Social Sciences Spain , Madrid, Thursday, March 12 of 2020, 12:45

La crisis del coronavirus acelera el teletrabajo: ¿estamos preparados?

María Isabel Labrado Antolín, investigadora del Departamento de Organización de Empresas y Marketing de la Universidad Complutense de Madrid, analiza los pros y los contras de este modelo

UCM/DICYT Este lunes, el ministro de Sanidad Salvador Illa lanzaba una serie de recomendaciones ante el importante incremento de casos de coronavirus (más de 2.100 infectados y 55 fallecidos a fecha de 12 de marzo). A extremar las medidas de higiene, evitar los viajes innecesarios y la suspensión de las clases en Madrid, Vitoria y Labastida, se une el teletrabajo “siempre que sea posible”.

 

Ya son muchas las empresas e instituciones que incorporan el trabajo en remoto en algunos de sus puestos, sobre todo los de más reciente creación. Sin embargo, en otras, este escenario era impensable hasta hace una semana. ¿Y ahora qué?, se preguntan.

 

María Isabel Labrado Antolín, investigadora del Departamento de Organización de Empresas y Marketing de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y Directora de Personas y Gestión del Cambio en Fujitsu, señala que “la opción de teletrabajo es una vía de compensación del sobresfuerzo de los trabajadores que, bajo mi punto de vista, es razonable considerar siempre que el negocio y los requerimientos del puesto de trabajo lo permitan”.

 

Sin embargo, continúa la experta, “la brusquedad e intensidad que puede requerir adoptar una medida masiva de teletrabajo en la situación actual está lejos de ser la óptima para obtener los beneficios que brinda el teletrabajo, que son muchos”.

 

¿Es España país para el teletrabajo? “No es una cuestión de país, sino de sectores de actividad, de perfiles de puesto de trabajo y de grado de implantación".

 

La adopción de prácticas de teletrabajo llega a menos del 4,5% de los españoles (con una pequeña ventaja de las mujeres sobre los hombres). Estos niveles son cercanos a la media de la OCDE (que se mantenían en 5% en 2018) donde Holanda se sitúa a la cabeza con tasas de adopción del 13,7% (muy ligado a la temprana incursión en metodologías ágiles en la organización) y con países como Bulgaria, Chipre o Rumanía a la cola con menos del 0,5% de trabajadores en remoto.

 

“El COVID-19 está ocasionando que las empresas más avanzadas en medidas de flexibilidad de sectores de consultoría, tecnología y algunos grandes bancos hayan podido tomar medidas de contingencia controladas en las últimas dos semanas y extrapolar las medidas para llegar al 80-90% de sus empleados. Pero esto es lo que, en jerga de gestión denominaríamos la best practice".

 

Ante un escenario basado en la incertidumbre y en la toma de decisiones sobre la marcha, nos planteamos qué consecuencias tendrá un periodo de teletrabajo que sabemos cuándo empieza, pero no cuándo acabará.

“Pérdidas de productividad, incertidumbre por parte de muchos empleados, inversiones repentinas en infraestructuras que, posiblemente, no sean las definitivas, pérdida de calidad en servicio o clientes no satisfechos, entre otras”, estima Labrado.

 

A pesar de todo, la experta de la UCM se muestra optimista y está convencida de que “los empleados y empleadores haremos muestra de nuestro sentido de compromiso y responsabilidad; se hará patente que es posible un mayor grado de flexibilidad en muchos puestos de trabajo y la disponibilidad de tecnologías muy maduras que facilitarán el proceso de cambio”.

 

Cuatro claves para su éxito

 

El teletrabajo reporta a los empleados beneficios como la autonomía, ahorro de tiempo, mayor concentración, productividad y equilibrio entre su vida personal y laboral. A la otra parte, al empleador, la adopción de modelos de trabajo en remoto supone ahorros en el coste de los edificios e instalaciones productivas a la vez que es una llamada de atracción de nuevos perfiles de talento humano que demandan estos estilos de trabajo.

 

Pero para considerar el modelo de trabajo en remoto efectivo, apunta Labrado, son necesarias cuatro condiciones: tecnología, procesos, personas y cultura corporativa.

 

Por un lado, la tecnología ha de estar preparada y ser suficiente –conectividad, compatibilidad, utilidad, usabilidad y seguridad– para soportar las mismas tareas desde ubicaciones remotas. Por otro, tienen que ponerse en marcha procesos que regulen la nueva relación de las empresas con sus empleados, más basada en la virtualización, versatilidad y automatización de tareas. En cuanto a las personas, estas han de estar motivadas, preparadas y capacitadas para desempeñar su trabajo de manera remota.

 

Por último, “la cultura empresarial, especialmente la cultura comunicativa, jugará un papel decisorio en el éxito o fracaso de las medidas que tomen; la transmisión de información, la toma de decisiones, la confianza, delegación de responsabilidades y dinámicas de equipo, entre otros, se verán impactadas por los nuevos estilos de trabajo”, explica la investigadora de la UCM.

 

Al igual que ocurre en la empresa privada, en las administraciones públicas no se pueden implantar modelos de trabajo en remoto de manera generalizada. En relación con el trabajo remoto, distingue Labrado, existen diferentes perfiles de puesto de trabajo: fijo, si la presencia se requiere de manera continuada; nómada, que trabaja en ubicaciones diferentes según la actividad principal del día e independiente, personal que puede desempeñar toda su tarea tanto en oficina como en remoto.

 

A la espera de cómo se desarrolle la infección del COVID-19 en nuestro país, la experta en RRHH vaticina que esta situación “tendrá como consecuencia una aceleración generalizada de la adopción de medidas de trabajo en remoto por parte de empresas y organismos”. Esta aceleración podría situarnos en niveles por encima de la media de la OCDE a finales de 2020.