Desciende la mortalidad de la tortuga boba en Cabo Verde
CSIC/PAD/DICYT Un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha llevado a cabo un censo de la población de tortugas bobas, Caretta caretta, en la isla de Boavista de Cabo Verde. Los datos, recopilados desde 2007, muestran un descenso en la mortalidad de esta especie, considerada en peligro de extinción. Según los investigadores, esta tendencia positiva está relacionada con los esfuerzos y sensibilización de la población autóctona, las iniciativas de cooperación para el desarrollo sostenible de las comunidades locales y por el seguimiento y protección que ejercen los campamentos de voluntarios internacionales instalados en las playas.
“Censos intensivos de toda la isla de Boavista durante cinco años demuestran que sus playas albergan la segunda población de tortuga Caretta más importante del Atlántico y la tercera del mundo después de Florida y Omán. La densidad de nidos de algunas playas es excepcional y al final de la temporada se pueden encontrar más de 4.000 por kilómetro lineal”, explica el investigador del CSIC Adolfo Marco, de la Estación Biológica de Doñana.
Según el censo, en menos de 70 kilómetros de playa anidan anualmente una media de 3.700 hembras adultas, que realizan una media de unos 15.000 nidos. Esta alta densidad, apunta Marco, “favorece el seguimiento y la protección de las tortugas, y es una gran oportunidad para el desarrollo de un ecoturismo responsable. Sin embargo, al mismo tiempo pone de manifiesto la fragilidad de esta colonia reproductora ante cualquier circunstancia”.
Fidelidad al lugar de nacimiento
Después de nacer, las tortugas nacidas en Cabo Verde se dispersan por todo el océano Atlántico y muchas llegan al litoral español, donde representan el segundo grupo más importante por origen. A pesar de las distancias recorridas, las Caretta caretta profesan una gran fidelidad a su lugar de nacimiento y regresan a esa misma playa para reproducirse o nidificar. Este fenómeno, identificado en estudios genéticos, junto con una dispersión de las zonas de anidación muy limitada, provoca un asilamiento reproductor que “convierte a la población de tortuga boba de Cabo Verde en una unidad regional de conservación exclusiva que puede dificultar la respuesta de este grupo a los cambios ambientales que amenazan el desove, como el calentamiento global”, comenta el investigador.
Disminución de las capturas
Los dos riesgos de conservación en las playas más importantes son, según los expertos, la caza de madres mientras hacen el nido, la inundación de las playas relacionada con la elevación del nivel del mar y el calentamiento del clima, la depredación por parte de cangrejos fantasma y la muerte de huevos en la playa causada por hongos patógenos.
“Son problemas graves aunque independientes. Uno de ellos es la tradicional caza y consumo de carne de tortuga entre la población de Cabo Verde. En 2007 se cazaron más de 1.200 hembras en las playas de Boavista, es decir, más del 36% de las hembras reproductoras de esa temporada, una tasa insostenible que podría provocar su extinción en el Atlántico oriental”, añade Marco.
No obstante, este estudio señala que la caza ha disminuido gracias a diversos programas de concienciación y desarrollo local: en 2008 el porcentaje de hembras muertas a manos de los cazadores fue del 18% (408 capturas), en 2009 bajó al 5% (215 capturas) y en 2011 sólo se cazaron 55 tortugas en toda Boavista.
“El descenso tan importante de la caza de madres permitirá un aumento de nidos en las playas. También estamos trabajando activamente para reducir la muerte de huevos en la playa, mediante el traslado de nidos a zonas seguras donde la supervivencia es mucho más alta”, concluye el investigador.
El proyecto ha contado con la colaboración de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, la ONG caboverdiana Cabo Verde Natura 2000, y el apoyo de la Fundación Biodiversidad.