Un proyecto trata de controlar la población de topillo a través de la acción de los depredadores
Cristina G. Pedraz/DICYT El Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa), una organización sin ánimo de lucro que actúa en todo el territorio nacional, está llevando a cabo un proyecto centrado en el control biológico del topillo campesino (Microtus arvalis) en Castilla y León. La iniciativa, pionera a nivel europeo, se desarrolla desde 2009 en los municipios de Villalar de los Comuneros (Valladolid), Boada de Campos (Palencia) y San Martín de Valderaduey (Zamora), donde se está estudiando el control de la población de topillo a través de la acción de dos depredadores: el cernícalo común y la lechuza.
Como ha explicado a DiCYT Alfonso Paz, coordinador del proyecto, financiado por la Fundación Biodiversidad, se trata de una acción preventiva para proteger los cultivos. “Las plagas de topillo originan unas pérdidas económicas millonarias. En Castilla y León, hasta la fecha, la metodología empleada se ha basado en hacer un seguimiento y, al detectar la plaga, invertir dinero en llevar a cabo un tratamiento químico”, recuerda el experto quien detalla que se trata de un procedimiento “muy costoso” que ocasiona a su vez otros problemas.
“Requiere mucho personal y muchas veces en una gran extensión como Castilla y León no da tiempo a detectar todas las zonas afectadas. Entonces, cuando se produce una plaga afecta a unas superficies muy grandes, y cuando se llega muchas veces es tarde, porque no hay que olvidar que las explosiones demográficas de los topillos se producen en meses y el declive igualmente en semanas”, recalca. Así, “cuando se aplican los tratamientos químicos ya no son necesarios porque las pérdidas ya se han producido”.
En este sentido, en la plaga de 2007 se emplearon cebos envenenados con un anticoagulante. “El problema es que los anticoagulantes no son selectivos y una vez que los ha consumido la presa, en este caso el topillo, no muere inmediatamente sino que lo va acumulando en el hígado”. Este animal puede así ser depredado por un cernícalo, una lechuza o un milano, “y si ese animal empieza a consumir otros topillos envenenados también puede acabar intoxicado”.
Del mismo modo, estos tratamientos pueden llegar a afectar a la actividad cinegética. Según Alfonso Paz, durante la plaga de 2007 se utilizaron semillero de cereal que se trataban con anticoagulante. “Eso expone el anticoagulante a animales granívoros como las palomas o las perdices, que también corren el riesgo de intoxicarse”. De hecho, detalla, en esa fecha se hallaron en Palencia palomas intoxicadas. “Esto supone otro problema porque estos animales son también de consumo humano y se utilizan para la caza, por lo que hay un riesgo alto para la salud pública”, subraya.
Control alternativo
En el proyecto puesto en marcha por Grefa se está diseñando una metodología alternativa pionera en Europa, basada en controlar las plagas de topillo con depredadores. Esta metodología ya se ha probado con éxito en países como Israel, donde también tienen graves problemas con las plagas de topillo. “Llevan 30 años trabajando con la gestión de poblaciones de cernícalos y lechuzas y lo que hacen es prevenir la explosión demográfica”, detalla. En este tiempo, “han demostrado que los cultivos de alfalfa bajo la protección de los nidos pueden llegar a aumentar hasta un 20 por ciento su productividad”, añade el experto.
El grupo trata de implantar este sistema en Castilla y León, para lo cual hasta la fecha han instalado 300 nidos artificiales para cernícalo vulgar y lechuza en tres municipios: Villalar de los Comuneros (Valladolid), Boada de Campos (Palencia) y San Martín de Valderaduey (Zamora). “En la primera fase comprobamos si realmente estos animales ocupaban las cajas y si eso provocaba una incremento en la población de los depredadores. Eso ya se ha comprobado, la población se incrementa notablemente, del orden de cinco o seis veces más”, señala.
Posteriormente, estudiaron cuál era la presa principal de estas especies, y determinaron que en la mayoría de casos es el topillo campesino. Ahora, apunta Alfonso Paz, “estamos evaluando realmente cuál es el impacto sobre la población de topillos, aunque con los datos que se manejan de la experiencia en otros países se sabe que una pareja de cernícalos, en el momento que están criando que suele durar tres meses, puede llegar a depredar entre 500 y 600 topillos”. Se trata, pues, “de crear un filtro ambiental en los campos de cultivo para que sean más resistentes a las plagas”.
Próximos pasos
Si bien la iniciativa está funcionando, el Grupo esperará a que se produzca un evento de plaga para comprobar realmente “hasta dónde se ha llegado a atenuar los daños”. “Tenemos zonas control en las que no hacemos ningún tipo de tratamiento, entonces las compararíamos las zonas donde hay nidos para ver qué diferencias existen en la población de topillos”. Asimismo, precisa, “llevamos tres años en los que la población de cernícalos está creciendo de forma continua y todavía no hemos llegado al máximo posible”, de manera que se estudiará además “cuántos cernícalos puede llegar a haber y en base a eso cuántos topillos podrían llegar a consumir”.
El coordinador del proyecto impartirá a partir de las 20 horas de hoy en el Centro Cívico Integrado Este de Valladolid una charla acerca de los resultados obtenidos, una actividad organizada por la Asociación para la Conservación y Estudio de la Naturaleza de Valladolid (Acenva).