Xosé R. Bustelo: “Necesitamos un apoyo más decidido para seguir siendo referencia internacional en investigación”
José Pichel Andrés/DICYT Xosé R. Bustelo, profesor de investigación del CSIC y vicedirector del Centro de Investigación del Cáncer (CIC, centro mixto del CSIC y la Universidad de Salamanca) destaca entre los científicos con más impacto del mundo. La última edición de la clasificación que elabora la Universidad de Stanford tras computar el trabajo de ocho millones de investigadores de todo el planeta le deja en la parte más alta del ránking (entre el 0.35% mejor puntuado) tanto por su trayectoria como por su producción científica en 2020. Hasta hace poco, presidía la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (ASEICA), cargo desde el que ha reivindicado la importancia de mejorar la investigación biomédica. En una entrevista concedida a DiCYT, reflexiona sobre la pandemia, el papel de la ciencia en la economía y el futuro, entre otras cuestiones.
PREGUNTA. Hay muchos ránkings, pero el de la Universidad de Stanford tiene en cuenta diversos indicadores reconocidos. ¿Es, por lo tanto, una buena referencia para valorar el prestigio científico de los investigadores que aparecen?
RESPUESTA. Sí, yo creo que sí. Hay que tener en cuenta que es un indicador que tiene en cuenta muchos parámetros objetivos para realizar dicha clasificación y, sobre todo, que se basa en el impacto que el trabajo de cada investigador tiene a nivel mundial. Eso da una foto fija bastante exacta de quién es quién en cada una de las disciplinas.
Sí que hay que tener en cuenta que hay dos listados diferentes, uno para la productividad a lo largo de toda la carrera y, otro, solo para cada año concreto. El primero, obviamente, tiende a favorecer a los investigadores que ya llevamos una trayectoria profesional dilatada a no ser que un investigador joven haya tenido un impacto muy grande en unos pocos años. El listado por año, en cambio, es más independiente de la edad y más dependiente de qué contribución concreta ha tenido un investigador o una investigadora en un año concreto. Los dos listados no tienen por qué coincidir. Es destacable, sin embargo, que los investigadores e investigadoras identificados del Centro de Investigación del Cáncer aparecen en ambos, lo da una imagen de productividad muy estable y continuada en el tiempo.
PREGUNTA. El CIC sale bien representado y también la investigación biosanitaria de Salamanca en general, puesto que hay otros científicos del IBFG o del IBSAL. ¿Es una buena muestra de calidad científica a pesar de que la ciudad no cuente con grandes centros de investigación?
R. En el caso concreto del CIC, creo que nos pone en una buena situación dado que, proporcionalmente a nuestro tamaño, tenemos un número de representantes en la lista igual o mayor que otros centros de investigación nacionales de nuestro ámbito del conocimiento. La Universidad no sale tampoco mal de este análisis, sobre todo cuando se compara con los restantes campus de nuestra región.
Es un buen punto de partida, pero no podemos estar satisfechos. Yo creo que demuestra que la mayoría del personal investigador de nuestro campus que salimos en este listado está asociado a centros de investigación, institutos de investigación o a departamentos muy activos en investigación e innovación. Hay muchas áreas donde todavía se puede mejorar, sobre todo a través de la captación de talento nacional e internacional.
P. Los investigadores del CIC de ese ránking ya tienen importante trayectoria profesional. ¿El centro está siendo capaz de atraer talento joven para el futuro? ¿En qué momento se encuentra?
R. Hemos pasado una mala fase en la pasada crisis económica, pero hay que decir que, afortunadamente, hemos podido captar investigadores e investigadores jóvenes muy prometedores en estos últimos cinco años. Se han incorporado, por ejemplo, dos investigadoras y un investigador principal, todos ellos jóvenes, a lo largo de este tiempo. Y, este año incorporaremos a tres investigadores jóvenes más. Y tenemos la posibilidad de fichar a otro investigador más senior a lo largo de este año. Si esta línea se mantiene, tendremos la oportunidad de aumentar la calidad y las líneas de investigación del centro. Y también de rejuvenecernos, porque no hay que olvidar que la edad media de los investigadores e investigadoras principales es superior a los 55 años.
Independientemente del asunto de la captación de talento, el centro se ha beneficiado del Programa de Escalera de Excelencia de la Junta de Castilla y León y la Unión Europea para llevar a cabo un Plan Estratégico ambicioso a lo largo de estos últimos cuatro años. Sin embargo, seguimos en el impás habitual de falta de una financiación estable que para el personal técnico y las unidades de servicio, así como el apoyo a investigadores jóvenes. El presidente Mañueco, hace un mes, prometió ante la prensa que se reuniría con nosotros para ver cómo solucionar estos problemas pero, a día de hoy, ni siquiera nos ha dado cita. Y de la financiación aprobada por las Cortes para el centro hace año y medio no se ha visto ni un euro a fecha de hoy. Desde luego, necesitamos un apoyo más decidido si queremos seguir siendo referencia en la investigación e innovación tanto a nivel nacional como internacional.
P. ¿Qué beneficios implica para Salamanca o para Castilla y León contar con un centro de investigación de referencia, en términos de asistencia sanitaria o de economía?
R. Por un lado, el hecho de que centros de investigación como el nuestro tienen un impacto directo en la economía donde están: atraen a gente joven y a sus familias con empleos de calidad. Al final, estas personas viven en Salamanca, invierten en Salamanca y pagan sus impuestos en nuestra ciudad y región. La financiación que captamos también sirve para impulsar la economía y las empresas locales. Desde un punto de vista sanitario, creo que un centro como el nuestro tiene un valor añadido muy importante en el desarrollo de nuevas herramientas diagnósticas y de fármacos con los que tratar a los pacientes. Y ofrecen servicios, como el de diagnóstico de cáncer familiar o el Banco de Tumores, que tienen un impacto directo en los pacientes. También ofrece una serie de servicios tecnológicos de frontera que, además de servir a los investigadores, están abiertos para otros científicos y empresas del entorno. Finalmente, creo que también sirve para generar empresas, como Citognos e ImmunoStep, y para atraer otras, como la recientemente anunciada del Dr. Barbacid.
P. Como expresidente de ASEICA, ¿cree que España está en la primera línea de la investigación internacional?
R. España siempre se ha caracterizado por tener investigadores en cáncer muy señalados tanto a nivel de oncología básica como clínica. Por ejemplo, en un informe realizado por ASEICA hace un par de años, se destacaba que los investigadores e investigadoras de nuestro país destacaban de entre sus colegas europeos en captación de financiación europea y en la realización de ensayos clínicos liderados por empresas. Tenemos, sin embargo, varios problemas que tienen una base común: la falta de financiación adecuada. Esto impacta negativamente en qué proyectos se pueden hacer. Por ejemplo, hay algunos de genómica que ya son imposibles hacer en España a no ser que se consiga financiación internacional. También está la falta de programas estables y predecibles y, sobre todo, la falta de estabilidad del personal investigador. A nivel clínico fallamos también en la realización de pocos ensayos clínicos iniciados por los propios investigadores debido al mismo problema de tipo económico señalado anteriormente.
P. La pandemia ha demostrado la importancia de la investigación. ¿Estamos ante un punto de inflexión para la ciencia o será un espejismo?
R. Tengo una visión bastante negativa sobre esto. Creo que no hemos aprendido la lección.
P. La ciencia que no está directamente relacionada con la COVID-19, como la investigación del cáncer, ¿se ha visto perjudicada?
R. Yo siempre digo que ojalá el único problema que hubiésemos tenido los investigadores, los de cáncer y todos los demás, hubiese sido la pandemia de COVID-19. El auténtico problema es la epidemia de desinterés crónico de las administraciones públicas en la ciencia, la innovación y la tecnología. Este problema, que se agudizó de forma muy señalada durante la crisis económica pasada, sigue sin solucionarse a día de hoy. Seguimos con parches.
Dicho esto, creo que la pandemia ralentizó obviamente las investigaciones. Pero lo peor ha sido el retraso en los diagnósticos de los pacientes de cáncer. Este retraso, que se calcula en más de 60.000 pacientes, tendrá lamentablemente consecuencias a medio plazo a no ser que se corrija de forma rápida.
P. ¿Aprovechará España los fondos europeos para cambiar el modelo económico?
R. Debería, pero no sé si lo conseguiremos. Aquí siempre se cae en el mismo vicio, el gastar el dinero en infraestructuras en vez de en innovación. Sin un cambio radical en este sentido, no se producirá un cambio en el modelo productivo. Es fácil traducir el lenguaje de nuestros políticos: inversión en transporte ecológico significa ayudas a comprar, no a diseñar, nuevos coches eléctricos y fuentes de alimentación; digitalización supone invertir en redes en vez de investigar en inteligencia artificial; etc... Esperemos que Europa nos obligue a ponernos las pilas y que, realmente, la inversión que vamos a recibir sí se traduzca en algo positivo para las nuevas generaciones de nuestro país. No tendremos una ocasión similar en mucho tiempo, pero habrá que vencer muchas inercias.
P. ¿Qué hay que cambiar en el sistema de I+D más allá de inyectar dinero?
R. Nuevos sistemas de gobernanza, eliminar la burocracia, acabar con la endogamia, invertir en talento y empresas del sector tecnológico. Afortunadamente no tenemos que inventar nada, solo copiar lo que hacen países de nuestro entorno que son líderes económicos en estos momentos.