Salud España , Salamanca, Martes, 25 de febrero de 2014 a las 18:37

En busca de nuevas perspectivas para lograr vacunas contra la malaria

Agustín Benito, director del Centro Nacional de Medicina Tropical del Instituto de Salud Carlos III, explica en Salamanca los últimos avances

JPA/DICYT Agustín Benito, director del Centro Nacional de Medicina Tropical del Instituto de Salud Carlos III y coordinador de la Red de Investigación Cooperativa en Enfermedades Tropicales (RICET), ha impartido hoy una ponencia en Salamanca sobre el estado actual del diagnóstico y desarrollo de vacunas de la malaria. En la conferencia, organizada por el Centro de Investigación de Enfermedades Tropicales de la Universidad de Salamanca (CIETUS), el experto ha explicado que pese al revés sufrido recientemente por algunos investigadores que buscan vacunas frente a esta patología parasitaria, hay fundamentos para pensar que se lograrán avances en los próximos años.

 

Hasta el momento, la vacuna que ha llegado más lejos ha sido la RTS,S, desarrollada por el español Pedro Alonso, pero que ha tenido “resultados pediátricos pocos significativos” en el estudio multicéntrico que se realizó en varios países africanos. “Las esperanzas eran muchas, pero este proceso ha obtenido los mismos resultados que la SPf66, la vacuna sintética de Manuel Elkin Patarroyo”, ha explicado a DiCYT Agustín Benito. En ninguno de los dos casos la eficacia ha sido superior al 35%.

 

La razones de que sea tan difícil desarrollar una vacuna contra la malaria son diversas, pero fundamentalmente se deben a que esta enfermedad es provocada por parásitos del género Plasmodium complejos por su variabilidad genética y porque tienen distintas formas de presentarse frente al sistema inmune. Las hembras de los mosquitos del género Anopheles actúan como vectores al alimentarse de sangre y una vez que está en el organismo, el parásito es muy dinámico, pasando por varias fases de expresión de proteínas diferentes. Por eso, desarrollar una vacuna es complicado, igual que frente a cualquier tipo de parásitos.

 

“El problema es que todas las vacunas están basadas en proteínas o subunidades de proteínas que han demostrado un efecto inmune frente al parásito, pero la respuesta dura poco tiempo”, apunta el especialista. En realidad, “se está investigando mucho en vacunas que podrían ser utilizables a nivel de profilaxis, por ejemplo, para viajeros, más que en una vacuna que pueda ser funcional y efectiva para las poblaciones de los lugares en los que la malaria es endémica”, señala.

 

En cualquier caso, Agustín Benito considera que “sí hay perspectivas” interesantes en este campo como para ser optimistas. Por ejemplo, las investigaciones de Patarroyo han sufrido un parón por problemas jurídicos pero podrían retomarse y dar resultados poco tiempo. “Le han impedido continuar con los ensayos con los monos de su modelo experimental para el desarrollo de las vacunas, pero me consta que ya tenía un grado de evolución importante para lanzarlas al mercado”, comenta. El investigador colombiano trabaja con estos animales junto a la frontera de su país con Brasil y Perú y se le acusa de importar monos. “Eso le ha impedido el desarrollo de los experimentos que le quedan con distintas moléculas o combinaciones peptídicas para el desarrollo de la vacuna”.

 

Proteína clave en la transmisión

 

Por otra parte, un grupo de investigadores españoles del Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona (CRESIB) ha publicado un artículo en Nature sobre el descubrimiento de una proteína clave para la transmisión de la malaria, un hallazgo que en opinión de Agustín Benito “abre una nueva línea de investigación”. Según esta publicación, la proteína AP2-G puede activar la transcripción de los genes tempranos de gametocitos, formas sexuales del parásito del género Plasmodium. Sin esa activación, la enfermedad no pasaría del humano al mosquito y, a su vez, a otros humanos. Por lo tanto, la proteína es “una diana importante a la hora de desarrollar herramientas que impidan ese paso de transformación de formas asexuadas a sexuadas, lo cual no impediría la enfermedad, pero sí podría cortar la transmisión”.

 

Este ejemplo muestras las aportaciones de la investigación española a la lucha contra las enfermedades tropicales, un asunto que Agustín Benito conoce bien como coordinador de RICET. Esta red permite aunar los conocimientos de diversos grupos de investigación para tener programas comunes y plataformas tecnológicas para el desarrollo de fármacos o de biomarcadores para el pronóstico de patologías como la enfermedad de Chagas o la leishmaniasis. Todo ello beneficia a los países en vías de desarrollo que sufren estas enfermedades.

 

Avances de RICET

 

Entre los últimos resultados destaca el desarrollo de la primera vacuna frente a la leishmaniasis gracias a la financiación de la Unión Europea. “Es la primera vez que se consiguen recursos y que las multinacionales farmacéuticas se impliquen en el desarrollo de una vacuna frente a una enfermedad tropical olvidada y podría ser aplicable en cuatro o cinco años en lugares como el Cuerno de África, la India o Brasil”, ha señalado el experto.

 

Entre los científicos que integra RICET se encuentran los del CIETUS, que ayuda al estudio de estas enfermedades olvidadas con sus investigaciones en helmintos o protozoos parásitos, por ejemplo. Además, “desde el punto de vista de la bioquímica y la farmacología”, ha destacado Agustín Bueno, “participa de manera importante en la plataforma de desarrollo de nuevos antiparasitarios frente a enfermedades olvidadas, que es un programa propio de la red”.