Estudian los patrones de distribución de los microorganismos marinos
AMR/DICYT Entender la manera en que las diferentes poblaciones de microorganismos se ensamblan para formar las comunidades de un ecosistema es aún un enigma para los científicos. También lo es saber si existen o no asociaciones específicas entre microorganismos de un hábitat concreto (como las que se dan entre la flora y la fauna de las sabanas africanas, por ejemplo) o si por el contrario las diferentes poblaciones están presentes en los diversos ecosistemas por un proceso aleatorio.
Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han intentado dar respuesta a estas preguntas mediante el estudio comparado de miles de secuencias genéticas de bacterias de lagos y océanos, examinando las relaciones filogenéticas entre ellas. Los resultados muestran que los lagos presentan una mayor diversidad genética de especies que los océanos y que éstos albergan comunidades más “emparentadas” entre sí que la de los acuíferos terrestres. Además, existe un gran número de bacterias acuáticas terrestres (como Firmicutes y Actinobacteria) que no se desarrollan en el mar.
“Este estudio da los primeros pasos en la búsqueda de las reglas que rigen la manera en la que los microorganismos se organizan en comunidades funcionales en la naturaleza”, explica Emilio Casamayor, del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (Gerona). Y continúa: “tradicionalmente se había considerado que los microorganismos se saltaban todas las barreras físicas, climáticas o biológicas que limitan la distribución de especies y que, por tanto, no existían factores externos que limitaran su presencia más allá de la adaptación al ambiente local. Es decir, teóricamente podría obtenerse cualquier especie microbiana en cualquier parte del planeta, ya que para cualquier microorganismo todos los ambientes estarían conectados”.
Sin embargo, este trabajo parece indicar que esto no es del todo cierto y que, al igual que otros seres vivos, los microorganismos se ven afectadas por barreras geográficas que impiden su distribución global. “En una analogía con el mundo animal, sería un equivalente a lo que ocurre con los insectos que no han podido colonizar el mar”, apostilla el investigador del CSIC.