Salud España , Valladolid, Jueves, 24 de junio de 2021 a las 10:53

Un proyecto invita a los estudiantes a evaluar la calidad del aire de sus aulas para prevenir la COVID-19

La iniciativa, puesta en marcha por la Asociaci贸n de Qu铆micos de Castilla y Le贸n dirigida por el catedr谩tico de la UVa Fernando Villafa帽e, se ha implantado con 茅xito en un instituto de Segovia

Cristina G. Pedraz/DICYT Un año después del inicio de la pandemia, la comunidad científica tiene claro que la transmisión del SARS-CoV-2 se produce a través de las secreciones que emitimos al toser, estornudar o simplemente al respirar o hablar. Estos aerosoles permanecen en el aire durante un tiempo y pueden ser inhalados o depositarse en las mucosas de otras personas, propagando la infección.


Cuando permanecemos en espacios cerrados, este riesgo crece exponencialmente y es necesario tomar medidas. Además del uso de mascarillas y la distancia de seguridad, la ventilación es clave.


Establecer un método para estimar el grado de contaminación de un espacio cerrado, por ejemplo mediante dispositivos de bajo coste que permiten monitorizar la calidad del aire interior (los denominados IAQ, siglas en inglés de indoor air quality), puede convertirse en un importante aliado para ventilar a tiempo y evitar la propagación del virus.


En este marco, y dado que el estudio de la composición de los aerosoles y de los gases que componen la atmósfera constituye además una importante rama de la Química, la Asociación de Químicos de Castilla y León propuso este curso una interesante actividad a los estudiantes de instituto de la comunidad: que evaluaran ellos mismos la calidad del aire de sus aulas.


“Hemos elaborado un documento que detalla cómo hacerlo de forma sencilla, determinando la concentración de CO2, que es una variable directamente relacionada con la renovación del aire en espacios cerrados”, explica a DiCYT Fernando Villafañe, Catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Valladolid (UVa) y presidente de la Asociación.


Utilizando un sensor IAQ –que puede adquirirse en el mercado desde unos 40 euros-, plantearon a los estudiantes tomar medidas continuas de la cantidad de CO2 en el aire, pero también de partículas sólidas (PM) o de compuestos orgánicos volátiles (VOCs), para posteriormente evaluar e interpretar los datos obtenidos.


“Cuando respiramos, emitimos CO2 además de aerosoles. De este modo, cuando la concentración de CO2 aumenta en un espacio cerrado sabemos que necesitamos ventilar”, apunta Villafañe, quien destaca que además de prevenir la COVID-19, el proyecto tiene otras implicaciones relevantes, como acercar a los alumnos a la tecnología y a los fundamentos que utilizan este tipo de sensores; a su instalación y a la toma de medidas científicas; al procesado y análisis de las mismas, o el conocimiento de nuevos conceptos.


“Además mostramos a los alumnos cómo la Ciencia puede abordar y resolver un problema del ‘mundo real’, implicándoles directamente”, subraya el presidente de la Asociación de Químico de Castilla y León, entidad que tiene entre sus objetivos fomentar la divulgación y las vocaciones científicas entre los más jóvenes.


Medidas en el IES Andrés Laguna de Segovia


Uno de los centros que ha desarrollado este proyecto es el IES Andrés Laguna de Segovia. Allí, alumnos de cuarto curso de la ESO han evaluado la calidad del aire de las aulas en el marco de la asignatura optativa ‘Laboratorio de Ciencias’ impartida por la profesora de Física y Química Martina Gutiérrez.


“Hemos utilizado 22 medidores de CO2, uno por cada alumno, para monitorizar la calidad del aire. A lo largo de una semana, los alumnos han registrado los datos aproximadamente cada 15 minutos, los han introducido en Excel y han generado las gráficas. Con los resultados, el centro podrá mejorar el reparto de las aulas el curso que viene”, asegura Martina Gutiérrez.


“Los alumnos están encantados con la iniciativa. Han sentido que hacían algo importante y lo han hecho muy bien. Se han implicado mucho y les ha servido para sensibilizarse sobre cómo la acumulación de CO2 puede ser un elemento peligroso”, recuerda la docente. Un proyecto que conjuga aprendizaje, experimentación y sensibilización y que podrá extenderse a más centros el curso que viene.