Un proyecto mejora la eficiencia de los fertilizantes
José Pichel Andrés/DICYT El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA, centro del CSIC), la Universidad de Salamanca y la Universidad de León están a punto de culminar un proyecto de investigación que permitirá mejorar la eficiencia de los fertilizantes. La iniciativa, coordinada por la empresa Fertiberia, busca diseñar nuevos productos y tiene como objetivo mejorar la eficiencia del nitrógeno y del fósforo para que sean mejor aprovechados por los cultivos respetando el medioambiente.
Álvaro Peix Geldart, investigador del IRNASA, explica en declaraciones a DiCYT que el nitrógeno y el fósforo son “esenciales para la agricultura”, pero que un porcentaje importante de estos elementos se pierde, de manera que las plantas no los pueden aprovechar y se dispersan por el entorno pudiendo originar efectos negativos en el medio ambiente.
Por ejemplo, en el caso del nitrógeno se producen pérdidas importantes por lixiviación, sobre todo en forma de nitratos que pueden acabar en acuíferos. Cuando se incorpora en abonos amoniacales y basados en urea también hay pérdidas por volatilización. Asimismo se producen emisiones en forma de óxido de nitrógeno a la atmósfera, principalmente por desnitrificación. En el caso del fósforo, un porcentaje muy alto queda acomplejado en el suelo y no está disponible para las plantas.
Por eso, el proyecto pretende diseñar “fertilizantes de alto valor añadido eficientes y no contaminantes”. Evitar la pérdida de nutrientes que contaminan no sólo es bueno para el medio ambiente, sino también para el agricultor, que puede ahorrar dinero.
Para afrontar este reto, los científicos se han fijado en cómo los microorganismos interactúan con los fertilizantes en los suelos y con las plantas. “Analizamos la influencia de determinados microorganismos en las transformaciones de nitrógeno en el suelo, pudiendo modificar sus poblaciones por medio de tecnología microbiana para minimizar las pérdidas de estos nutrientes y aumentar su aprovechamiento por parte de las plantas”, señala el investigador del IRNASA. En el caso del fósforo, se emplean microorganismos solubilizadores de fosfato que intervienen en la movilización del fertilizante hacia las plantas. El trabajo también incluye microorganismos promotores de crecimiento vegetal.
La iniciativa, que arrancó en 2011 como un proyecto INNPACTO, tiene como novedad el uso de los microorganismos junto al de los fertilizantes minerales para mejorar la eficiencia de los mismos respetando el medio ambiente. “Aunamos distintos tipos de fundamentos científicos para buscar mejores productos. Tradicionalmente se emplea la fertilización mineral o, por el contrario, estrategias biológicas basadas en extractos naturales o microorganismos promotores de crecimiento vegetal, pero se pueden conjugar las dos estrategias para conseguir nuestros objetivos”, asegura Álvaro Peix.
Diversidad de grupos bacterianos
Existen muchos grupos de microorganismos distintos que pueden servir para los objetivos de este proyecto. Hace un siglo se produjeron las primeras inoculaciones con el género de bacterias Rhizobium en leguminosas (judías, lentejas, guisantes, etc…) y durante muchos años el mercado estuvo restringido a estos microorganismos que fijaban nitrógeno para cultivos muy concretos, pero en los últimos años se ha descubierto que “la diversidad de Rhizobium y otras bacterias del suelo es mayor de lo que se pensaba y que sus papel en la interacción entre suelo y planta es mucho más amplio”.
Por eso, se están estudiando grupos bacterianos diversos, como las proteobacterias o las actinobacterias. Sin embargo, antes de utilizarlas, “hay que identificarlos bien para garantizar que son bacterias inocuas, que no sean patógenas ni para humanos ni para animales”, comenta el experto.
Cada uno de los organismos públicos de investigación que participan en esta iniciativa aporta sus colecciones de microorganismos al proyecto. Además del IRNASA, tanto el equipo de Encarna Velázquez de la Universidad de Salamanca como el de Fernando González Andrés, del Instituto de Recursos Naturales y Medio Ambiente (IRENA) de la Universidad de León, poseen cepas candidatas a la formulación de nuevos productos. Tras realizar pruebas en el laboratorio se reproducen los ensayos en el campo y, de hecho, en la actualidad el proyecto se encuentra ya en esa última fase experimental y está siendo aplicado en cultivos como el maíz o la cebada.
Para todo tipo de cultivos
Los resultados de estas investigaciones podrían ser útiles en todo tipo de cultivos, aunque puede ser necesario adaptarlos a las características de plantas o suelos determinados. “La microbiota del suelo cambia y su composición físico-química del suelo también varía y es determinante, pero estos fundamentos biotecnológicos pueden ser aplicables a diferentes cultivos”, indica el científico del IRNASA.
El proyecto finaliza este año, pero “seguiremos con esta línea de investigación”, que en un futuro puede permitir diseñar nuevos fertilizantes que podrían comercializarse. Las nuevas directivas europeas están limitando todas las prácticas que puedan ser perjudiciales para el medio ambiente y los agricultores demandan productos que les permitan cumplir la legislación y a la vez obtener mejores rendimientos.