Nutrition Spain , Salamanca, Friday, April 18 of 2008, 14:32

Una investigadora salmantina publica en 'Science' un novedoso estudio sobre cómo afecta el CO2 a un tipo de algas

El incremento de CO2 aumenta la calcificación exterior de los cocolitóforos, en contra de lo que ocurre con los corales, que se disuelven

José Pichel Andrés/DICYT Elena Colmenero, ayudante del departamento de Geología de la Universidad de Salamanca, ha participado en una investigación que acaba de publicar la revista Science acerca de cómo afecta el dióxido de carbono (CO2) a un tipo de algas microscópicas denominadas cocolitóforos. El novedoso estudio, de la Universidad de Oxford y el Centro Nacional de Oceanografía del Reino Unido, indica que con un aumento de CO2 se incrementa a su vez la calcificación de la cubierta exterior de estas algas, al contrario de lo que ocurre con los corales, que tienen a desaparecer.

 

"Cuando el CO2 pasa a los océnanos, provoca acidez, es decir, que el pH baja y esto provoca que los corales comiencen a disolverse", ha explicado la científica asturiana a DICYT. "Pensábamos comprobar que en el caso de los cocolitóforos se producía un fenómeno similar, pero los casos estudiados indican lo contrario", señala Colmenero, que participó en la investigación gracias a su estancia postdoctoral en la ciudad galesa de Cardiff y como experta en paleoclima, ya que los estudios se realizaron a través de dos vías: los cultivos en laboratorio y el análisis de sedimentos marinos recogidos en el Atlántico Norte.

 

Los resultados indican que el incremento de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre parece causar que los cocolitóforos produzcan mayores cantidades de carbonato cálcico en forma de calcita en su cubierta externa. La principal novedad que aporta este estudio es que muestra que la respuesta de estas algas, que son una parte muy importante del plancton marino, puede ser contraria a la observada en otros grupos de organismos marinos, como los corales. Es decir, que ante el incremento de los niveles de CO2 atmosférico, los cocolitóforos parecen responder engrosando su cubierta calcárea en vez de tener problemas de disolución, como pasa con las algas.

 

La investigadora advierte de que esta respuesta puede ser local o restringida a algunas microalgas concretas, ya que los cultivos en laboratorio se han realizado con una única especie de cocolitóforos, aunque se trata de la más abundante en la naturaleza, a la que se le iban bombeando burbujas ricas en CO2. Por su parte, Colmenero se encargó de analizar unos sedimentos marinos que tenían una antigüedad de 200 años. "Comprobamos que en los últimos 40 años se produce un incremento del carbonato cálcico que se corresponde con el aumento que se ha producido en el CO2 de la atmósfera, es decir, que a medida que aumenta el dióxido de carbono aumenta también la calcificación media por cocolitóforo", explica.

 

Más fotosíntesis

 

Además, los investigadores han comprobado que no solamente aumenta el grado de calcificación de este grupo de algas (que implica la producción de CO2), sino también su tasa de fotosíntesis (que reduce el CO2), y sugieren que, ante este aparente "balance cero", las futuras poblaciones de cocolitóforos no acelerarán ni reducirán el crecimiento de los niveles de CO2 atmosférico. Esta idea es contraria a lo que han sugerido trabajos previos, en los que se indicaba que la reducción en la calcificación de estos organismos en un contexto de altos niveles de CO2 en las aguas marinas podría hacer que los océanos aumentasen su capacidad de absorber CO2 atmosférico. Sin embargo, los resultados de este trabajo no implican tampoco que el observado aumento de la calcificación de la cubierta externa de los cocolitóforos provoque, en el futuro, la emisión de CO2 de los océanos a la atmósfera.

 

Según la investigadora, otra consecuencia más general que se puede extraer de esta investigación es que parece que al menos parte de los componentes de los ecosistemas marinos están reaccionando al incremento exponencial de los niveles de CO2 atmosféricos de los últimos 60 años, de origen antropogénico. Sin embargo, este dato positivo no debe ocultar, en su opinión, otras consecuencias graves del aumento del CO2 como es la destrucción de los corales.