Social Sciences Brazil São Paulo, São Paulo, Monday, May 15 of 2023, 08:45
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COVID-19: cómo se plasmó políticamente el éxito de la transferencia tecnológica de la vacuna en Brasil

Científicos realzan la importancia de la habilidad institucional de la Fundación Oswaldo Cruz y de la agencia reguladora nacional Anvisa en el proceso que resultó en la firma del acuerdo con la compañía farmacéutica AstraZeneca

AGENCIA FAPESP/DICYT – En marzo del año 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que el COVID-19 se había convertido en un problema mundial, y los laboratorios y las empresas farmacéuticas activaban proyectos tendientes al desarrollo de vacunas, la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), vinculada al Ministerio de Salud de Brasil, puso en marcha una búsqueda de potenciales socios para que los inmunógenos contra la nueva enfermedad pudiesen producirse también en este país sudamericano.

 

Desde el comienzo, el objetivo del equipo de la Fiocruz, la institución biomédica más grande de Latinoamérica, consistía en sellar un acuerdo de transferencia de tecnología que hiciera posible la producción completa de las vacunas en su unidad de Río de Janeiro, llamada Bio-Manguinhos. Para ello, la prospección de eventuales socios incluía una serie de criterios que iban más allá del estado de desarrollo de los productos y su adecuación a la campaña de vacunación en Brasil, tales como los factores tecnológicos y las características de la fabricación.

 

Y en diez meses apenas –en general, las tratativas tendientes a lograr acuerdos de transferencia de tecnología de vacunas se extienden durante diez años–, se firmó la asociación entre la Fiocruz y la empresa anglo-sueca AstraZeneca. La producción de la sustancia en Brasil permitió que, en el momento más crítico de la pandemia, cuando las vacunas eran necesarias y no era posible acceder a ellas en el mercado internacional, la fórmula de AstraZeneca representase más del 50 % de los imunógenos contra el COVID-19 que se aplicaban en el país.

 

“La transferencia de tecnología es algo fácil de decir y difícil de poner en práctica, incluso en condiciones normales y en un mundo sin pandemia. Por eso el análisis de cómo se concretó la asociación entre la fundación Fiocruz y la farmacéutica anglo-sueca AstraZeneca es importante. Este caso tiene sus implicaciones, que apuntan a que nuevas iniciativas puedan expandir la transferencia de tecnología para la producción ampliada de vacunas en países de medianos ingresos, tal como es el caso de Brasil”, afirma Elize Massard da Fonseca, docente del Departamento de Gestión Pública de la Fundación Getúlio Vargas y autora de un artículo sobre el tema publicado en la revista Research Policy.

 

En el referido estudio de caso se evalúa cómo se concretó la asociación Fiocruz-AstraZeneca y se señala qué enseñanzas puede dejar el acuerdo firmado en plena pandemia para que tengan éxito otros proyectos de transferencia de tecnología. Dicho trabajo integra dos proyectos de investigación mayores apoyados (21/06202-0 y 20/05230-8) por la FAPESP y desarrollados en colaboración con la London School of Economics (Reino Unido), que han redundado en la publicación de otros artículos y de un libro en el cual los investigadores analizan la respuesta de los países a la pandemia de COVID-19 (lea más en: agencia.fapesp.br/36343/)

 

La colaboración entre AstraZeneca y la fundación Fiocruz no fue la única que resultó en la disponibilidad de vacunas contra el COVID-19 en Brasil. El Instituto Butantan, un laboratorio del estado de São Paulo, suscribió una asociación con la compañía farmacéutica china Sinovac Biotech para lo que en la jerga del área se denomina de Fill and Finish, es decir, la recepción de la sustancia para su envasado y distribución. Otras dos empresas privadas brasileñas, Eurofarma y União Química, firmaron acuerdos de transferencia de tecnología para producir las vacunas BioNTech-Pfizer y Sputnik-V, respectivamente, pero esos dos imunógenos aún no se fabricaron en el país.

 

“La asociación de la Fiocruz fue la única en la cual se concretó una transferencia de tecnología efectiva, pues solamente en ese caso se produjo el inmunógeno totalmente en el país. El tipo de contrato firmado, que técnicamente se denomina Licensee, marca otra diferencia importante. El mismo permite que la fundación Fiocruz sea no solamente un productor tercerizado de AstraZeneca, sino que también tenga la posibilidad de efectuar modificaciones en la vacuna en caso de ser necesario, para adaptar la tecnología a las nuevas variantes, por ejemplo”, le explica Da Fonseca a Agência FAPESP.

 

En el estudio de caso, los investigadores participantes pusieron de relieve los aspectos importantes que hicieron posible el éxito de la asociación entre Fiocruz y AstraZeneca: la capacidad de erigirse en un socio importante para AstraZeneca, al poseer el know-how en el cultivo de células en biorreactores y en la purificación de proteínas; la regulación, como el apoyo y la flexibilidad de Anvisa, y la habilidad política, que incluyó la agilidad, la transparencia y el hecho de que el país cuente con un marco legal que permite la transferencia de tecnología de productos que aún se encuentran en desarrollo.

 

“El caso de la Fiocruz llama mucho la atención tanto por la velocidad como por el gran reto que representaba en aquel momento. Era una tecnología nueva, en un mundo pandémico en el cual todas las cadenas de producción se encontraban prácticamente interrumpidas. Por eso creo que hubo una combinación de habilidad política, disposición de la agencia reguladora Anvisa para conversar y adaptar los procesos y la capacidad previa de Bio-Manguinhos para producir la vacuna. El hecho de que el proceso haya sido transparente y que Brasil cuente con un marco regulatorio también constituyeron factores sumamente importantes”, analiza la investigadora.

 

Tal como los investigadores lo recuerdan, las negociaciones que desembocaron en la transferencia de tecnología transcurrieron en medio de “una respuesta de Brasil a la pandemia de COVID-19 caracterizada por el planteo anticientífico del expresidente Jair Bolsonaro, que incluía la minimización consistente de las amenazas a la salud que el SARS-CoV-2 significaba, su rechazo a seguir las directrices de la OMS referentes a las intervenciones no farmacéuticas [tales como el distanciamiento social y el uso de mascarillas] y sus intentos de desacreditar la vacunación”.

 

“La diplomacia de la Fiocruz fue sumamente habilidosa para generar un consenso y el apoyo necesario con miras a obtener los 2.000 millones de reales que se requerían con el objetivo de sellar el acuerdo con Astrazeneca frente a aquel panorama que teníamos. En junio de 2020, legisladores fueron a Bio-Manguinhos a conocer el proyecto y la fábrica de inmunógenos, y conversaron acerca de la necesidad de obtener recursos. Al final, el gobierno de Bolsonaro autorizó y proveyó la transferencia de tecnología, pero no lo hizo en forma voluntaria. Existía aquella contingencia de la disputa con [João] Doria [exgobernador del estado de São Paulo, quien por entonces negociaba la compra de vacunas a China], y eso hizo que el momento fuese oportuno para que la Fiocruz lograse el apoyo del Gobierno Federal, pues era de su interés político”, afirma Da Fonseca.

 

La investigadora remarca que no es trivial erigir el consenso alrededor de una transferencia de tecnología. “Existe mucha desconfianza con relación a por qué producir acá, por qué concretar la transferencia de tecnología, por qué no comprar más barato. La vacuna de AstraZeneca era la más barata y, sorprendentemente, la vacuna Covaxin [un inmunógeno de origen indio] era una de las más caras. Costaba más de 10 dólares, mientras que la de AstraZeneca costaba poco más de 3 dólares”, puntualiza.

 

La capacidad productiva

 

Da Fonseca pone de relieve que la elección de la vacuna fue otro punto importante para que la transferencia de tecnología tuviese éxito. “Era de interés [de la Universidad] de Oxford y de AstraZeneca construir una red de producción global, y Bio-Manguinhos era un socio importante para ellos, al contar con la capacidad de sus biorreatores y con procesos acordes con la tecnología que la compañía farmacéutica pretendía difundir. Asimismo, la Fiocruz posee largos años de experiencia en transferencia de tecnología, lo que hizo que tuviese entonces el conocimiento suficiente como para adaptar los procesos de AstraZeneca”, subrayó.

 

Los científicos comentan que los responsables de Bio-Manguinhos consideraron que la vacuna creada por la Universidad de Oxford en sociedad con AstraZeneca era particularmente adecuada, por hallarse (al momento de las negociaciones) en una etapa avanzada de desarrollo y por emplear la tecnología de vector viral, que es complementaria a las capacidades y a la infraestructura existentes en Bio-Manguinhos.

 

“De ese modo, se esperaba ganar en agilidad también en el proceso de fabricación de la vacuna. La Fiocruz llevó a cabo un amplio proceso de prospección al comienzo de la pandemia, para saber al respecto de qué vacunas Bio-Manguinhos contaría con la tecnología como para recibirlas. La vacuna CoronaVac, por ejemplo, requiere de la existencia un laboratorio con nivel 3 de bioseguridad [NB3] que Bio-Manguinhos no posee, y para construirlo tardaría más de un año”, afirma.

 

Da Fonseca comenta a su vez que el inmunógeno de Janssen (Johnson & Johnson), aunque también se vale de la tecnología de vector viral, se encontraba entonces en un estadio inicial de desarrollo. Menos factibles aún eran las vacunas de ARNm de BioNTech-Pfizer y Moderna. De acuerdo con los investigadores, pese a lo atractivo de esas vacunas en lo atinente a su gran adaptabilidad y también por encontrarse entonces en un estadio avanzado de desarrollo, requerían la construcción de una nueva infraestructura y el desarrollo de nuevas habilidades, algo demasiado desafiante y demorado, sobre todo en medio de la pandemia.

 

“La vacuna de AstraZeneca es de vector viral no replicante, por eso los beneficios con la transferencia de tecnología son enormes. Bio-Manguinhos adquirió el conocimiento necesario para la producción de esta tecnología y puede utilizarlos a largo plazo para producir otros inmunógenos o para reaccionar más rápido en caso de que haya una nueva pandemia. Y a corto plazo, el beneficio consiste en poder efectuar adaptaciones con relación a las nuevas variantes de preocupación”, dice.

 

La compra de una promesa

 

El contrato de transferencia de tecnología AstraZeneca-Fiocruz se puso en marcha cuando la vacuna aún se encontraba en la fase ensayos clínicos. Como durante ese período el inmunógeno aún no había sido aprobado y, por ende, no podría aplicárselo a la población, el Ministerio de Salud de Brasil utilizó un contrato especial de adquisición. Los investigadores explican que, en ese caso, se redactó un contrato conocido como Encomienda Tecnológica (ETEC), que les permite a instituciones públicas brasileñas suscribir acuerdos de desarrollo de productos tecnológicos que aún requieren de aprobación regulatoria. El formato de ETEC forma parte de la Ley de Innovación de 2004 y del Código de Ciencia, Tecnología e Innovación de 2016.

 

“Considero que es importante poner de relieve la transparencia que la Fiocruz puso en juego durante todo ese proceso y las lecciones que aprendimos para aplicar en otros contextos, en otras situaciones que requieran la transferencia de tecnología, no solamente en Brasil y no solamente durante el período de pandemia. Es de suma importancia diseñar un consenso político alrededor de este tema basado en la transparencia. Porque elaborar este tipo de contratos en países de medianos y bajos ingresos y con altos índices de corrupción es tenido como algo arriesgado, ya que a decir verdad se está comprando algo que aún no existe. Por eso fue tan importante contar con transparencia y flexibilidad regulatoria”, subraya.