Salud México , México, Lunes, 21 de abril de 2014 a las 16:52

El VIH evoluciona de manera diferente en hombres y mujeres

La carga viral es mayor en ellos que en ellas, aunque la condici贸n cl铆nica sea similar, se帽al贸 Carlos Villarreal Luj谩n, del IF de la UNAM

UNAM/DICYT Científicos del Instituto de Física (IF) de la UNAM descubrieron que, en promedio, la carga viral que se manifiesta en hombres y mujeres en la misma etapa de infección por virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), determinada por la cuenta de linfocitos T en la sangre, es mayor –al doble o al triple– en ellos que en ellas, aunque la condición clínica sea similar.

 

Asimismo, al estudiar la respuesta de los pacientes al inicio de la terapia antirretroviral, encontraron que, contrario a lo que se pensaba, una vez que se aplica el tratamiento la población viral en la sangre no disminuye en forma paulatina, sino que se registran oscilaciones fuertes que no están explicadas; hasta después de un par de días se presenta un decaimiento progresivo del virus.

 

Carlos Villarreal Luján, quien colabora en esta investigación con el también físico e integrante del IF, Germinal Cocho; Leonor Huerta, del Instituto de Investigaciones Biomédicas; la entonces estudiante de la maestría en Física Médica, Paola Ballesteros y con José Luis Estrada, médico integrante de la Torre de Especialidades del Instituto Mexicano del Seguro Social, explicó que el primer hallazgo llama la atención porque “significa que hay un mecanismo asociado a la dinámica infecciosa del virus o con la respuesta del sistema inmune, que varía entre ambos sexos”.

 

El científico recordó que las últimas estadísticas del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH y el SIDA (CENSIDA) indican que 0.24 por ciento de la población mexicana (alrededor de 288 mil personas) está infectada con el VIH. De ésta, aproximadamente 16 por ciento son mujeres. Esa cifra se ha mantenido más o menos estable, pues la incidencia no se ha incrementado en los últimos años.

 

El estudio

 

Para esta investigación estadística, los expertos emplearon los datos de más de tres mil pacientes del Seguro Social; se trató de una muestra significativa de infectados que inicialmente fueron a una evaluación y, después, a tomar terapia.

 

Lo primero fue recopilar la información de fichas clínicas y elaborar una base de datos y así desarrollar el análisis estadístico.

 

“Nos basamos en datos relacionados con las cuentas de carga viral y el conteo de linfocitos TCD4 en el plasma de los pacientes, al tomar muestras antes de la terapia antiretroviral y luego de seis meses de iniciado el tratamiento, para ver cómo varían las cantidades del virus”.

 

El hallazgo de que los hombres tienen más carga que las mujeres podría deberse a que el virus se aloja en diferentes compartimentos del organismo; la mayor parte (hasta en 98 por ciento) se encuentra en tejidos linfáticos. Ese reservorio se comunica con la sangre, de modo que “lo que se ve en esta última es un reflejo de lo que ocurre a nivel linfático”.

 

Podría ocurrir que el VIH en la sangre es eliminado de manera más eficaz en ellas que en los varones, o que no se transmite con la misma tasa; así podría explicarse que, a pesar de tener la misma “cantidad” en tejido linfático, en la sangre haya diferencias notables. “Está documentado que, en muchas ocasiones, la respuesta inmune es más robusta en las mujeres (y aún puede tornarse sobrerreactiva)”.

 

Por ello “no podemos atenernos sólo a la medida de la carga en la sangre, porque se podría tener una conclusión engañosa respecto al estado real del paciente; este factor debe tomarse en cuenta. Para nosotros es importante, sobre todo para entender la dinámica de la interacción del virus con células del sistema inmune, que es uno de los propósitos en esta investigación”, explicó Villarreal Luján.

 

El hecho es que, a pesar de tener “menos virus”, las mujeres no presentan ventajas. Las terapias no erradican al VIH, sólo mantiene su presencia a bajo nivel; cuando cesa el tratamiento, en ambos sexos alcanza niveles similares en el tejido linfático, aunque no en la sangre.

 

Su presencia crónica en ese tejido da lugar a la degradación de éste mediante procesos fibróticos y el eventual desarrollo de inmunodeficiencia.

 

En tanto, el que se presenten fluctuaciones en la presencia del virus al inicio de la terapia podría deberse a que se perturba el equilibrio dinámico entre poblaciones muy grandes del mismo, que se crea y se destruye; esa perturbación se manifestaría, según nuestros modelos matemáticos, como aquellas oscilaciones observadas en los datos clínicos de pacientes.

 

Es como si se abriera la llave de un tinaco para llenar un vaso: el flujo es muy desordenado. “Estudiamos este tipo de dinámica mediante protocolos clínicos implementados por Isabel Villegas, del Instituto Nacional de Perinatología, en colaboración con grupos encabezados por Hilda Hidalgo, del Centro Médico Nacional, así como por Luis Soto, del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. Actualmente trabajamos en la publicación de los resultados”.

 

Pero no sólo eso. Los físicos tratan de abordar una visión más general e interdisciplinaria de enfermedades denominadas “complejas”, donde está presente una respuesta inflamatoria crónica que mina el funcionamiento de diferentes órganos. El sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) sería uno de esos padecimientos, pero también la diabetes tipo 2, el cáncer o la ateroesclerosis.

 

No están claras las interrelaciones entre los factores que influyen en su desarrollo, pero se tiene cierta convicción de que la nutrición, el medio ambiente y el estrés eventualmente dan lugar a una respuesta inflamatoria que provoca la pérdida de funcionalidad de los órganos. Por ello, se pretende evaluar en qué porcentaje es determinante cada uno de los elementos involucrados.

 

Este tipo de estudios, finalizó Villarreal Luján, deben tomar en cuenta redes de regulación (genética, proteínica y metabólica, entre otras), modelos matemáticos y la comparación estadística y clínica de poblaciones amplias, así como el análisis de casos particulares que pueden revelar aspectos anómalos de la enfermedad.

 

Por ello se desarrollan en colaboración con instituciones del sector salud e investigadores de distintas áreas. “Es importante tener la posibilidad de que los modelos puedan ser verificados con datos clínicos reales y contrastar nuestras especulaciones con lo que los médicos o biomédicos conocen. Se necesita un trabajo de interacción y aprendizaje”, finalizó el científico.