Alimentación Chile , Los Lagos, Lunes, 24 de septiembre de 2018 a las 13:35

Nuevos datos sobre el gusano parásito que pone en peligro a las crías de lobo marino sudamericano

Los investigadores creen que la corta vida de los anquilostomas ha evolucionado para sincronizarse con los ciclos reproductivos de los lobos marinos

CGP/DICYT Los anquilostomas son un tipo de gusano parásito que está poniendo en aprietos a las crías de lobo marino sudamericano. Una reciente investigación a cargo de la Universidad de Georgia (Estados Unidos), la Universidad Austral de Chile, la Universidad Andrés Bello y la Universidad Santo Tomás ha mostrado que estos nematodos se han adaptado a los ciclos de reproducción de las focas y han pasado de vivir solo de 30 a 65 días en el intestino de los cachorros.


Esto obliga a los gusanos a alimentarse a gran ritmo antes de producir huevos y morir. El resultado es un alto nivel de anemia en los cachorros, que acaba en muerte en más de un 20 por ciento de los casos, según la información de la Fundación Animal Morris recogida por DiCYT.


"Por lo general, la mayoría de los parásitos intentan encontrar un equilibrio con el huésped, por lo que extraen los recursos suficientes para su propia transmisión y su propio éxito reproductivo", apunta Mauricio Seguel, investigador de la Universidad de Georgia. Pero, en este caso, observaron una relación muy inusual.


El equipo estudió una colonia reproductiva de unos 3.000 lobos marinos sudamericanos en la isla de Guafo, en el suroeste de Chile. Durante las temporadas de parto de 2014 y 2015, el equipo midió, pesó y tomó muestras de sangre y fecales de las mismas crías recién nacidas seleccionadas al azar, cada cinco a 10 días, durante 10 semanas. El muestreo permitió a los investigadores seguir las infecciones desde su transmisión inicial, así como monitorear el estado de salud de los cachorros.


El estudio mostró que los anquilostomas se alimentan de sus hospedadores a una tasa constante, independientemente de cuántos otros anquilostomas haya en el intestino. Además, a pesar de alcanzar altas densidades dentro del huésped, los anquilostomas hembra no disminuyen la producción de huevos. Los cachorros con mayor carga de parásitos experimentan anemia y liberan más anquilostomas en el suelo a través de sus heces.


Las crías de lobo marino adquieren anquilostomas durante sus primeros días de vida, a través del calostro de sus madres. Antes de esto, las larvas viven en el suelo, luego penetran en la piel de las hembras y viven en su tejido subcutáneo hasta que están embarazadas, cuando migran a sus glándulas mamarias.


Los investigadores creen que la corta vida de los anquilostomas ha evolucionado para sincronizarse con los ciclos reproductivos de los lobos marinos. Debido al ambiente hostil de la isla de Guafo, el tiempo de supervivencia de las larvas de anquilostomas en el suelo es muy limitado, ya que las tormentas arrastran a muchos al mar. Durante la temporada de partos, sin embargo, los lobos marinos se congregan en grandes grupos en la playa. Si los anquilostomas pueden producir tantos huevos como sea posible durante ese tiempo, tienen mayores posibilidades de que sus larvas encuentren la piel de una hembra para infectarla.


"Este estudio realmente nos permite conocer a nuestro enemigo. Ahora que comprendemos mejor cómo viven estos parásitos, podemos comenzar a aprender cómo controlar el problema para evitar las peores consecuencias", señala Kelly Diehl, vicepresidenta de Programas Científicos de la Fundación Animal Morris.

 

"Esta población en particular es estable, pero otras poblaciones de lobos marinos están en peligro crítico. Si se infectan con esta enfermedad, ahora sabemos cuándo podríamos intervenir para proteger a las crías y aumentar la supervivencia", concluye.

 

 

 

Referencia
Seguel, M., Muñoz, F., Perez-Venegas, D., Müller, A., Paves, H., Howerth, E., & Gottdenker, N. (2018). The life history strategy of a fur seal hookworm in relation to pathogenicity and host health status. International Journal for Parasitology: Parasites and Wildlife, 7(3), 251-260.