Los animales esenciales en la dispersión de semillas son los primeros que desaparecen por el desmonte
AGENCIA FAPESP – Los árboles de la especie de aguaí o zapote Pouteria bullata, popularmente conocida en Brasil con el nombre de guapeva-vermelha, son exclusivos del Bosque Atlántico y producen frutos suculentos y dulzones.
Sus semillas miden alrededor de dos centímetros y, por ende, son demasiado grandes como para que puedan tragárselas los pájaros y los pequeños mamíferos. Por este motivo, esta planta depende exclusivamente de primates como el mono guariba (Alouatta guariba) y el mono araña muriquí del sur (Brachyteles arachnoides), y eventualmente del tapir amazónico (Tapirus terrestris) para dispersar su material genético y perpetuar la especie.
En lugares donde estos mamíferos han desparecido, tampoco es posible hallar a la especie guapeva-vermelha, clasificada como “vulnerable” en la lista de especies amenazadas de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).
Y de acuerdo con un estudio publicado en la revista Biotropica, precisamente estos animales importantes para la dispersión de semillas son los primeros que desaparecen como consecuencia de la deforestación del Bosque Atlántico.
“La dispersión de semillas es un proceso complejo, en el cual participan muchos tipos de vertebrados al mismo tiempo. El reflejo del desmonte es la extinción tanto de animales, que pierden su alimento, como de vegetales, que dejan de poder dispersarse”, comenta Lisieux Fuzessy, primera autora del estudio, realizado con el apoyo de la FAPESP durante su posdoctorado en el Instituto de Biociencias de la Universidade Estadual Paulista (IB-Unesp), con sede en la localidad de Rio Claro, en Brasil.
Este trabajo forma parte del proyecto intitulado “El efecto de la fragmentación sobre las funciones ecológicas de los primates”, también financiado por la Fundación y coordinado por Laurence Culot, docente del IB-Unesp. Una parte de la investigación se concretó durante una pasantía de estudios realizada por Fuzessy en la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), en España, con beca de la FAPESP y en colaboración con el investigador Pedro Jordano.
“En principio, la idea era verificar únicamente el rol de los primates en la dispersión de semillas, pero quedó claro que era necesario analizar la actuación de todos los vertebrados”, dice la investigadora. Aparte de los primates, se incluyeron en el estudio datos sobre la dispersión de semillas a cargo de aves, murciélagos, carnívoros, marsupiales, roedores y ungulados (cérvidos, tapires, pecaríes, etc.). De este modo, el referido estudio aporta un panorama inédito del papel de las interacciones entre animales y plantas en el mantenimiento de la biodiversidad.
Las áreas conservadas y los fragmentos
Para entender los impactos de la pérdida de fauna en la selva, los investigadores compararon las interacciones entre animales y plantas en dos áreas forestales del estado de São Paulo. Una de ellas es conocida como una de las mejor conservadas de Bosque Atlántico en Brasil: es la región serrana que lleva el nombre de Serra de Paranapiacaba, con más de 120 mil hectáreas distribuidas por zonas protegidas y propiedades particulares.
En esa región habitan algunos de los grandes mamíferos más amenazados de extinción actualmente, como el yaguareté (Panthera onca), el zorro vinagre (Speothos venaticus) y el pecarí barbiblanco (Tayassu pecari), aparte de los tapires y los monos muriquíes. Serra de Paranapiacaba constituye todavía el más importante refugio de la pava yacutinga (Pipile jacutinga), una gran ave frugívora extinta en la mayoría de las áreas remanentes de Bosque Atlántico.
A su vez, el monte conocido como Mata de Santa Genebra es un fragmento de 250 hectáreas rodeado de áreas urbanas y cultivos, un reflejo de la mayoría de las zonas remanentes de ese bioma. Esa área fue deforestada hasta el año 1984, cuando pasó a ser objeto de protección. Como reflejo de ese historial, dejaron de existir en el lugar la mayor parte de los grandes vertebrados. Pueden encontrarse únicamente pequeñas aves, aparte de mamíferos de mediano porte, tales como pacas comunes (Cuniculus paca), zarigüeyas (Didelphis spp.) y la ardilla gris o serelepe (Guerlinguetus brasiliensis).
Pero existen también algunas pocas especies de grandes frugívoros, como los monos carayás o aulladores y la pava de monte (Penelope obscura). De todos modos, las interacciones son mucho menores que en el área conservada. En Serra de Paranapiacaba se registraron 1.588 interacciones entre 133 animales y 315 plantas. Por otra parte, en Mata de Santa Genebra fueron 221 interacciones entre 54 animales y 58 plantas.
“Es una diferencia sumamente importante. Especies claves como el muriquí o el tapir comen una diversidad mucho mayor de frutos que un pajarito, por ejemplo. Aparte de la elevada demanda de calorías, sus gargantas más grandes les permiten tragarse frutos grandes, y así es como dispersan plantas que, sin esos animales, sencillamente desaparecen en efecto cascada”, explica Fuzessy.
Este trabajo se suma a otros tendientes a demostrar la importancia de conservar no solamente a las especies sino también la diversidad funcional, es decir, las interacciones entre animales y plantas que hacen que los bosques prosperen. Por eso sirve de base para la elaboración de proyectos de conservación y reforestación.