Un equipo internacional reporta el fuerte impacto del cambio climático en el fiordo Caleta Potter
CONICET/DICYT Caleta Potter es un fiordo –una entrada estrecha del mar- que se encuentra en la Isla 25 de Mayo, en la Antártida. El helado y casi desierto paisaje de la superficie terrestre contrasta con el exultante mundo submarino. Es que los organismos que viven en el fondo del mar –llamadas comunidades bentónicas- son casi tan abundantes y diversos como en los ecosistemas tropicales. Sin embargo, este escenario está comenzando a cambiar y el fenómeno ha sido estudiado, por primera vez, por un grupo integrado por diferentes organismos nacionales e internacionales y entre los que se destaca el equipo dirigido por el biólogo Ricardo Sahade, investigador independiente del CONICET en el Instituto de Diversidad y Ecología Animal (IDEA, CONICET-UNC).
La Península Antártica –donde se encuentra Caleta Potter- es una de las áreas más afectada por el cambio climático y su temperatura se incrementó casi seis veces más que la media del planeta. Como consecuencia, los glaciares costeros comenzaron a retroceder y perder masa con una intensidad sin precedentes en las últimas décadas. Sin embargo hasta el momento no se conocían los efectos de estas modificaciones en los ecosistemas costeros.
El estudio publicado en la prestigiosa revista Science Advances de la AAAS -siglas en inglés de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia- fue realizado por científicos argentinos del Instituto de Diversidad y Ecología Animal (IDEA, CONICET-UNC), del Instituto Antártico Argentino (IAA), y de la Universidad de General Sarmiento (UNGS), en conjunto con investigadores británicos del British Antarctic Survey (BAS) y alemanes del Instituto Alfred Wegener (AWI). A partir de los muestreos en Caleta Potter y del monitoreo de variables ambientales y oceanográficas llevadas a cabo por este extenso equipo, se pudo establecer una base de referencia para comparar, detectar y medir el cambio en el ambiente estudiado. “Esta es una tarea crucial si tratamos de detectar cambios en los ecosistemas y sus factores causales. Sin embargo, en la Antártida son pocos los trabajos de este tipo y se han comenzado a realizar hace relativamente poco tiempo”, explica Sahade.
En efecto, gracias a este monitoreo y al análisis sostenido en el tiempo de los datos obtenidos, se pudieron registrar drásticos cambios en las comunidades del fondo marino, con una notable disminución de la biodiversidad del ecosistema. Además los investigadores infieren que dicha reducción ha sido impulsada, principalmente, por el incremento de sedimentos arrastrados por la retracción de los glaciares que se derriten en torno a la caleta, indicando en última instancia un efecto directo del proceso de cambio climático.
“Este trabajo combina observaciones a largo plazo con los conocimientos biológicos acerca de las especies antárticas y también utiliza modelos matemáticos para predecir futuros cambios posibles en la comunidad”, explica Fernando Momo de la UNGS, en un comunicado que difundieron los invetigadores.
En dicho documento Irene Schloss del IAA agrega “Caleta Potter cuenta con uno de las series de datos oceanográficos costeros más largas en la Antártida, obtenidos gracias a los esfuerzos coordinados del IAA y el AWI que establecieron conjuntamente el laboratorio bilateral Dallmann como parte de la estación argentina Carlini. Esto permitió la medición continua de las variables ambientales que son fundamentales para detectar y explicar los cambios de los ecosistemas”. La cooperación internacional toma particular forma y envergadura en el laboratorio Dallman, único en su tipo en Antártida y sede de programas que han recibido financiación de organismos argentinos -como CONICET y FONCYT- y de la Unión Europea.
La importancia de este estudio radica en que los Ecosistemas Costeros Antárticos son considerados centros de alta diversidad y en la medida en que el calentamiento y el retroceso de los glaciares continúen, estos se verán amenazados por el aumento de las tasas de sedimentación. Los efectos a lo largo de la Península Antártica son probablemente más pronunciados que lo registrado hasta el momento, ya que la misma alberga a la mayoría de los fiordos de la Antártida y casi el 90% de sus glaciares están retrocediendo. “Se requiere de investigación con participación de científicos de diferentes disciplinas como la biología, la glaciología, la oceanografía y la geoquímica para entender qué está cambiando los ecosistemas costeros de la Península Antártica. Estas comunidades muy diversas del fondo marino no sólo son buenos indicadores de cambio, sino también un eslabón importante en las redes alimentarias costeras que sustentan a pingüinos, focas y ballenas en la zona”, comenta Doris Abele del AWI, en el mismo comunicado.
“Nuestro estudio muestra que los ecosistemas bentónicos antárticos se ven afectados por el actual cambio climático, que las respuestas están teniendo lugar incluso a nivel de comunidades y que los efectos podrían estar mucho más extendidos a lo largo de la Península Antártica. Creo que este trabajo fundamentalmente destaca la importancia de los programas de monitoreo a largo plazo, como este que lleva adelante el IAA en Caleta Potter, la cooperación internacional y el enfoque interdisciplinario”, concluye Ricardo Sahade.