Un estudio propone criterios para ayudar a delimitar y conservar los humedales del Cerrado
AGENCIA FAPESP/DICYT El Cerrado, la sabana tropical brasileña, es el más amenazado entre los grandes biomas del territorio nacional. Y una parte especialmente vulnerable del mismo la constituyen sus humedales, que aseguran la existencia de ríos perennes y abastecen nada menos que a ocho cuencas hidrográficas. Los ríos Xingú, Tocantins, Araguaia, São Francisco, Parnaíba, Jequitinhonha, Paraná y Paraguay, entre otros importantes cursos de agua, nacen en el Cerrado. La destrucción de sus humedales no se cierne únicamente sobre la biodiversidad y la extraordinaria belleza de los paisajes de este bioma, sino que pone en riesgo también la seguridad hídrica y energética de Brasil.
Asimismo, los humedales constituyen también un extraordinario repositorio de carbono (C), al almacenar más de 200 toneladas de este gas por hectárea. Y las alteraciones en su equilibrio cíclico tienden a liberar metano (CH4) hacia la atmósfera; y este es uno de los principales gases de efecto invernadero (GEI). El problema reside en que la propia definición de humedal o zona húmeda es confusa. Y esta confusión ha venido siendo explotada por los grandes productores rurales, quienes no contentos con convertir descontroladamente las áreas secas del Cerrado en tierras de agricultura, consideran también la posibilidad de drenar los humedales para extender los cultivos de soja hasta los confines de los bosques de ribera. Si no fuera por otros motivos, incluso desde el punto de vista estricto del interés económico esto equivaldría a levantar una roca para dejarla luego caer sobre los propios pies, pues la posibilidad de irrigación depende de la supervivencia de los manantiales.
Para dirimir esta confusión y suministrarles a los tomadores de decisiones criterios científicos sólidos, un grupo de investigadores brasileños elaboró un artículo que contempla a los múltiplos ecosistemas que abarca el concepto de humedal, que salió publicado en el periódico científico Perspectives in Ecology and Conservation. “La falta de definiciones precisas ha enmarañado la regulación dejando importantes segmentos del Cerrado desprotegidos. Nuestro objetivo consistió en dilucidar qué son los humedales, qué ecosistemas puede contemplar ese nombre, qué dinámicas poseen y qué debemos hacer para protegerlos”, le dice a Agência FAPESP la investigadora Giselda Durigan, primera autora del artículo.
Durigan es investigadora del Instituto de Investigaciones Ambientales del Estado de São Paulo (IPA, en portugués) y docente de los programas de posgrado de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) y de la Universidad de Campinas (Unicamp). Estudia el Cerrado hace más de 35 años. “Un ejemplo del grave riesgo que la falta de definiciones precisas y las ambigüedades en la interpretación de la ley pueden acarrear fue la Resolución nº 45, del 31 de agosto de 2022, aprobada por el Consema, el Consejo del Medio Ambiente de Mato Grosso [el estado brasileño en el que el Cerrado cubre casi el 40 % de su territorio]. Al pasar por arriba de la decisión del Superior Tribunal de Justicia (STJ, instancia judicial superior que vela por la interpretación de la legislación), esa norma reguló las ‘licencias ambientales de actividades y emprendimientos situados en los humedales’ en el ámbito de dicho estado brasileño. Por detrás de los eufemismos del texto, la resolución autoriza de facto la destrucción”, denuncia Durigan.
La investigadora define: “Los humedales son porciones de tierras continentales que están sujetas periódica o permanentemente al anegamiento del suelo o a su inundación. Dada su fragilidad y suma importancia para el almacenamiento y el filtrado del agua, son protegidas globalmente desde la convención intergubernamental realizada en Ramsar, en Irán, en 1971. Brasil es signatario del Convenio de Ramsar desde 1996, pero hasta ahora no ha cumplido el compromiso de relevar todas sus zonas húmedas.”
Existen en el país ejemplos de humedales en franjas costeras, donde los pulsos de inundación son producto de la oscilación de las mareas, de manera tal que el agua es salada o salobre. Y también los hay lejos de la costa, cuando componen dos grandes tipos hidrológicamente distintos: tierras que periódicamente quedan anegadas por la salida del cauce de los ríos (vegas y pantanos) y tierras que quedan con charcas o anegadas a causa de la elevación periódica del manto freático.
“Los humedales del Cerrado generalmente se encuadran en el último tipo. Las lluvias abundantes, que caen durante los meses de verano, se infiltran lenta y profundamente en el suelo, recargan el manto freático y se acumulan en las zonas húmedas, desde donde brotan los pequeños arroyos que nunca se secan y que alimentan a los grandes ríos de Brasil, incluso en los períodos de estiaje. A propósito, esto diferencia al Cerrado de las otras grandes sabanas del mundo, cuyos grandes ríos se secan completamente durante buena parte del año”, informa Durigan.
Protección integral
Según la investigadora, la confusión que enmaraña la regulación se debe al hecho de que dentro de los humedales del Cerrado existen diversos tipos de vegetación, que resultan en múltiples denominaciones regionales. Son pastizales húmedos, pastizales de termiteros o murundus, turberas, sotos o veredas, palmerales, morichales o buritizais, bosques en galería, montes de pantanos o matas de brejo y así sucesivamente. En ocasiones, en un mismo humedal existen dos o más tipos de vegetación, desde pastizales limpios hasta densos bosques, lo que ha dificultado su comprensión, delimitación y protección.
“La ley en algunas oportunidades se refiere únicamente a uno de los tipos, tal como es el caso de los sotos o veredas en la Ley de Protección de la Vegetación Nativa (12.651) de 2012, y deja así a los restantes tipos desprotegidos. En otras, la legislación protege únicamente una parte de la zona húmeda y deja tramos enteros sin cobertura legal”, remarca Durigan.
La investigadora comenta que el artículo mencionado fue producto de un esfuerzo multidisciplinario en el cual tomaron parte expertos en vegetación, hidrología, ecofisiología, conservación, restauración y legislación ambiental, que utilizaron sus conocimientos y sus experiencias prácticas para unificar y difundir su comprensión sobre el tema. El grupo contó con el apoyo de la FAPESP mediante tres proyectos (19/07773-1, 20/09257-8 y 20/01378-0).
“Para nosotros, todos los humedales deben protegerse por igual e íntegramente por ley, para asegurarse de que no se los convierta en tierras de cultivo y que sus pulsos naturales de formación de charcas o de inundación no vean afectados por el uso de la tierra a su alrededor. Las prácticas de explotación sostenible, como la apicultura y la extracción, por ejemplo, pueden admitirse, pero con la debida validación y regulación”, enfatiza Durigan.
Y su énfasis se justifica, pues las amenazas a los humedales son muchas en el Cerrado, con relieve para el embalse de los arroyos, el drenaje de las tierras pantanosas, la expansión de áreas urbanizadas, las obras de infraestructura, la extracción descontrolada de agua de pozos para el riego y la plantación de árboles, fundamentalmente eucaliptos, en cuencas hidrográficas enteras, donde la vegetación original no era boscosa. “Todas estas actividades son altamente impactantes. Reducen el nivel del manto freático o pueden incluso agotarlo localmente, con lo cual ponen en riesgo la seguridad hídrica y los servicios ecosistémicos del Cerrado. Es algo que debe impedirse urgentemente mediante una legislación apta y la aplicación efectiva de la ley”, afirma la investigadora.
Durigan comenta que la Ley de Protección de la Vegetación Nativa aborda de manera bastante confusa la cuestión de los humedales, al dejar una parte de ellos como Áreas de Preservación Permanente (APP) y otra parte como Áreas de Uso Restringido (AUR). Pero algunos tipos de zonas húmedas del Cerrado no se encuadran en las definiciones de los tipos mencionados, lo que ha generado una imprecisión en la aplicación de la ley, con conflictos jurídicos, sociales y políticos.
“En busca de pacificar esta situación, el Superior Tribunal de Justicia decidió que, dada su incuestionable importancia ambiental, todas las zonas húmedas deben entenderse como protegidas, ya sea como APP o como AUR, independientemente de la nomenclatura. La resolución del Consema del Estado de Mato Grosso no respetó esa decisión”, subraya la investigadora.
La buena noticia es que existe en este momento un gran grupo de técnicos y científicos representativos de diferentes regiones de Brasil, que se encuentra abocado a plasmar el Inventario Nacional de Zonas Húmedas, bajo el liderazgo de los especialistas Wolfgang Junk y Cátia Nunes da Cunha, del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología de Humedales (Inau), para suministrarle apoyo al Ministerio del Medio Ambiente.
“Recientemente, la leyenda ‘Zonas Húmedas’ quedó incluida en los mapas de la Plataforma MapBiomas, lo que constituye un gran avance”, dijo Durigan, en referencia a la red colaborativa conformada por organizaciones no gubernamentales, universidades y startups de tecnología que releva la cobertura y el uso del suelo en Brasil. “Pero la demarcación de los humedales en campo, a la escala de una propiedad rural, no constituye una tarea fácil, y esto obstaculiza la aplicación de las leyes. Nuestro artículo plantea criterios objetivos basados en el suelo hidromórfico, en la flora endémica y en la elevación máxima del manto freático para facilitar la delimitación de las zonas húmedas a escala local”, culmina la investigadora.