Alimentación España , Salamanca, Viernes, 20 de febrero de 2004 a las 15:10

Las cigüeñas prefieren los árboles a las iglesias para anidar

Los expertos analizan los cambios de hábitos de estas aves y las variaciones en sus ciclos migratorios

Ana Victoria Pérez/DICYT Estamos acostumbrados a verlas en los campanarios de las iglesias y en las edificaciones más altas de las ciudades, y algunas, incluso, han elegido las grúas para instalar sus nidos. Por este motivo sorprende saber que las cigüeñas que viven en alguna de las nueve provincias de la región prefieren los árboles a los campanarios para construir sus hogares. Según los datos de la Consejería de Medioambiente de la Junta de Castilla León, más del 42% de las cigüeñas se asientan en las nidificaciones ubicadas en árboles, frente al casi 37% que se decide por las iglesias a la hora de instalarse (ver gráfico adjunto). Éstos son sólo algunos de los datos sobre los hábitos de vida de las cigüeñas blancas en Castilla León, una región en la que, durante los últimos años, habitan más de 16.000 ejemplares.


Hace menos de una década que la cigüeña blanca ha sido descatalogada como especie protegida y pasado a engrosar la lista de aves fuera de peligro. De hecho, este animal se siente tan cómodo en latitudes castellanoleonesas que, desde mediados de los 90, el número de parejas instaladas en la región, según datos de la Junta, se ha duplicado, pasando de los 10.394 individuos censados por la Sociedad Española de Ornitología en 1994 a los 15.890 registrados en el último censo. 

Analizando los nidos censados, las provincias de León (1.827), Salamanca (1.662) y Segovia (1.322) son, por este orden, las zonas favoritas de estas aves para asentarse y criar sus polluelos. En total, y según datos de la Sociedad Española de Ornitología para el estudio de la Consejería de Medio Ambiente, cada pareja logra sacar adelante una media de 1’86 crías por año.

Cambio de hábitos

Pero aunque el hábitat favorito de estos animales sean las zonas rurales y tengan una marcada tendencia a emigrar durante los meses más fríos, expertos como Salvador Peris, catedrático de Biología Animal de la Universidad de Salamanca y miembro de la Sociedad Española de Ornitología, han observado en los últimos años cambios importantes en el comportamiento de estas aves.


Uno de los más llamativos es el hecho de que las cigüeñas blancas prolonguen sus estancias en la península, que en ocasiones pueden hacerse permanentes, y que hayan decidido acortar sus viajes en el continente africano. Tal y como advierte Peris "las zonas de invernada más extensas se sitúan en los humedales del Suroeste de la península, principalmente en Badajoz, Cádiz, Sur de Portugal y, especialmente, Huelva". En esta zona se resguardan del frío entre 3.000 y 3.500 aves que, hacia el mes de agosto, cuando se ha puesto fin a la época de cría, se preparan para un viaje que las llevará, una vez cruzado el Estrecho de Gibraltar, hasta el vecino continente africano. 

Hasta hace unos años las cigüeñas españolas realizaban tradicionalmente un viaje de más de 3.000 kilómetros, cuyo destino final eran las cuencas del río Níger, en Mali, aunque se han conocido casos de cigüeñas anilladas en España que viajaron bastante más lejos, hasta Zimbabwe, en el extremo Sur de África, lo que supone que recorrieron una distancia de unos 8.000 kilómetros. "En la actualidad se ha observado que el viaje de muchos de estos ejemplares termina en la zona Norte de África. Se instalan en territorio marroquí y ni siquiera atraviesan el Sáhara", advierte este catedrático.

Una cuestión de comida

Aunque se ha apuntado a una variación climática como el motivo por el que las cigüeñas blancas tienden a permanecer más meses en la península, los expertos creen que la causa de este retraso en el viaje se debe, más bien, a una variación de las fuentes de alimentación de estos animales. Según Salvador Peris "los basureros se han convertido en una fuente inagotable de recursos para muchas aves, incluidas las cigüeñas, y, por otra parte, la sustitución de los cultivos de secano en el Suroeste peninsular por los regadíos también ha favorecido que estos animales cuenten con nuevas fuentes de alimento y se resistan a viajar más lejos".

Sin embargo, la inclusión de los vertederos como bancos de comida tiene también su parte negativa. En un trabajo publicado durante 2003 por el profesor Peris en la revista Ardeola, de la Sociedad Española de Ornitología, el autor constata que la alimentación en basureros favorece la ingestión de materiales como plásticos, cables o nylon, que puede causar daños en los ejemplares adultos y en sus polluelos.