Salud Argentina , Argentina, Miércoles, 11 de junio de 2014 a las 17:24

Un modelo de insecto permitirá para entender mejor el alzheimer

Investigación encabezada por el médico y científico Eduardo Castaño, investigador del CONICET y jefe del Laboratorio de Amiloidosis y Neurodegeneración del Instituto Leloir

AGENCIA CYTA-INSTITUTO LELOIR/DICYT El doctor Eduardo Castaño, médico egresado con diploma de honor de la Facultad de Medicina de la UBA, se volcó a la investigación científica tras desempeñarse como jefe de Residentes en Medicina Interna del Hospital de Clínicas de Buenos Aires. “Sentía que era necesario responder preguntas básicas de la biología para poder mejorar la detección, la prevención y el tratamiento de diferentes enfermedades”, dice en una entrevista.

 

Así obtuvo una posición posdoctoral para realizar investigaciones en el Hospital de la Universidad de Nueva York, en Estados Unidos, y permaneció como profesor asistente en esa casa de estudio hasta 1996. Actualmente, es investigador del CONICET y jefe del Laboratorio de Amiloidosis y Neurodegeneración del Instituto Leloir, donde intenta escudriñar los distintos mecanismos que producen la enfermedad de Alzheimer, una patología que afecta a 24 millones de personas en el mundo y unas 500 mil en Argentina.

 

Su último anuncio, publicado en la revista Molecular Neurodegeneration, representa un avance sensacional en ese camino: su equipo logró crear un modelo de mosca Drosophila que recrea con mayor fidelidad las características de la afección.

 

¿En qué se diferencian estas moscas “con Alzheimer” de modelos anteriores?

Aunque hay muchas moscas modificadas genéticamente que reproducen algunos aspectos de la enfermedad, este nuevo modelo de insecto tiene rasgos originales y novedosos. La mayoría de las moscas generadas anteriormente producían en el cerebro altas cantidades de la proteína tóxica de Alzheimer, “amiloide beta”, pero las nuestras fabrican cantidades bajas (una condición similar a lo que ocurre en humanos sanos). Con este avance esperamos reducir los tiempos de la ciencia básica para la búsqueda de nuevos tratamientos.

 

¿Cuál es el principal interrogante sobre esa enfermedad?

Todos tenemos la proteína amiloide beta en el cerebro, pero por razones que desconocemos todavía en algunas personas comienzan a acumularse en forma masiva y se desencadena gradualmente la enfermedad de Alzheimer. Se producen lesiones cerebrales que se manifiestan con pérdida de la memoria, del lenguaje y del razonamiento, entre otros síntomas. Las moscas descritas en nuestro trabajo servirán para descubrir los factores que pueden empeorar o mejorar la toxicidad neuronal. A partir de ese conocimiento, podremos pensar en nuevas estrategias de prevención y terapéuticas.

 

¿En qué medida una mosca ayuda a entender algo que ocurre en el cerebro de las personas?

La mosca Drosophila es útil en el estudio de las enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, ya que su cerebro contiene entre 150 mil y 200 mil neuronas de características similares a las humanas. Su estudio tiene varias ventajas. Ver un proceso biológico relacionado con Alzheimer en el insecto toma un par de semanas, ya que su ciclo de vida es más corto; en cambio, en el ratón demanda unos seis meses. Por otra parte, la manipulación de sus genes es más fácil, rápida y económica.

 

¿Cuál sería ahora el siguiente paso?

Identificar en los 15 mil genes de la mosca, aquellos que modulan la toxicidad de la proteína amiloide beta, y buscar si esos genes están alterados en los cerebros de los enfermos con Alzheimer. Si ese fuese el caso, cada gen identificado podría ser el blanco de potenciales estrategias terapéuticas. Lo que sí es importante destacar es que es muy difícil pasar de la mosca al humano: es posible que una vez identificados estos genes haya que generar otros animales transgénicos, como ratones y ratas, para comenzar los ensayos de potenciales fármacos.