Desaparece la 'Oophaga speciosa', una especie de rana endémica que habitaba en el oeste de Panamá
Eva Aguilar/DICYT La Oophaga speciosa, una especie de rana endémica que habitaba áreas protegidas del oeste de Panamá, puede haber desaparecido para siempre de la región, según revelaron la semana pasada investigadores del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI).
De acuerdo con Roberto Ibáñez, investigador asociado de STRI y uno de los científicos que ha estudiado la especie, no se sabe con exactitud la fecha en que el último espécimen de Oophaga speciosa pisó las tierras húmedas del Bosque Protector Palo Seco (provincia de Bocas del Toro) y el Parque Internacional La Amistad (compartido por Costa Rica y Panamá). El investigador señala que pueden ser varias las razones que han llevado a su desaparición, entre las que se encuentran la recolección descontrolada de individuos para el comercio de mascotas y la presencia en la zona del hongo patógeno Batrachochytrium dendrobatidis, responsable de la severa disminución que han sufrido las poblaciones de anfibios de los bosques tropicales en la última década.
“Esta rana era de mucho interés para los coleccionistas y para el comercio de mascotas. De hecho se sabe que en algunas ocasiones las recolectaban para exportarlas. Por esto se creía que no eran abundantes”, explicó Ibáñez a DiCYT. “No obstante, entre 1996 y 1997, la investigadora Karen Lips [Southern Illinois University] presenció una mortandad de otras especies de ranas en Fortuna [provincia de Chiriquí]. Por lo que ahora sabemos que el hongo patógeno llegó a este sitio aproximadamente en 1996”.
En el año 2004, la Oophaga speciosa entró a la lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) porque los individuos observados ocupaban un área menor a 5.000 kilómetros cuadrados y estos se encontraban en menos de cinco lugares localizables, además de que su hábitat disminuía y se degradaba. Un grupo de investigadores, entre los que se encontraba Roberto Ibáñez, recomendaron mayores estudios sobre el estado de las poblaciones de la especie e informaron sobre la necesidad de una legislación que controlara el comercio de estos anfibios como mascotas.
Cuatro años después, la especie, conocida comúnmente como “espléndida rana venenosa”, no ha vuelto a ser observada por los investigadores que siguen buscándola, si bien Ibáñez considera que es pronto para hablar de extinción.
“Es más difícil demostrar la ausencia de alguna especie en un área que su presencia. Tal vez es prematuro hablar de una extinción; pero cuando la población de una especie cuyos individuos se observan durante años con cierta frecuencia se torna muy rara y no se ve por varios años, se puede pensar que ha desaparecido. Siempre existe la posibilidad de que aparezca algún individuo, que se descubra una población aislada en algún lugar o que se trate de una fluctuación poblacional. Muchos deseamos que así sea”, dice el investigador.
Cambios en los ecosistemas acuáticos y terrestres
Ibáñez señala que si bien se están estudiando las consecuencias de la desaparición de la Oophaga speciosa en la zona que habitaba, la desaparición de los anfibios causada por el hongo patógeno ya ha permitido observar los efectos que la ausencia de éstos causa en los ecosistemas.
“Debido a los hábitos de los anfibios –muchos viven parte de su vida en el agua y otra parte en tierra-, su desaparición tiene un impacto sobre el ambiente acuático y terrestre. Se han notado cambios en las comunidades de algas y algunos insectos acuáticos, además de una disminución de especies que se alimentan de las ranas, como varios grupos de serpientes”, explica Ibáñez. “También se conoce que algunas especies de aves complementan su dieta con anfibios cuando escasean los insectos. Por lo que los efectos incluyen cambios en las redes alimenticias y el flujo de energía tanto en los arroyos tropicales como en los ecosistemas terrestres”.
El investigador del STRI confiesa que para cualquier científico es triste y al mismo tiempo sorprendente que una especie que ha sido objeto de estudio desaparezca en tan poco tiempo.
“Creo que los problemas que afrontamos para la conservación de nuestras especies han pasado a ser más complejos. Ya no se requiere solamente proteger el hábitat o evitar que una especie sea sobre-explotada. Ahora tenemos amenazas adicionales como las enfermedades, que no reconocen los límites de las áreas protegidas. Debemos ser más eficientes en la protección de nuestra diversidad y ser capaces de responder rápidamente a cambios en las condiciones y amenazas”, concluye Ibáñez.