Cuanto más oro, menos oído de surfista
STRI/DICYT A Vanessa Sánchez le interesaban los huesos cuando emigró de Venezuela y se matriculó en la escuela de antropología de la Universidad de Panamá. En su país, había hecho estudios osteológicos, mientras jugaba con la idea de matricularse en medicina y arqueología al mismo tiempo. Una vez radicada en el istmo, no abandonó esa fascinación por los restos óseos.
Al llegar, descubrió que la bioarqueóloga Nicole Smith-Guzmán estaba desarrollando el tipo de proyectos que le interesaban, dentro del laboratorio del arqueólogo Richard Cooke en el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI). Su primera experiencia allí fue como pasante, tres años atrás. Y este año, obtuvo una beca de corto plazo para trabajar con ellos y realizar las investigaciones de su tesis de licenciatura.
Se enfocó en una condición común entre las antiguas poblaciones panameñas que vivían cerca del golfo de Panamá, conocida como “oído de surfista” o exostosis auditiva externa. Este crecimiento óseo en el conducto auditivo externo suele resultar de la exposición constante al viento y al agua fría.
Basándose en los análisis de restos óseos tempranos, Smith-Guzmán y Cooke concluyeron que el oído de surfista estaba asociado a la explotación de recursos marinos por los paleoindios, especialmente durante la temporada de afloramiento costero, cuando las temperaturas del agua en el golfo de Panamá caen significativamente.
Entonces, se preguntó Sánchez, ¿la prevalencia de esta afección disminuiría en restos más recientes, cuando los paleoindios comenzaron a valorar el oro sobre los artefactos de concha? Después de revisar todos los cráneos, no encontró evidencia de oído de surfista en aquellos que datan después del año 800 DC.
“Esto demostró la hipótesis de que estaban realizando actividades distintas a la explotación de recursos marinos después de esa fecha”, explica Sánchez.
Es decir, aunque seguían buceando para extraer conchas marinas en el Pacífico, no lo estaban haciendo con tanta intensidad como antes de año 800 DC. Este hallazgo reforzó la hipótesis de arqueólogos como Cooke que, basándose en análisis de la cultura material de estos grupos humanos, propusieron que la búsqueda de conchas marinas era una actividad industrial en la costa del golfo de Panamá antes de esta fecha.
Para Sánchez, las oportunidades que le brindó STRI, primero como pasante y luego como becaria, han sido cruciales en su carrera.
“El Smithsonian me ha permitido desarrollarme profesionalmente y experimentar cómo trabajan los científicos. Sin la ayuda financiera, no habría podido realizar ninguna investigación, porque habría tenido que encontrar un trabajo que me hubiese alejado de la bioarqueología”, concluye Sánchez.