Alimentación España , Valladolid, Jueves, 10 de febrero de 2005 a las 15:07

Un estudio de la Universidad de Valladolid revela que no todos los bosques absorben CO2

El hallazgo, a partir del análisis de la zona Norte de León, podría condicionar los beneficios que el Protocolo de Kyoto establece a los países con grandes masas forestales

Beatriz G. Amandi/DICYT Un estudio realizado por la Universidad de Valladolid en zonas boscosas del Norte de León demuestra que no todos los bosques absorben dióxido de carbono (CO2), ya que su capacidad de transformar este componente del aire a través de la fotosíntesis depende de la salud de sus árboles y las condiciones climáticas que lo rodean.

Esta evidencia podría suponer un obstáculo para intercambiar derechos de emisión de gases contaminantes por hectáreas de bosques, como está previsto que establezca el Protocolo de Kyoto en su desarrollo, ya que antes habría que comprobar que estos árboles realmente realizan su función de absorción de CO2.

El trabajo ha sido llevado a cabo por el Grupo de Contaminación Atmosférica del Departamento de Física Aplicada, dirigido por María Luisa Sánchez. Tal y como ha explicado esta profesora a DICYT, se trataba de medir los flujos de CO2 para conocer la cantidad de este contaminante que realmente absorbía y emitía la vegetación. “La sorpresa fue que todo ese ecosistema estudiado, en vez de absorber, emitía CO2”, apunta la profesora Sánchez.

Según indica, ya existían estudios que demostraban que no todas las masas forestales sirven, como es el caso de los bosques canadienses, que en su mayoría son fuentes de contaminación, mientras que las zonas forestales de otros lugares como Rusia y zonas boreales son los que más absorben de todo el planeta, según demuestran algunos análisis. 

En opinión de María Luisa Sánchez, hay algunas causas ya conocidas que influyen en la capacidad de transformar CO2 de los bosques. Entre ellas están la edad de los árboles y su estado, pero también influyen las condiciones climáticas, que pueden provocar lo que se conoce como estrés hídrico. El estrés hídrico es un efecto provocado por temperaturas muy altas, que hacen que los árboles cierren sus estomas, para no perder humedad y no secarse. Este proceso provoca que el vegetal no sea capaz de realizar la fotosíntesis y, por tanto, no transforma el CO2.

Otra razón puede ser la lluvia ácida, como se ha demostrado en zonas de la Selva Negra (Alemania), donde está provocando importantes problemas de deforestación. Este fenómeno consiste en que las partículas contaminantes que hay en el aire llegan a las hojas y superficie del árbol a través de la lluvia, que las arrastra al caer. Estas partículas quedan depositadas en la superficie vegetal y provocan su corrosión y deterioro. La lluvia ácida es un fenómeno que afecta en las ciudades a los edificios y monumentos, lo que da una idea del daño que puede llegar a hacer en un material tan sensible como son los vegetales.

Influencia de las prácticas agrarias de siembra

El grupo de investigación de María Luisa Sánchez también ha llevado a cabo estudios en campos de cereal para conocer la influencia de las prácticas agrarias de siembra en la capacidad de absorción de CO2 de los campos. Estos estudios se realizaron en las tierras del Instituto Tecnológico Agrario y también en campos particulares cedidos por agricultores de la zona de La Mudarra, lugar en que se encuentra situado el Centro de Investigación de la Baja Atmósfera (CIBA), desde donde ellos realizan estudios y que pertenece a la Universidad de Valladolid y al Instituto Nacional de Meteorología.

Los resultados mostraban que los suelos respiran y emiten CO2, algunos emiten más y otros menos, en función de los distintos procedimientos de siembra, ya fuera de conservación o intensiva. En este sentido, los sistemas de cultivo de conservación supone menos movimientos de tierras, ya que se remueve sólo en la superficie, sin afectar a las raíces y eso supone que emiten menos CO2 a la atmósfera.

Estas conclusiones fueron resultado de dos años de trabajo y han sido incluidos en numerosos documentos, algunos de ellos vinculados al desarrollo del Protocolo de Kyoto.

 

Solución vegetal, solución temporal
El Protocolo de Kyoto desarrollará en breve el modo de cuantificar el valor de absorción de los bosques. Esta es la razón de que muchos gobiernos hayan apostado por incrementar su base forestal para poder contrarrestar las emisiones contaminantes que sus industrias realizan a la atmósfera. Para María Luisa Sánchez, España es consciente de esto desde hace años y, de hecho, nuestro país es el responsable del 46% de la reforestación realizada en Europa en las últimas décadas.

Sin embargo, esta no será una solución definitiva a los problemas de vertidos de gases contaminantes. Según explica la profesora Sánchez, existen diferentes estudios que señalan que la capacidad de absorber CO2 de la masa vegetal es temporal, y que en un plazo de 20 ó 30 años esta capacidad llegará a sus límites, incluso puede que se empiece a reducir a partir de entonces.

Para esta científica, lo más adecuado es aprovechar este tiempo de que se dispone para implementar medidas que corrijan el exceso de emisiones de gases invernadero, ya que “no cabe esperar que el medio natural pueda solucionar el problema todo el tiempo”. Además, según indica existen otros problemas añadidos, como el hecho de que toda la labor de absorción que puede haber realizado un bosque se puede ver truncada por un incendio, que implica de manera inmediata el vertido a la atmósfera de todo el CO2 acumulado hasta entonces.