El aporte de aceite de soja y de linaza en la alimentación de las vacas eleva la calidad de la leche
AGENCIA FAPESP/DICYT – Con la inclusión de aceite de soja y de linaza en la dieta de vacas lecheras, se ha mejorado el perfil de los ácidos grasos de la leche que producen los animales y que se destina a la alimentación humana. También se ha mejorado la proporción de omega-6 y omega-3 que, en cantidades adecuadas, cumplen un importante papel en la prevención de las enfermedades cardiovasculares e inflamatorias crónicas, por ejemplo, y también en algunos tipos de cáncer.
Las enfermedades cardiovasculares constituyen uno de los principales problemas de salud pública en el mundo. En Brasil, se ubican entre las primeras causas de muertes: alrededor de 300 mil personas por año sufren infartos agudos de miocardio (IAM), que derivan en fallecimientos en el 30 % de los casos, de acuerdo con el Ministerio de Salud nacional.
En un artículo publicado por un grupo de investigadores bajo la coordinación del profesor Arlindo Saran Netto, de la Facultad de Zootecnia e Ingeniería de Alimentos de la Universidad de São Paulo (FZEA-USP) con sede en la localidad de Pirassununga, en Brasil, se demostró que el consumo de esos aceites por los animales disminuyó la concentración de ácidos grasos saturados e incrementó la cantidad de ácidos grasos insaturados en la leche que elaboraron. Los últimos ayudan a reducir los niveles de LDL, el conocido “colesterol malo”.
La investigación a la cual se alude, publicada en la revista científica PLOS ONE, contó con el apoyo de la FAPESP - Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo, e integra una serie de estudios coordinados por Saran Netto desde hace una década con el objetivo de mejorar la calidad de los alimentos y buscar nuevos tipos de leche y de carne.
“La leche disponible en el mercado es de por sí de buena calidad. En las investigaciones lo que buscamos es ampliar las posibilidades tendientes a transformar este producto en un alimento con beneficios específicos para la salud humana. En la actualidad existen muchos consumidores con demandas de dietas diferenciadas”, afirma Saran Netto.
Este estudio mostró que la suplementación en la dieta de las vacas disminuyó la proporción de omega-6 y omega-3 en la leche, que fue de 2,72 (n-6) a 1 (n-3). De acuerdo con la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo ideal es que el ser humano consuma diariamente un total en la proporción entre 5 a 1 y 10 a 1. Sin embargo, esta tasa puede llegar a 50 a 1 si la alimentación se basa en la ingestión de una grande cantidad de productos industrializados y pocos pescados y alimentos de origen vegetal, lo cual provoca un desequilibrio e incrementa las posibilidades de padecer enfermedades cardíacas y cánceres.
Al igual que sucede con otras especies de mamíferos, los humanos no logran sintetizar los ácidos grasos omega-6 y omega-3, que obtienen a través de la alimentación. “Futuramente, los estudios deberán evaluar los beneficios para la salud humana que aporta la leche enriquecida con omega”, añaden los investigadores en el artículo.
En el metabolismo humano, omega-6 y omega-3 compiten por las mismas enzimas durante las reacciones de desaturación y alargamiento de la cadena carbónica. Un mayor consumo del primer tipo perjudica los procesos metabólicos del segundo.
Cuando se los ingiere en exceso, los ácidos grasos omega-6 pueden provocar un aumento de la presión arterial y una elevación de los niveles de triglicéridos, entre otros problemas. En tanto, los ácidos de la familia 3 poseen una función antiinflamatoria, aparte de poder disminuir los lípidos sanguíneos. En los últimos años, investigaciones científicas han comprobado que las dietas con cantidades adecuadas de ambos cumplen un importante papel en la prevención de enfermedades.
El método
Los investigadores trabajaron con 18 vacas holandesas o frisonas en lactación, durante 94 días. En los primeros 10 días, a todos los animales se les dio la misma dieta. Durante los restantes días, hubo tres períodos experimentales, con una parte destinada a la adaptación. Los animales se alimentaron individualmente dos veces al día, inmediatamente después del ordeñe.
En el caso de los aceites de soja y de linaza, se efectuó un agregado de un 2'5 por ciento a la dieta tradicional como fuente de omega-6 y de omega-3 respectivamente. Ambos se añadieron a razón de un 2'5 por ciento de la materia seca total en reemplazo del maíz. Sucede que, de acuerdo con estudios anteriores a cargo del grupo, los aceites podrían mejorar el perfil de ácidos grasos de la leche sin alterar significativamente los parámetros de producción de las vacas. Luego se analizaron muestras del producto en lo concerniente a grasas, proteínas, lactosa y sólidos totales.
En 2016, una investigación publicada por el grupo del profesor Saran Netto ya había indicado que el agregado de aceite de colza al pienso de las vacas también altera el perfil de los ácidos grasos gordos de la leche, dejándola más sana.
En otro trabajo anterior, también financiado por la FAPESP, los investigadores le añadieron aceite de girasol con selenio orgánico y vitamina E al pienso de las vacas. Lograron mejorar la salud y la producción lechera de los animales, como así también mejoró la conservación del alimento. Y demostraron también que hubo un aumento de los niveles de selenio y de vitamina E en la sangre de los niños que tomaron esa leche suplementada.
La demanda
Históricamente, la leche de vaca ha sido siempre una importante fuente de nutrientes en la alimentación humana, rica en proteínas, calcio, magnesio, selenio y vitamina B12, entre otros. Pero durante las últimas décadas se ha registrado una tendencia a la disminución del consumo, fundamentalmente en países tales como Estados Unidos y Canadá, provocada por diversos factores, entre los cuales se encuentra la preocupación con la salud y con mantener una dieta sana.
Sucede que, además de poder provocar alergias alimentarias, la grasa de la leche suele contener una alta cantidad de ácidos grasos saturados, que están relacionados con el aumento de peso y la obesidad, por ejemplo. Por eso se han realizado diversos estudios académicos, sumados a la modernización y a las adecuaciones de la industria con miras a adaptar la composición del producto y responder así a la demanda de los consumidores.
Brasil se ubica en el 5º puesto entre los mayores productores mundiales, con una producción anual de 34.000 millones de litros. La industria láctea también se encuentra entre los segmentos más importantes del área alimenticia en el país. El consumo promedio de leche de los brasileños asciende a 170 litros por habitante y por año, por debajo del que se registra en los países desarrollados, donde oscila entre los 250 y los 300 litros por habitante y por año. El producto lácteo que más consumen los brasileños es la leche larga vida, pero el segmento de quesos también ha venido experimentando un crecimiento en sus ventas durante los últimos años.
Los tipos de leche que se obtienen en las líneas de investigación del grupo del profesor Saran Netto aún no se encuentran disponibles para su venta en el mercado brasileño. Según el investigador, los estudios ya son suficientes para iniciar la producción, pero aún existen dificultades en la logística de captación y de procesamiento del sector industrial con miras a lograr transformarlo en un producto comercial.
“En muchos casos, un mismo camión pasa recogiendo la producción en varias haciendas. Esto dificulta el desarrollo del producto, pues no puede un agregado de leche producido por vacas con dieta específica y de otras sin ese seguimiento. Y lo propio sucedería en la industria: sería necesaria una línea de producción donde no se mezclasen. Asimismo, no contaríamos con un mercado consumidor suficiente como para asegurar la venta de la cantidad mínima que se procesaría”, analiza el profesor.
Saran Netto dice que, en el futuro, la idea es intentar comercializar un tipo de leche que sea fuente de omega-3 y de antioxidantes.