses de julio y agosto, se han documentado por primera vez huellas de varias cabañas, “algunas de un diámetro cercano a los 10 metros”, avanza García.


Los recintos estudiados en este trabajo tienen unas dimensiones que varían entre 0’5 y 3’5 hectáreas. Dentro podrían vivir entre 150 y 200 personas como máximo en un mismo momento y su periodo de vida rondaría los cien años, el paso de 3 a 4 generaciones. En torno al año 2.350 antes de Cristo se clausuran o se abandonan, un momento en el que los cambios climáticos se aceleran, suben las temperaturas y avanza la sequía, lo que sucede también en otros lugares del mundo.

 

García considera que una obra divulgativa sería fundamental para acercar este fenómeno al gran público, que lo conozca, lo aprecie y por tanto contribuya a conservarlo dado que es un patrimonio de todos, como ocurre en Inglaterra con los enclosures.

 

En cuanto a las posibilidades de avanzar en la investigación, ha estudiado 18 de los 40 recintos que se conocen en Castilla y León y, dada la casualidad de su descubrimiento, considera que podría haber más, como en Inglaterra, donde se conocen 140. El investigador destaca que existen recursos disponibles para trabajar en la configuración de un mapa que permita más análisis locales de la relación entre varios de estos recintos o de ellos con otros núcleos de población no acotados por fosos para conocer mejor su funcionamiento.

 

 

 

Finalidad de los fosos
En Europa, se investigan este tipo de fosos desde finales del siglo XIX, cuando se establece el debate sobre qué son, dado que algunos conservan indicios de cabañas, por tanto evidencia de población, y otros no. Así, en unos casos, se estudian como lugares para vivir y, en otros, como monumentos rituales. La investigación de Marcos García concluye que estaban habitados con toda probabilidad, lo que no excluye que, además, fueran lugares especiales donde se hacía una serie de ritos con el objetivo principal de cohesionar población dispersa.