Ciencia Argentina , Jujuy, Viernes, 01 de febrero de 2019 a las 09:17

Hallan el esqueleto de una mujer inca en el Pucar谩 de Tilcara

Un equipo liderado por la arque贸loga del CONICET, Clarisa Otero, descubri贸 restos de una mujer adulta y diversos elementos que refuerzan nociones acerca de pr谩cticas funerarias prehisp谩nicas

CONICET/DICYT A 2400 metros de altura sobre el nivel del mar, en el centro de la Quebrada de Humahuaca se erige el Pucará de Tilcara. Allí, donde descansan las estructuras arqueológicas de un pueblo prehispánico un equipo de investigadores liderado por la Dra. Clarisa Otero, investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Ecorregiones Andinas (INECOA, CONICET-UNJu), halló el esqueleto de una mujer que aparentemente tuvo un destacado prestigio social durante la dominación incaica de la región. Sus restos estaban colocados en posición genuflexa, junto a diversidad de piezas cerámicas, huesos de animales, cuentas de collar, placas de metal, un tubo de hueso que pudo ser parte de un instrumento musical o para inhalar alucinógenos,y también pigmentos, bloques de pedernal, y dos morteros con adherencias de mineral de cobre y hematita.

 

“Este hallazgo refuerza las nociones que teníamos acerca de las prácticas funerarias prehispánicas, pero a su vez brinda nueva y valiosa información. Por un lado, la ausencia de una estructura para contener el cadáver y la presencia de fauna cadavérica que demuestra que la mujer estuvo parcial o completamente expuesta, revelan que su exposición fue intencional y su descomposición transcurrió in situ. Esto implica que una vez que fue depositado el cuerpo en el patio, no se lo movió”, explica Otero.

 

Sin embargo, los especialistas sostienen que se manipularon parte de sus restos ya que, si bien al esqueleto no se lo encontró desarticulado, faltaba su tibia derecha. En otros contextos del Pucará, también detectaron evidencias de la separación de partes esqueletales y hasta la formatización de algunos huesos para utilizarlos como instrumentos para inhalar alucinógenos.

 

La manipulación de los restos humanos fue una práctica común en los Andes y respondía a creencias religiosas, que en algunas comunidades perduran hasta el presente. En la concepción andina sobre la muerte, los difuntos continuaban presentes en la vida cotidiana e incluso participaban activamente en los rituales para la toma de decisiones políticas. Los ancestros eran los responsables de generar el bienestar de las personas y propiciar la fertilidad.

 

En situaciones de conflicto, particularmente durante la conquista española, el culto a los ancestros cobró nuevas fuerzas ya que se creía que los antepasados eran quienes podían brindar protección. El caso de la mujer de Tilcara podría responder a estas creencias ya que los fechados arrojan resultados que sitúan cronológicamente su deceso entre fines de la dominación incaica y el período hispano-indígena, es decir el momento previo a que el español ocupe efectivamente la Quebrada de Humahuaca a fines del siglo XVI d.C, pero durante el cual el Imperio Incaico colapsa.

 

Es posible que esta mujer estuviera expuesta como un ancestro para procurar la supervivencia y recibir asistencia ante distintas inclemencias. Por su destacado ornamento posiblemente tuvo un rol importante dentro de la sociedad. “Si bien sabemos que sus primeros años de vida no transcurrieron en la Quebrada, debido al tipo de ofrendas que recibió y la ubicación donde fue colocado su cuerpo, su papel hacia el interior de la comunidad no debió ser menor. Esta mujer quizás formó parte de un grupo de elite oriundo de otra región del Tawantinsuyu, que pudo trasladarse y asentarse en la Quebrada buscando refugio ante la embestida española”, sostiene la investigadora.

 

Esta región fue uno de los pocos territorios del NOA que no sufrió una inmediata colonización ya que los pueblos quebradeños resistieron por más de seis décadas la intromisión europea. En este contexto histórico, la figura y presencia de esta mujer en un patio elevado del Pucará, visible desde diferentes puntos, pudo servir para crear y sostener vínculos identitarios que permitieran acentuar la memoria colectiva y las tradiciones incaicas ante la inminente llegada del español.