Cerca del 70% de las aves de caza procedentes de granjas de cría no sobreviven 15 días en libertad
Antonio Martín/DICYT Un elevado porcentaje de aves de caza procedentes de granjas no son capaces de expresar patrones antipredatorios correctamente, lo cual dificulta la supervivencia en el medio natural de la mayoría de los individuos liberados y ponen en riesgo las poblaciones silvestres. Ésta es una de las conclusiones de un trabajo de investigación del Grupo de Producción y Gestión Cinegética de la Universidad de León, en el que por primera vez se han contabilizado el número de granjas que crían en España codornices, faisanes y perdices para su posterior suelta en cotos de caza. Son 1.291.
"No se sabía a ciencia cierta el número de granjas, ni su distribución por comunidades autónomas, ni los animales producidos en cada lugar", explica a DiCYT Carlos Sánchez. Los investigadores leoneses han hecho públicas las cifras, recogidas del Registro General de Explotaciones Ganaderas (Rega). Según esta institución del Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino, están registradas 1.291 granjas de aves de caza; de las que 669 son de perdiz roja, 334 de codorniz y 288 de faisán. En cinco comunidades autónomas se concentran el 75% de las explotaciones: Cataluña (286), Extremadura (205), Castilla-La Mancha (176), Castilla y León (171) y Andalucía (131), mientras que no existe ninguna en Ceuta, Melilla y el País Vasco.
Existen en España cuatro tipos básicos de explotaciones (incubadora, selección, multiplicación y producción) dirigidas a tres formas diferentes de producción: huevos, carne y caza de repoblación. Cruzando estos dos parámetros, l tipo más frecuente. teniendo en cuenta todas las especies, es la de producción para caza para repoblación (343), seguida de la granja para producción de carne (213) y granja de cría para caza para repoblación o aves de cría (155), según refleja el estudio, publicado en la revista ITEA Animal.
"Con el trabajo queremos que el sector realice una reflexión sobre lo que ha hecho bien y mal", indica Sánchez. Por eso, el especialista recomienda que los industriales se adapten a una nueva situación, en la que cada granja se especialice en una parte de la producción (unos la incubación de huevos, otros la cría de pollos, por ejemplo), y que cuiden ciertos aspectos que ha reducido la capacidad de las especies a readaptarse a los medios de los que son originarios. Asimismo, recomienda las explotaciones del tipo semiextensivo y regresar a la filosofía de la primera granja, la que se asentó en la finca de Quintos de Mora (Toledo), en los años 50, en la que trabajaban equipos científicos multidisciplinares.
Deficiencias
Los investigadores han detectado deficiencias fisiológicas y morfológicas, etológicas, sanitarias y genéticas. en las aves criadas en granjas. En primer término, han demostrado que la crianza intensiva ha modificado el peso del corazón, hígado, bazo y la longitud de los ciegos se disminuye. Con ello, se reduce la capacidad de adaptación de los animales al medio del que, en origen, provienen. En segundo lugar, referido a la etología del animal, el método de cría influye en la respuesta de huída de los animales: "Hay perdices que se quedan quietas ante los perros de caza en algunas ocasiones", relata Sánchez. En tercer lugar, la repoblación o suelta de aves de caza en ciertas zonas pueden provocar la intruducción de nuevas enfermedades adquiridas en las granjas en las poblaciones autóctonas. Por último, a nivel genético, las aves repobladoras pueden reducir la pureza genética de las silvestres, al cruzarse con ellas.
Estas deficiencias producen animales poco preparados para el que debería ser su hábitat natural. Sánchez estima que tanto los pollos que se sueltan para repoblación como las aves para su caza inmediata, "el 70% fallece en los primeros quince días de puesta en libertad". Otra circunstancia, paradójicamente, juega a favor de la variabilidad genética de los individuos autóctonos. Sólo el 1% de las aves de caza soltadas logra procrear. Sin embargo, la hibridación entre la perdiz chuca, introducida en la Península Ibérica, y la roja, autóctona, es un hecho desde los años 60.
Los científicos no saben, sin embargo, cuántas piezas son cobradas en las cacerías cada año. "Se estima que, entre silvestres y de granja, los cazadores requieren unos 10 millones de ejemplares al año. Aunque sí se sabe que son cerca de cinco millones las aves de caza que salen cada año de las granjas con destino a los cotos de caza o para repoblación de ciertas zonas", indica el experto.