Alimentación Argentina , Argentina, Lunes, 26 de enero de 2015 a las 10:07

Bioplásticos, el secreto mejor guardado de las bacterias

En un laboratorio argentino estudian microorganismos que tienen la sorprendente capacidad de elaborar plásticos. Este material se puede producir en forma industrial y tiene la ventaja de ser 100 por ciento biodegradable

Francis Weed/AGENCIA CYTA-INSTITUTO LELOIR/DICYT Las bacterias podrían convertirse en una fuente alternativa y ecológica de los plásticos convencionales derivados del petróleo, aunque, por ahora, los costos de producción son muy altos. Así lo señaló a la Agencia CyTA-Leloir un científico argentino de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), quien investiga uno de estos microorganismos desde 2002.

 

“Con el correr de los años su uso va a ser masivo, pero hoy resultan caros a la hora de producir envases plásticos”, aseguró el doctor Juan Ignacio Quelas, biólogo que investiga bioplásticos en el Instituto de Biotecnología y Biología Molecular de la Facultad de Ciencias Exactas de esa casa de estudios.

 

Estos bioplásticos, los polihidroxialcanoatos (PHA), “son polímeros naturales formados por unidades repetitivas de monómeros lipídicos que tienen carbono, oxígeno e hidrógeno”, explicó el también investigador del CONICET [Los polímeros son moléculas formadas por una sucesión de otras más pequeñas e iguales entre sí, monómeros, que se unen como las cuentas de un collar]. Las bacteria los produce como reserva de carbono y energía, y los almacena en forma de gránulos dentro de su citoplasma (interior celular).

 

Los PHA fueron descubiertos en 1926 por el microbiólogo francés Maurice Lemoigne mientras trabajaba con la bacteria Bacillum megaterium. Pero fue durante los años ‘70, cuando el alza de los precios de los hidrocarburos obligó a las empresas a pensar en sustitutos a los plásticos tradicionales derivados del petróleo, que las investigaciones sobre estos materiales realmente florecieron. En los ‘80, la compañía británica Imperial Chemical Industries Ltd. desarrolló un bioplástico, Biopol, que aún hoy se comercializa.

 

Quelas investiga a Bradyrhyzobium diazoefficiens, una bacteria que forma nódulos en las raíces de las leguminosas para fijar el nitrógeno atmosférico. En particular, el científico estudia la influencia de los PHA que fabrica el microorganismo sobre distintos parámetros metabólicos y fisiológicos, así como su interacción con leguminosas. Sería factible, según Quelas, utilizar estas plantas para producir PHA en sus nódulos y después purificarlos, una técnica que ya se utilizado aunque con escaso rendimiento.

 

Otra alternativa, que podría favorecer una producción más económica, sería insertar mediante ingeniería genética los genes responsables de la síntesis de PHA en organismos que naturalmente no lo fabrican, como Escherichia coli. Los beneficios son varios: la producción de E. coli tiene bajo costo y alta densidad de cultivo. Y resulta fácil su manipulación genética.

 

Los bioplásticos son no tóxicos y biodegradables, pero, insistió Quelas, todavía no están dadas las condiciones para su producción industrial a gran escala. “Mientras haya petróleo y no haya políticas sustentables, esto no va a cambiar”, deslizó.