Excursión al mar blanco
Llega el fin de semana y con él parada en los trámites de la aduana. Para relajarnos un poco de la difícil situación que se ha creado con la espera de la liberación de las sondas y la complicación de la logística, nuestros amigos nos preparan una excursión por el Océano Glaciar Ártico, en la barca que tiene Sasha… ¡Genial!
Aprovecharemos también para probar algo del material que hemos tenido que comprar, entre otras cosas las tiendas de campaña, verificando así que todo estará a punto para la expedición.
Todo listo, a las 5:00 de la madrugada nos levantamos y nos ponemos en marcha. La predicción meteorológica parece que va a acompañarnos, se esperan temperaturas altas y un fin de semana soleado. Llegamos al puerto de Arkhangelsk donde Sasha tiene su barca, y… ¡vaya sorpresa!, es un barquito bastante grande, como si fuera un pequeño barco pesquero. De aluminio, de lejos parece un barco militar de defensa.
Subimos los cuatro al barco… ¡ah!, y uno de los perros que tiene Sasha.
Por el enorme río Dvina que pasa por Arkhangelsk nos ponemos en marcha, rumbo al Norte, a la isla de Mudiogski en el Mar Blanco. Son unos 47 kilómetros de recorrido y estiman unas 5 ó 6 horas de navegación, según el viento que tengamos.
La temperatura es realmente agradable, de manera que viajamos en la cubierta observando cómo vamos dejando atrás la ciudad, sus fábricas con sus enormes chimeneas… la grandísima contaminación. Poco a poco van apareciendo a nuestro estribor orillas de bosques de tundra y a babor la enorme extensión del Mar Blanco.
Alcanzamos la isla de Mudiogski, pero no nos detenemos todavía, continuamos avanzando. Nuestro destino se encuentra próximo al faro de la isla. Es una enorme torre de 42 metros de altura que comenzaron a construir los frailes en 1070 y tardaron 6 años en terminarla.
A este faro han venido durante 4 días un grupo de radio-operadores. Al parecer este fin de semana tienen una competición y este grupito ha venido hasta este lugar para tratar de conseguir 3000 contactos con otros radio-operadores de todo el mundo. Esta cifra de 3000 es uno de los record bastante habituales que entre ellos se suelen proponer conseguir. El faro es un buen lugar para ubicar en lo alto la antena y resulta también que entre ellos son bastante apreciadas las operaciones realizadas desde los faros.
Resulta que Oleg es también un radio-operador y uno de los mejores de Rusia, altamente cualificado. En la Base Rusa de Bellinsghausen hemos podido comprobar cómo año tras año ha ido haciendo maravillas y el sistema de comunicación que ahora tienen allí implementado permite conexión con cualquier rincón del mundo, simplemente orientando una antena con el ratón del ordenador. De manera que durante este fin de semana Oleg se turnará con ellos algunas horas y se unirá a ese intento de conseguir los 3000 contactos.
Nuestra amistad con Oleg viene del año 2000 en la Antártida, cuando nos conocimos. Era el jefe de la Base Rusa Bellinsghausen y allí llegamos nosotros a trabajar invitados por la 45 RAE (Russian Antarctic Expedition) para comenzar a medir la descarga glaciar en el casquete Collins de la Antártida. A partir del 2000 hemos coincidido cada año en la Base Rusa Bellinsghausen, ya que él continuaba de jefe de la misma y nosotros acudíamos cada verano austral para continuar con nuestra investigación.
Hace 3 años Oleg dejó la jefatura de esta base rusa y pasó a Ciudad del Cabo en Sudáfrica, como jefe de logística del ALCI de la Antártida Oriental –la gran Antártida-. Se trata no sólo de la logística rusa, sino del consorcio de países del tratado antártico que tienen bases en esta parte de la Antártida (Queen Maud Land y
Oasis Shermachera). Esta parte de Oasis Shermachera se descubrió en 1938 durante la expedición “Novaia Nimiskaia Zemla” (Nueva Tierra Alemana), donde actualmente están entre otras las Bases Neumayer (Alemana), Novelazarevskaya (Rusa) y Maitri (India).
Los vuelos se realizan desde Ciudad del Cabo hasta el aeropuerto que sobre el hielo tienen en la Base Rusa Novolazarevskaya. Oleg es todo un personaje, tiene una gran cantidad de contactos a nivel de logística en regiones polares y es el nos ha ayudado a organizar esta expedición. Evidentemente movernos solos por estas zonas del Ártico Ruso hubiese sido imposible.
Pasamos un fin de semana tranquilo y relajado, logramos olvidarnos un poco de la difícil situación que tenemos para el desarrollo de la expedición. Las playas de la isla son enormes, kilométricas, el sol luce prácticamente todo el tiempo en el cielo azul. Tengo tranquilidad y espacio suficiente para correr por la arena todo lo que quiero. Nos bañamos en el agua del Mar Blanco, al finalizar el día encendemos una hoguera en la playa para cocinar. Es muy fácil encender aquí el fuego utilizando la corteza del abedul. Sentados en la playa con la hoguera encendida contemplamos el largísimo atardecer a las 23:00 horas. Un color anaranjado intenso que debido a la latitud, se mantiene casi una hora. A penas se esconde el sol en el horizonte y vuelve de nuevo a comenzar su ruta un nuevo día.
Carmen, todo lo que cuentas suena divertido y apasionante, pero también muy duro, ¿no? En fin, mucho ánimo y adelante, nadie mejor que tú para contarlo. Un saludo.