Alimentación España , Valladolid, Martes, 18 de enero de 2005 a las 18:02

Una vivienda eficiente puede ahorrar hasta un 20% del gasto energético

La Universidad de Valladolid desarrolla dos programas informáticos para calcular la demanda de energía, consumo e impacto ambiental de cada hogar

Beatriz G. Amandi/DICYT El próximo 1 de enero de 2006 entra en vigor una normativa europea que aborda la eficiencia energética en los edificios tanto de viviendas como públicos, y que supondrá algunos cambios en las edificaciones que se realicen a partir de este momento. La finalidad es reducir el gasto energético a través de una mayor eficiencia en el uso de las energías y su aprovechamiento. Un grupo de ingenieros de la Universidad de Valladolid ha diseñado dos programas informáticos para analizar la demanda de energía de una vivienda, su consumo y el impacto ambiental.

En este sentido, y según ha indicado a DICYT el catedrático de Termotecnia de la Universidad de Valladolid Francisco Javier Rey Martínez, existen tres elementos que condicionan el gasto energético y que son la reducción en la demanda de energía del edificio, la optimización energética de los sistemas de climatización y la integración en las instalaciones de energías renovables, fundamentalmente la energía solar-térmica. La combinación de estos tres elementos puede permitir un ahorro de energía anual del 20% en una vivienda, aunque esta es una cifra media, puesto que el ahorro depende de varios factores como los metros de la vivienda e incluso la orientación.

En este sentido, también señaló que la inversión que puede suponer en un edificio el dotarlo de medidas para una eficiencia energética no superaría un incremento en el coste final del 1%, por lo que sería compensado en un plazo máximo de siete u ocho años.

Estos aspectos serán tenidos en cuenta para la emisión del certificado energético de los edificios que será necesario a partir de 2006 y también para la realización de auditorias energéticas que se comenzarán a efectuar en esta fecha a los edificios construidos con anterioridad a la entrada en vigor de la norma. 

Taly como apunta el profesor Rey, la reducción de la demanda energética de un edificio viene dada sobre todo por el tipo de aislamiento térmico que se ha empleado en su construcción, así como también por las infiltraciones de aire que pueda haber a través de puertas y ventanas. Según Rey, el hecho de usar un aislante con el grosor adecuado se trata de la medida más rentable para ahorrar energía, ya que incrementar el grosor de la capa de aislamiento no sale especialmente caro, y permite un ahorro considerable de energía.

Otra de los aspectos a tener en cuenta es la optimización de los equipos de climatización, ya que los más modernos sueles suponer menor consumo. En este caso, se trata de una medida que resulta algo más cara, puesto que se trata de equipos con alta tecnología para calor o frío que implican mayor desembolso inicial. El ahorro con este tipo de equipos oscila de media entre el 5 y el 10% del gasto habitual en este apartado.

Finalmente, la normativa abordará la integración de sistemas de energías renovables en los edificios, fundamentalmente la solar-térmica, que se empleará para el calentamiento del agua caliente sanitaria. Este tipo de instalaciones suponen un ahorro en esta partida de entre el 5 y el 7%, puesto sólo computa el agua caliente sanitaria. Los sistemas de energía solar-térmica son algo más caros que los sistemas tradicionales, pero hay que tener en cuenta que son sistemas auxiliares, por lo que se trata de instalaciones que deben hacerse además de las ya existentes, en previsión de que no puedan cumplir su función en un momento determinado por falta de radiación.

Estas reducciones en cada uno de los apartados mencionados suponen que si se suman los diferentes ahorros, la reducción del gasto energético total de la vivienda estará por encima del 20%.

Francisco Javier Rey indicó que la orientación del edificio también resulta clave en el ahorro energético, es lo que se conoce como aprovechamiento energético bioclimático. Una vivienda que pretenda aprovechar la luz solar deberá tener una orientación Sur, Sur-Este o Sur-Oeste.


 

La certificación energética


Los certificados se extenderán por un período de 10 años, ya que se supone que en ese tiempo los avances tecnológicos podrían permitir mejoras en los estándares de aprovechamiento, y también porque los materiales con los que se ha construido el edificio pueden haberse deteriorado y perdido alguna de sus funciones.

En el caso de los edificios anteriores a 2006 será necesario realizar una auditoria en la que se cuantificará el consumo eléctrico y térmico, para después hacer una serie de propuestas que pueden mejorar la situación.

En principio, está previsto que existan varios organismos capaces de certificar y realizar las auditorias en estos edificios y para poder trabajar en esta materia. El grupo de trabajo de Francisco Javier Rey ha desarrollado ya dos programas de ordenador que permiten calcular la demanda de energía de una vivienda, su consumo y su impacto ambiental de modo que, en el momento en que se disponga de unos estándares definitivos para cada tipo de vivienda y edificio, será posible evaluar si un determinado hogar puede acceder al certificado o no cumple la eficiencia básica.

Estos dos programas desarrollados por la Universidad de Valladolid son el AEV (Análisis Energético de Vivienda) y el AEE (Análisis Energético de Edificios), y la diferencia entre ellos radica en que las calificaciones energéticas en uno y otro caso son diferentes.

 

Emisiones de dióxido de carbono en viviendas

El consumo de calefacción, los electrodomésticos, el agua caliente e incluso la iluminación producen dióxido de carbono que es vertido a la atmósfera. Este dióxido de carbono se incrementa cuando el gasto energético es mayor, razón por la que es uno de los factores que se miden para otorgar o no un certificado energético.


Así, el dióxido de carbono se puede calcular sabiendo el gasto en kilovatio a la hora y el tipo de kilovatio que es, es decir, si su procedencia es eléctrica o térmica, y qué combustible se usa para producirlo. Con estos datos ya se pueden consultar las tablas de estándares que han elaborado algunas instituciones como el Instituto Cerdá de Cataluña. Esta estandarización sitúa a Castilla y León entre la calificación D y la E, en función del clima, ya que se registran temperaturas muy bajas en invierno, que conllevan un gasto algo más elevado.


Para medir el impacto ambiental se tienen en cuenta los cuatro factores antes mencionados y se cuantifican las emisiones por kilogramo de dióxido de carbono por metro cúbico al año. Así, las viviendas situadas en la zona D, en la que estaría por ejemplo Valladolid, podrían obtener una buena calificación si sus emisiones se situaran entre los 23 y los 50 kilogramos de dióxido de carbono por metro cúbico al año.