Identifican en España la presencia del parásito responsable de la Leishmaniasis en gatos
AMR/DICYT Un grupo de investigadores de las universidades Complutense de Madrid y de León han identificado por primera vez a través de métodos moleculares en el centro de España la presencia de Leishmania infantum en gatos. Este protozoo es el responsable de la enfermedad conocida como leishmaniasis, que padecen 12 millones de personas en todo el planeta. A través de métodos moleculares, los científicos demostraron la existencia de gatos parasitados por la especie de Leishmania que se desarrolla en la zona mediterránea, en la Comunidad Autónoma de Madrid. Además del hombre, la principal víctima de esta protista son los perros, por lo que el hallazgo permitirá ahondar en el conocimiento sobre la expansión de este patógeno a otras especies.
La investigación forma parte de la tesis doctoral de Tania Ayllón, de la Complutense y dirigida por Ángel Sainz, y en ella ha colaborado el vicedecano de la Facultad de Veterinaria Miguel Ángel Tesouro. "Es muy importante encontrar la seroprevalencia de estos agentes no habituales en nuevos portadores para controlar los diferentes factores de esta enfermedad", explicó a DiCYT el investigador. El rastro de la Leishmania infantum se encontró a través de la detección de anticuerpos en el organismo en gatos, esto es, el sistema inmunitario de estos animales había desarrollado un sistema de defensa después de recibir la visita de los agentes patógenos. Para conseguir este resultado, los científicos analizaron la serorreactividad frente a este organismo, junto a otros causantes de enfermedades animales en estos animales domésticos, mediante técnicas de PCR.
La detección de los anticuerpos fue más habitual en gatos de mayor edad así como en animales positivos al virus de inmunodeficiencia felina. En todo caso, la seropositividad fue inferior a la encontrada en perros del mismo entorno, según recoge la tesis doctoral. Los gatos seropositivos presentaban molestias estomacales o cuadros de tipo cutáneo y, a nivel molecular, una linfocitosis relativa, entre otros rasgos. Junto a este protozoo, los científicos analizaron también la presencia de otros agentes: entre ellos las bacterias Ehrlichia canis y Anaplasma phagocytophilum. En torno al 10% de los gatos analizados eran seropositivos en erliquiosis canina, mientras que un porcentaje algo menor (8'4% aproximadamente) tenía anticuerpos de anaplasmosis. En el caso de la erliquiosis, enfermedad animal que no salta al ser humano, "existen pocos casos descritos en gatos", recuerda Tesouro, catedrático de Medicina y Cirugía Animal en la Universidad de León e iniciador de los estudios de leshmaniasis en España desde 1980. De todos los agentes analizados, Leishmania infantum es el único que no se relaciona seriológicamente con el resto. En el trabajo científico se analizaron más de 500 gatos domésticos.
Leishmaniasis
En los seres humanos, el protozoo Leishmania causa complicaciones multiorgánicas, especialmente viscerales o cutáneas, como escamaciones o úlceras. Según explica Tesouro, una vez dentro del organismo el agente ataca a los macrófagos, unas células del sistema inmunitario que ingieren células muertas o partículas extrañas, los destruye y se replica desde ellos. La importancia en el avance de las investigaciones de esta enfermedad radica, según indica el investigador, "en que en el tratamiento no se consigue actualmente la curación". La especie que se encuentra en España, Leishmnia infantum produce tanto manifestaciones cutáneas (unos nódulos que tardan en eliminarse meses y pueden dejar cicatriz), como viscerales (en el bazo, hígado o médula ósea). Existen, además, otras especies más agresivas en India, norte de África y Sudamérica.
El vector de la enfermedad es la mosca de la arena o jejenes (o género Phlebotomus), que es quien determina áreas endémicas. En el caso de España, la leishmaniasis (también conocida tradicionalmente como Kala-Azar) las zonas en las que se encuentra este insecto se ha ido ampliando en el último siglo. A principios de la centuria pasada se encontraba en el arco mediterráneo. En los años 30 y 40 se empezó a detectar en Madrid, Zaragoza y zonas de Extremadura. Esta última década se ha empezado a observar en el interior de Orense y la comarca de El Bierzo.