Fiebre amarilla: la amenaza en color
CONICET/DICYT En el verano cuando el calor y las lluvias no dan respiro, los virus transmitidos por mosquitos son siempre noticia. Hace varios años el Dengue era la preocupación más importante, luego apareció el Chikungunya y, recientemente el Zika, ambos desde tierras lejanas africanas. Ahora, en pleno boom turístico donde los viajantes sólo quieren descansar y echar a andar sus pies por arenas, mares y selvas aparece una nueva-vieja amenaza desde las selvas amazónicas: la Fiebre Amarilla.
Todos estos virus son transmitidos por el mosquito Aedes aegypti y la historia muestra que su erradicación es la estrategia más eficaz para controlar estas y otras enfermedades, ya que es el vector de más de 20 virus. No es sensato desarrollar tantas vacunas y antivirales o imaginar soluciones tan elaboradas como la creación de mosquitos modificados genéticamente o estériles irradiados. La respuesta más lógica, saludable y sustentable está en la elaboración de planes de control vectorial basados en la educación y participación comunitaria sostenidos en el tiempo.
Historia
En 1897, en Cuba, los doctores Finlay, Nott y Reed confirmaron por primera vez que un virus era transmitido por la picadura de un mosquito: el Virus de la Fiebre Amarilla (VFA). Sin embargo los registros médicos indican que por el 1600 ya existían epidemias conocidas como “vómito negro” o “muerte negra” en ciudades de Estados Unidos, el Caribe, América del Sur e incluso Europa donde miles de personas morían afectadas por fiebre y hemorragia –coincidente con los síntomas del VFA-. Este virus, de origen africano, ingresó a nuestro continente en el Caribe mediante el comercio de esclavos, junto con su mosquito transmisor –vector– urbano: el Aedes aegypti, el mismo que transmite Dengue, Chikungunya y Zika.
En Argentina el “vómito negro” afectó la ciudad de Buenos Aires en varias ocasiones. La más importante ocurrió durante la presidencia de Sarmiento en 1871 y comenzó en el barrio de San Telmo, introducido probablemente por los soldados que participaron en la guerra de la Triple Alianza en Paraguay. También podría haber ingresado a través de personas provenientes de Río de Janeiro (Brasil), donde la Fiebre Amarilla era endémica. El impacto fue tal que se creó el Cementerio de la Chacarita, el actual Hospital Ramos Mejía, un tercio de la población emigró -incluyendo al presidente Sarmiento junto a 70 allegados- y el 8% de la población porteña murió por el virus.
Gracias al descubrimiento de su vía de transmisión en 1897 que permitió el desarrollo de campañas de control vectorial y a la creación y producción de una vacuna, en 1940 estas epidemias fueron contenidas a nivel global.
¿Cómo circula el virus?
En la actualidad permanece activo en las selvas tropicales de América del Sur y África gracias a la transmisión entre mosquitos vectores –Haemagogus spp. y Sabethes spp. en América del Sur y Aedes (Stegomyia) spp. en África- y primates no humanos –monos-. En nuestro continente la circulación es exclusivamente selvática y no se han registrado brotes urbanos. Los casos humanos se deben a la introducción del hombre en espacios selváticos. Los monos, por su parte, no representan un peligro para la salud humana ya que no hay transmisión directa hombre-primate pero la muerte de estos animales indica tempranamente la circulación del virus.
En América del Sur, las áreas con circulación continua está representada por las regiones selváticas amazónicas de Bolivia, Brasil, Colombia, Perú y Venezuela. Sin embargo, los países que poseen las condiciones ecológicas de sostener la transmisión viral se extiende a Argentina, Ecuador, Guyana, Guyana Francesa, Panamá, Paraguay, Surinam y Trinidad y Tobago.
¿Cuál es el riesgo para los humanos?
En América del Sur, la última onda amaríllica de importancia se registró en el verano 2008-2009 en el sur de Brasil, Paraguay y norte de Argentina. En esta ocasión se registró la circulación urbana del VFA en Asunción. En nuestro país una persona falleció por el virus y la población de monos aulladores de Misiones y Corrientes quedó diezmada.
En Brasil, durante el segundo semestre de 2016 a junio de 2017 se confirmaron 777 casos humanos, de los cuales 261 fallecieron. Por su parte murieron 1.659 monos y este fenómeno, que estaba principalmente concentrado en el interior selvático migró hacia el oeste afectando los populosos estados de Minas Gerais, Sao Paulo y Espíritu Santo.
Recientemente, la muerte de un mono por Fiebre Amarilla en el estado de Sao Paulo encendió el alerta al aumentar el riesgo de introducción al ambiente urbano en el estado más poblado del país, con una población de 20 millones de personas. Sin embargo, para tranquilidad del veraneante, las áreas costeras sin conexión con la selva poseen bajo riesgo de circulación del virus.
Factor común y sentido común
Los arbovirus que han generado preocupación y epidemias en la región en los últimos 5 años, tienen un factor común: todos son transmitidos en los ecosistemas urbanos por el Aedes aegypti. Este mosquito africano se adueñó de las ciudades de nuestro continente y permitió que virus exóticos como Dengue y Fiebre Amarilla hayan generado epidemias en nuestro continente.
Gracias a una campaña agresiva aplicada por los gobiernos y liderada por la Organización Panamericana de la Salud durante las décadas del 50 y 60, se logró disminuir drásticamente las poblaciones del vector y con ello el riesgo de epidemias. Sin embargo, luego de la certificación de “erradicación” del mosquito en casi todos los países de la región, las medidas de control disminuyeron y para la década del 80 nuevamente el mosquito invadió los centros urbanos. Esto posibilitó la reemergencia del Dengue, introducción y establecimiento de Chikungunya y Zika y el aumento del riesgo de urbanización de la Fiebre Amarilla. En nuestro país la distribución geográfica del Aedes aegypti ha ido en aumento, encontrándose en regiones templadas donde nunca antes se lo había detectado y ampliando la zona de riesgo.
Es tiempo de evaluar qué factores operan sobre nuestras sociedades que impiden ver la gravedad de la situación, un buen punto de partida sería identificar por qué no percibimos el riesgo real al que estamos expuestos al permitir la cría del mosquito Aedes aegypti en nuestros domicilios. La transmisión vectorial de los virus ha sido descubierta hace más de 100 años y gracias a ese descubrimiento la transmisión de estos virus es algo prevenible. No estamos hablando de accidentes sino lamentablemente de negligencia.