Huellas fósiles de La Rioja revelan una nueva fauna que habitó hace 15 millones de años
CONICET/DICYT A partir del estudio de una asociación de huellas fósiles descubiertas en La Rioja, especialistas del CONICET identificaron una nueva fauna de pequeños y diversos animales que existieron en un contexto donde los grandes mamíferos eran las especies dominantes hace unos quince millones de años atrás, en un periodo geológico conocido como Mioceno (cuarta época geológica de la Era Cenozoica). El descubrimiento se detalla en la revista Journal of South American Sciences.
“Los nuevos hallazgos revelan que numerosas especies de mamíferos, aves y reptiles coexistieron en tiempo y espacio, justo antes de que ocurriera el Gran Intercambio Biótico Americano, un evento producido a raíz de la proximidad física entre los continentes de Norteamérica y Sudamérica, antes separados. Además, ésta es la única asociación de pisadas fósiles bien definida registrada para ese período: el Mioceno Medio, hace 15 millones de años”, señala Verónica Krapovickas, líder del trabajo e investigadora del CONICET en el Instituto de Estudios Andinos “Don Pablo Groeber” (IDEAN, UBA-CONICET).
La historia de esta investigación comenzó en el año 2013, cuando geólogos de la Universidad de Buenos Aires encontraron cerca de la localidad de Vinchina, en La Rioja, un bloque de roca con huellas fósiles. “A partir de las fotos tomadas al material, logré distinguir sólo un tipo de huella del total que hoy conocemos. Se trata de Tacheria troyana, que resultó de una importancia reveladora sobre la presencia de grandes roedores dinómidos de quienes ya habíamos descubierto pisadas en otra localidad, sin embargo este nuevo hallazgo muestra patrones de huellas mucho más completas que aportan datos sobre sus formas de caminar”, explica Krapovickas. Y continúa: “Desde entonces, quise ir a inspeccionar la zona de donde provenía ese bloque. Sin embargo, por distintas razones no pude ir sino hasta 2022”.
Finalmente, en 2022 Krapovickas y dos integrantes de su laboratorio, Rocío Vera y Martín Farina, recorrieron la Quebrada de Pedregal Negro, un sitio cercano a Vinchina, donde afloran rocas con una antigüedad que se remonta al Mioceno y donde si bien hay escasos restos óseos, se suelen hallar abundantes huellas fósiles con una excelente calidad de preservación. “Al explorar la zona indicada por los geólogos la sorpresa fue inmediata cuando hallamos el bloque de roca caído y caímos en cuenta de que exhibía una superficie abarrotada de pequeñas huellas”, destaca Krapovickas.
La investigadora del CONICET y su equipo se han dedicado a realizar profundos análisis de las huellas fósiles impresas por distintos animales miocenos en la provincia. En estudios previos destacan la existencia de grandes mamíferos que dominaban los ambientes en esa región y en ese período. Se destacan huellas de grandes mamíferos, por ejemplo, Macrauchenichnus troyana, nombre asignado a pisadas de macrauquénidos de unos 130 kilogramos (kg) y Llastaya yesera, pisadas de toxodóntidos de unos 75 kg, ambos pertenecientes al notable grupo de los ungulados nativos sudamericanos extintos. Sin embargo, su nuevo trabajo se enfoca en la descripción de animales más antiguos y de menor tamaño.
Reconstrucciones tridimensionales a partir de huellas
Mediante la utilización de técnicas de modelado tridimensional y de cálculos de masa y dimensiones corporales combinadas con comparaciones entre restos óseos fósiles y huellas de animales modernos, el equipo de investigación descubrió que el conjunto de huellas descubiertas representa una comunidad de pequeños mamíferos, aves y tortugas que solían habitar las llanuras de un antiguo río.
Dentro de esta nueva fauna, el componente más valioso es el caso de Carnivoripeda sudamericana, huellas de pequeños mamíferos carnívoros conocidos como esparasodontes, con miembros cortos y un tronco de alrededor de 20-25 centímetros (cm) de longitud y con un peso de al menos 1 kg. “Estos animales, extintos en su totalidad, compartían similitudes con los marsupiales y están filogenéticamente relacionados con los icónicos ‘dientes de sable’ (mamíferos dotados de grandes caninos)”, detalla Rocío Vera, licenciada en Paleontología y becaria doctoral del CONICET en el IDEAN.
“También descubrimos huellas dispuestas de a pares, producto de un andar saltatorio bípedo de un argirolágido (Argyrolagidae), un grupo de pequeños marsupiales nativos igualmente extintos con morfología análoga a los gerbos actuales (Dipodidae) y las ratas canguro (Heteromyidae), representando un ejemplo sorprendente de convergencia evolutiva”, destaca Vera.
El equipo de investigación también registró huellas de una pequeña tortuga de agua dulce (cf. Chelonipus torquatus) que no superaba los 10 centímetros de longitud. “Este hallazgo es significativo ya que las huellas de tortugas continentales son realmente escasas en rocas cenozoicas”, afirma Martín Farina, licenciado en Paleontología y becario doctoral de la UBA en el IDEAN.
Huellas de aves costeras (Aviadactyla vialovi), de roedores gigantes (Tacheria troyana) emparentados con los pacaranas, y pisadas de ungulados extintos también quedaron conservadas en la superficie del bloque de piedra descubierto.
“En este trabajo presentamos numerosas huellas fósiles completamente desconocidas para la ciencia hasta hoy. Por un lado, la primera y más antigua evidencia de pisadas de un grupo completamente extinto de mamíferos carnívoros de América del Sur: los esparasodontes. Y por otra parte, pisadas de diminutos marsupiales extintos, conocidos como argirolágidos”, puntualiza Krapovickas.
Los nuevos hallazgos, afirma la investigadora del CONICET, ayudan a comprender la fauna sudamericana del Mioceno Medio sobre la que no se tiene un conocimiento muy completo, ya que la mayor parte de lo que se conoce proviene de asociaciones anteriores (Mioceno Inferior) y posteriores (Mioceno Superior). “Además, hay una hermosa relación recíproca entre las faunas modernas y las extintas. Las faunas del presente nos ayudan a comprender cómo era la apariencia de los animales del pasado y las faunas extintas nos muestran las dinámicas de sus comunidades a través del tiempo y el espacio y cómo distintos factores climáticos o ambientales pudieron haberlas afectado”, concluye Krapovickas.
Del estudio también participaron Lucas Fernández Piana, de la Universidad de San Andrés, en San Fernando, Buenos Aires; y Anne Koelewijn, del Departamento de Inteligencia Artificial en Ingeniería Biomédica de la Universidad Friedrich-Alexander Erlangen-Núremberg, en Erlangen, Alemania.