Medio Ambiente Costa Rica , Heredia, Lunes, 14 de diciembre de 2020 a las 11:08

¿De Isla de Pascua al centro de Santiago? La llegada del lagarto invasor de hábitats urbanos

Aunque naturalistas de finales del siglo XIX mencionan la presencia de lagartos en la Isla de Pascua (Rapa Nui), la presencia del Gecko Enlutado fue confirmada recién en 1908

UC/DICYT El Gecko Enlutado (Lepidodactylus lugubris, Duméril and Bibron, 1836) es un pequeño lagarto que posee una gran capacidad de colonizar nuevos hábitats, incluyendo los urbanos. Esto es favorecido por su capacidad de reproducirse por partenogénesis: las hembras no necesitan de machos para reproducirse, su comportamiento es sinantrópico. En palabras simples, pueden convivir y beneficiarse de la presencia humana sin ser domesticados; además, sus huevos son resistentes a la desecación y salinidad del agua.

 

Esta especie de lagarto nocturno se encuentra ampliamente distribuida en la región del Indo-Pacífico y ha sido detectada en Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Surinam, el estado de Florida en Estados Unidos, y otras regiones más remotas, como las Islas Galápagos.

 

Sin embargo, en la última década este pequeño lagarto ha estado merodeando nuevos lugares de América del Sur donde no había sido visto con anterioridad como Carabobo y Caracas, en Venezuela; Sucre y el Valle del Cauca en Colombia, y Belém y Pará en Brasil.

 

Aunque naturalistas de finales del siglo XIX mencionan la presencia de lagartos en la Isla de Pascua (Rapa Nui), la presencia del Gecko Enlutado fue confirmada recién en 1908. Más tarde, en 1914 fue capturado el primer espécimen del Lepidodactylus lugubris en la Isla. Francisco Fuentes, botánico del Museo Nacional de Historia Natural y encargado de hacer un catastro de especies vegetales y animales vertebrados, cuyo trabajo fue publicado en los anuales del Museo en 1914, describe a este gecko como “un lagarto pequeño, de hábitos nocturnos, y de color gris claro”.

 

Posteriormente Roberto Donoso-Barros presenta ilustraciones de material herpetológico colectado en Rapa Nui en la década de los 60. A pesar de esto, la información referente a esta especie en Chile es escasa y la población de lagartos en la isla está restringida a las localidades de Rana-Roraco y Hanga Roa. La hipótesis propuesta para explicar la presencia de este pequeño y escurridizo lagarto en Isla de Pascua es que arribó como pasajero de algún tipo de embarcación.


De Isla de Pascua al centro de Santiago

 

En el año 2018, en pleno otoño, un nuevo hallazgo de la especie fue reportado en el barrio París-Londres, precisamente en el casco histórico del centro de la comuna de Santiago. El espécimen fue detectado en un muro cercano a un recolector de basura mientras eran removidos restos de construcción.

 

Los autores lo describen como una especie “juvenil y de cuerpo alargado, con escamas dorsales pequeñas, pupila vertical y de coloración café grisácea con bandas transversales gris oscuras”. El Dr. Félix Urra, Investigador responsable de Network for Snake Venom and Drug Discovery, co-fundador del Boletín Chileno de Herpetología y académico de la Universidad de Chile, en conjunto con su equipo de trabajo conformado por Alejandro Zúñiga (Chile), Alejandro Miranda-Calle (Bolivia) y Nel Melero (España) describen por primera vez la presencia de este lagarto en Chile continental.

 

El espécimen fue depositado en la Colección de Flora y Fauna profesor Patricio Sánchez del Departamento de Ecología de la Facultad de Ciencias Biológicas. Esta colección cuyo director es el profesor Eduardo Palma y el curador Patricio Zavala, contiene cerca de 15.000 especímenes y se ha convertido en un importante referente para estudios herpetológicos en los últimos años, especialmente en lagartos nativos Liolaemidos de los géneros Liolaemus y Phymaturus.

 

El hallazgo del investigador Félix Urra, publicado recientemente en la Revista Herpetozoa, representa la primera evidencia científica de este animal en Chile continental, siendo la localización más austral del amplio rango de distribución para esta especie altamente invasiva en Sudamérica. Este registro está a más de 3650 km al sur del registro más austral anteriormente conocido, en Puente Pununo, Napo, Ecuador.

 

A pesar de haber colectado este espécimen, aún no se sabe si existe una población estable en el área urbana de Santiago. Sin embargo, el haberlo encontrado en perfectas condiciones de salud, sugiere a los investigadores que esta zona representa un sitio perfectamente colonizable para esta especie.

 

“Si consideramos la gran abundancia de servicios hoteleros y turísticos, y la arquitectura clásica del barrio, es posible pensar que el espécimen llegó con turistas procedentes de Isla de Pascua y que se hospedaron en hoteles del barrio en el que fue avistado”, sugieren los autores.


Un misterio por resolver…

 

Según constata el Boletín Nº 63 del Museo Nacional de Historia Natural, a sus puertas llegó en 2005 un trabajador de la empresa Metro para consultar sobre una pequeña lagartija que habían encontrado en la Estación Lo Ovalle, y resultó ser el primer avistamiento del Gecko. Quien atendió a su llamado fue Herman Núñez, jefe de Zoología del Museo.

 

Según documentos de la época se cree que el reptil llegó en 2005 con un cargamento de materiales desde Francia para Metro de Santiago. Esa tesis, la avala el primer avistamiento que quedó registrado en el Museo Nacional de Historia Natural.

 

El Tarentola mauritanica Linnaeus o el Gecko Mediterráneo puede ser observada en las cercanías de algunas estaciones de Metro de la Línea 2 y edificios habitados en algunas zonas de la Región Metropolitana. Al igual que el Gecko Enlutado, este lagarto también posee una gran adaptabilidad a ambientes habitados por humanos.

 

¿Por qué es importante seguir con la investigación? Ambos lagartos podrían tener algún efecto sobre las poblaciones nativas de lagartos, cuestión que debe ser abordada en próximos estudios. Se calcula que en Chile hay más de mil especies exóticas invasoras. La mayoría de ellas, inofensivas, aunque un grupo selecto causa pérdidas por 59 millones de dólares anuales al país. Eso, sin contar la influencia en los ecosistemas y la vulneración a otras especies endémicas.